Insuficiencia mitral transitoria asociada a disección coronaria espontánea (original) (raw)

Sr. Editor: He leído con profunda admiración y respeto el artículo de Júdez 1 sobre el suicidio médicamente asistido en el final de la vida, valiente entre otras cosas por su inicio «nudista». Quisiera dar la enhorabuena al autor y las gracias por el ejemplo, cunda entre otros decir de dónde vienen. Tras el desconcierto agradable de este reconocimiento inusual, paso a expresar algunos de mis pensamientos. Sin duda, la experiencia de Oregón tranquiliza en una primera lectura por este miedo al descontrol y el abuso que el autor señala correctamente. Por otro lado, inquieta el hecho de si hablamos de una necesidad ¿sentida?, ¿expresada?, ¿real?, ¿de quién? ¿Necesitamos otras formas de morir? Pero ¿quién las necesita?: ¿los ciudadanos, los pacientes, los políticos, los ideólogos, los líderes religiosos, los profesionales de la bioética? Del total de seres humanos podemos afirmar que todos van a morir. Algunos querrán ofrecer ese momento a un ser superior, otros a un ser querido, otros a sí mismos. Algunos querrían aprovechar la muerte de otro en su propio beneficio (éstos son los que representan la verdadera amenaza). La amenaza aparente es que, reconociéndolo o no, seguimos pensando que aquel que quiere algo no muy común debe ser «incapaz» o poco capaz de entender, porque si no querría lo que yo quiero (como los homosexuales que se quieren casar). Nos da miedo morir, en general, porque la muerte sin duda nos quita muchas posibilidades, aunque no todas. Por otra parte, es un miedo saludable, ya que aún tememos más al que no le teme (a la muerte) y la mira de frente y la utiliza en su propio beneficio. Entre este espectro de «valientes» incluyo al terrorista suicida y el que se suicida por «terror». De los primeros, paso. Me quedo con los segundos, seres humanos para los que la vida ya no resulta atractiva, enriquecedora, prometedora. No pienso ahora en los que salen de profundas simas de dolor y sufrimiento, pues éstos han encontrado el camino de vuelta a la vida (pero alerto también de sus necesidades, no vayamos a olvidarnos no sólo de los cuidados paliativos, sino de todo un continuo asistencial, social, familiar, laboral, etc.). Quiero pensar en los que, queriendo salir de la vida, no pueden, y piden ayuda para ello. ¿Se les puede socorrer legítimamente? ¿Se les puede ignorar legítimamente, manipular por intereses personales, políticos o religiosos? ¿Puede legítimamente Don Fulano de Tal, nacido en X, el día Y, hijo de Don y Doña Z, querer morir ya? Porque lo que nadie puede pretender (con fundamento) es no morir. ¿Puede Don Fulano disponer de su vida? Y si eso fuera aceptable para él mismo, ¿lo consentirán los demás, deberán consentirlo, tendrían que hacerlo? Otra cosa es si Don Fulano puede exigir ayuda para su huida hacia delante, pero si la pide, ¿habrá quien esté dispuesto a empujar su émbolo? ¿Sería mejor que lo apretase el propio Don Fulano? ¿Sería aborrecible que otro lo hiciera por él? Don Fulano, Ramón, Beatriz, etc., yo me desnudo al final 2 : también soy médica sin «sudar la bata» en la actualidad (aunque trabajo en el Área 9 del IMSALUD, y he vivido de cerca el