Pasolini, crítico de la sociedad capitalista (original) (raw)
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Partidario de la barbarie: Pasolini, Medea, 1969
El artículo muestra la utilización del mito que hace Pasolini en su película Medea (1969), en la que contrapone el mundo arcaico, bárbaro y mágico de Medea al moderno, civilizado y racional de Jasón. La oposición no implica solo un plano temporal (pasado / presente), sino también espacial (Europa / Oriente), y sirve al escritor y cineasta para expresar su crítica a la alienación de la cultura europea en un sentido amplio, que comprende desde las relaciones humanas a la justicia y la religión. Todos estos aspectos se articulan en una película de extraordinaria densidad cuya riqueza significativa no se agota en esta propuesta de análisis.
yo mismo me estoy adaptando a la degradación y estoy aceptando lo inaceptable. Maniobro para reordenar mi vida. Estoy olvidando como eran antes las cosas. Los amados rostros de ayer empiezan a amarillear. Ante miimplacable, sin alternativas-el presente. Y readapto mi compromiso para una mayor inteligibilidad (¿Saló?)". Pasolini, P. Abjuración de la trilogía de la vida Introducción Cuando en 1972, en La experiencia herética 1 Pasolini enunciaba los fundamentos para realizar una semiología de la realidad, estaba proponiendo que la imagen cinematográfica no es el lenguaje de la realidad sino la realidad como lenguaje. El discurso indirecto libre, como modo específico de la narración cinematográfica, constituye el paradigma de esta semiología en tanto construye la referencia solamente en la medida en que anula el referente. El intertexto que subyace explícitamente en estas reflexiones es el pensamiento de Bajtin (1919Bajtin ( -1974 Pasolini retoma este enfoque para afirmar que es en la poesía en "la lengua de la poesía" dónde mejor se muestra la contaminación, el "choque entre dos almas profundamente diferentes" 2 : la lengua del autor y la del personaje. Así entendida, la poesía no es competencia exclusiva de la literatura y puede extenderse a otros lenguajes como el cine siempre que muestre el desfasaje entre dos miradas que a la vez interactúan modificándose. Este tercer ojo o tercero del diálogo, opera como extrapolación de una mirada homogeneizada por la hegemonía de los tiempos. Sin embargo, fue necesaria una década para que el pensamiento teórico y estético de Pasolini encontrara su dimensión filosófica en la noción, acuñada por Deleuze (1985), de imagen-tiempo. Según Deleuze el estatuto de este nuevo cine deja ver una imagen directa del tiempo independiente del movimiento. A lo que se accede es al fundamento del 1 Pasolini, P.P. (1972) Empirismo eretico. Ed. Garzanti: Milán, 1972. (L´expérience hérétique. Ed.
Pasolini; Visiones del artista a través de su obra.
El aclamado director de cine italiano de pos-guerra Pier Paolo Pasolini tuve más que una vida violenta. Su obra refleja lo más oscuro y oculto de su vida, su muerte es más enigmática aún. El incomodo ensayista sigue siendo una figura de escandalización política hasta después de su muerte.
ESCRITOS CORSARIOS Pier Paolo Pasolini
NOTA DE INTRODUCCION La reconstrucción de este libro está confiada al lector. Es él quien debe reunir los fragmentos de una obra dispersa e incompleta. Es él quien debe recomponer pasos lejanos que sin embargo se integran. Es él quien debe organizar los momentos contradictorios en búsqueda de la unidad sustancial. Es él quien debe eliminar las eventuales incoherencias (es decir, búsquedas o hipótesis abandonadas). Es él quien debe sustituir las repeticiones con las eventuales variantes (o de otro modo aceptar las repeticiones como anáforas apasionadas). Tiene ante él dos «series» de escritos, cuyas fechas, ordenadas, se corresponden aproximadamente: una «serie» de escritos primeros y una «serie» más humilde de escritos complementarios, corroborantes, documentales. El ojo debe correr evidentemente de una «serie» a la otra. Nunca me ha sucedido en mis libros, salvo en éste de escritos periodísticos, pretender del lector un tan necesario fervor filológico. El fervor menos difundido del momento. Naturalmente, el lector es remitido también más allá de las «series» de escritos contenidos en el libro. Por ejemplo, a los textos de los interlocutores con los cuales polemizo o a quienes con tanta obstinación replico o contesto. Además, a la obra que el lector debe reconstruir, le faltan completamente materiales que son, sin embargo, fundamentales. Me refiero sobre todo a un grupo de poesías ítalo-friulesas. En torno al período que comprende, en la primera «serie», el artículo sobre los «blue-jeans» Jesús (17-5-1973) y el del cambio antropológico de los italianos (10-6-1974), y en la «serie» paralela, la reseña de Un poco de fiebre de Sandro Penna (10-6-1973), y la de Yo soy poeta de Ignacio Buttitta (11-1-1974) -aparecieron en «Paese sera» (5-1-1974)-siguiendo precisamente mi nueva tradición ítalo-friulesa, inaugurada en «Stampa» (16-12-1973) -cierto grupo de textos poéticos que constituyen un nexo esencial no sólo entre las dos «series» sino también en el interior de la propia «serie» primera, es decir en el discurso más actual de este libro. No puedo recoger aquí aquellos versos, que no son «corsarios» (o lo son en mucho menor grado). Por lo tanto el lector es remitido a ellos, en las referencias ya citadas, o en la nueva ubicación definitiva, es decir, en «La nueva juventud» (Einaudi Editore, 1975). 7 de enero de 1973 EL «DISCURSO» DE LOS CABELLOS* Decían: «La civilización del consumo nos ha nauseado. Protestamos de manera radical. Creamos un anticuerpo contra tal civilización mediante el rechazo. Todo parecía andar bien, ¿verdad? ¿Nuestra generación debía ser una generación de integrados? Y vean en cambio como son las cosas realmente. Oponemos la locura a un destino de "ejecutivos". Creamos nuevos valores religiosos en la entropía burguesa, precisamente en el momento que se estaba volviendo laica y hedonística. Lo hacemos con un clamor y una violencia revolucionaria (¿violencia de los no violentos?) porque nuestra crítica a la sociedad actual es total e intransigente.» No creo que, interrogados según el sistema tradicional del lenguaje verbal, ellos hubieran sido capaces de expresar de manera tan articulada el tema de sus cabellos; pero en sustancia era esto lo que decían. En cuanto a mí, aunque sospechase desde entonces que su «sistema de signos» fuese producto de una subcultura de protesta que se oponía a una subcultura de poder, que su revolución no marxista fuese sospechosa, continué por un tiempo de su parte, asumiéndolos al menos en el elemento anárquico de mi ideología. El lenguaje de estos cabellos, aunque inefablemente, expresaba «cosas» de Izquierda. Más bien de la Nueva Izquierda, nacida dentro del universo burgués (en una dialéctica creada quizás artificialmente por la Mente que regula, más allá de la conciencia de los Poderes particulares e históricos, el destino de la Burguesía). Llega 1968. Los melenudos fueron absorbidos por el Movimiento Estudiantil; se agitaron con las banderas rojas sobre las barricadas. Su lenguaje expresaba cada vez más «cosas» de Izquierda. (Che Guevara era melenudo, etc.) En 1969 -con los atentados de Milán, la Mafia, la trama negra, los provocadores-los melenudos se habían difundido extensamente: si bien no eran todavía la mayoría desde un punto de vista numérico, lo eran en cambio por el peso ideológico que habían alcanzado. Ahora los melenudos no eran más silenciosos: no delegaban al sistema de signos de sus cabellos la totalidad de su capacidad comunicativa y expresiva. Por el contrario, la presencia física de los cabellos había sido desplazada, en cierto modo, a una función distintiva. Había vuelto a funcionar el uso tradicional del lenguaje verbal. Y no digo verbal por puro accidente. Por el contrario, lo subrayo. Se ha hablado tanto desde el 68 al 70, tanto que, por un buen rato, no podrá hablarse más: se ha consagrado el verbalismo, y el verbalismo ha sido la nueva ars retorica de la revolución (izquierdismo, enfermedad verbal del marxismo). Aunque los cabellos -absorbidos en la furia verbal-no hablaban más autónomamente a los destinatarios trastornados, yo encontré de todas formas la fuerza para aguzar mi capacidad decodificadora y, en medio del ruido, traté de prestar atención al discurso silencioso, evidentemente no interrumpido de aquellos cabellos siempre más largos. ¿Qué decían ellos ahora? Decían: «Sí, es cierto, hablamos cosas de la Izquierda; nuestro sentido -bien que puramente sustentado en el sentido de los mensajes verbales-es un sentido de izquierda... Pero... Pero... » El discurso de los cabellos largos se detenía aquí: lo debía completar por mí mismo. Con aquel «pero» querían decir evidentemente dos cosas: 1) «Nuestra inefabilidad se revela cada vez más de tipo irracional y pragmático: la preeminencia que nosotros atribuimos silenciosamente a la acción es de carácter subcultural y, por lo tanto, sustancialmente de derecha.» 2) «Hemos sido adoptados también por los provocadores fascistas; que se mezclan con los revolucionarios verbales (el verbalismo puede llevar hasta la acción, sobre todo cuando la mitifica): y constituimos una máscara perfecta, no sólo desde el punto de vista físico -nuestro desordenado fluir y ondear tiende a homologar todas las caras-sino también desde el punto de vista cultural: en efecto, una subcultura de Derecha puede muy bien ser confundida con una subcultura de Izquierda. » En suma, comprendí que el lenguaje de los cabellos largos no expresaba más «cosas» de Izquierda, sino que expresaba algo equívoco, Derecha-Izquierda, que hacía posible la presencia de los provocadores. Hace una decena de años, pensaba, entre nosotros, la generación precedente, un provocador era casi inconcebible (salvo que fuera un magnífico actor): efectivamente, su subcultura era distinta, hasta físicamente, de nuestra cultura. Lo hubiéramos desenmascarado enseguida y le habríamos dado de inmediato la lección que merecía. Ahora esto no es posible. Nadie en el mundo podría distinguir por la presencia física a un revolucionario de un provocador. Derecha e Izquierda se han fusionado físicamente. Hemos llegado a 1972. En setiembre de ese año estaba en la ciudad de Isfahan, en el corazón de Persia. País subdesarrollado, como horriblemente se dice, pero también, como de manera igualmente horrible se dice, en vías de desarrollo. Sobre la Isfahan de hace diez años -una de las más bellas ciudades del mundo, sino la más bella quizás -ha nacido una Isfahan nueva, moderna y feísima. Pero por sus calles, camino del trabajo o de paseo, hacia la noche, se ven los muchachos que se veían en Italia hace una decena de años: hijos dignos y humildes, con sus bellas nucas, sus bellas caras límpidas bajo los fieros mechones inocentes. Y he aquí que una tarde, caminando por la calle principal, vi entre todos aquellos muchachos antiguos, hermosísimos y llenos de antigua dignidad humana, dos seres monstruosos: no eran exactamente melenudos, pero sus cabellos estaban cortados a la europea, largos por detrás, cortos sobre la frente, como estopa por la tensión, encolados artificialmente en torno del rostro con dos feos mechones sobre las orejas. ¿Qué decían sus cabellos? Decían: «Nosotros no pertenecemos a la masa de estos muertos de hambre, de estos pobrecitos subdesarrollados, demorados en la edad de la barbarie! Nosotros somos empleados de la banca, estudiantes, hijos de gente enriquecida que trabaja en las compañías petroleras; conocemos Europa, hemos leído. ¡Somos burgueses: y he aquí que nuestros cabellos largos testimonian nuestra modernidad internacional!» Aquellos cabellos largos aludían por lo tanto a «cosas» de Derecha. El ciclo se había cumplido. La subcultura del poder ha absorbido la subcultura de la oposición y se la ha apropiado: con diabólica habilidad la ha convertido pacientemente en una moda que, si no puede ser llamada fascista en el sentido clásico de la palabra es, sin embargo, de una «extrema derecha» real. Concluyo amargamente. Las máscaras repugnantes que los jóvenes se colocan sobre el rostro, tornándose obscenos como las viejas prostitutas de una iconografía absurda, recrean objetivamente sobre sus fisonomías lo que solamente ellos han condenado siempre. Han aparecido las viejas caras de los curas, de los jueces, de los funcionarios, de los falsos anarquistas, de los siervos bufones, de Azzeccagarbugli, de Don Ferrante, de los mercenarios, de los tramposos, de los hampones bienpensantes. Es decir que la condena radical e indiscriminada que pronunciaron contra sus padres -que son la historia en evolución y la cultura precedente-levantando contra ellos una barrera insalvable, ha terminado por aislarlos, impidiéndoles una relación dialéctica con sus padres. Solamente mediante esta relación dialéctica habrían podido tener una conciencia histórica de sí verdadera y avanzar más aIlá, «superar» a sus padres. En cambio, el aislamiento en el cual se encerraron -como en un mundo aparte, en un ghetto reservado a la juventud-los ha detenido en su inevitable...
Pier Paolo Pasolini, una fuerza del pasado
The relationship between literature and anti industrial criticism is very old. From the very begining of the Industrial Revolution, unrest suffered by many writers to the transformations motivated by the industry was constant: the English Romantic poets, Thoreau, Baudelaire, Dostoevsky, the Spanish literature of the late nineteenth century, etc., showed in their work mistrust and suspicion to the modernization process. In Italian literature there are numerous examples of anti-industrial criticism, and one of them was Pier Paolo Pasolini. Although never taken seriously, this aspect of his criticism was essential throughout his life, capturing it in numerous articles, interviews and books, from 1958 to the Scritti corsari and Lettere luterane at the end of his life. Pasolini believed that consumer-industrial society was a kind of fascism lot worse than the classical fascism, and accused it of having produced an anthropological mutation in the Italian people, destroying for ever the ancient preindustrial and peasant culture. La relación entre la literatura y la crítica antiindustrial es muy longeva. Desde los orígenes mismos de la Revolución Industrial el desasosiego padecido por muchos escritores ante las transformaciones motivadas por la industria fue constante: los poetas románticos ingleses, Thoreau, Baudelaire, Dostoievski, la literatura española de finales del siglo XIX, etc., mostraron en su obra desconfianza y recelo ante el proceso modernizador. En la literatura italiana existen numerosos ejemplos de crítica antiindustrial, y uno de ellos fue el de Pier Paolo Pasolini. Aunque nunca se ha tomado muy en serio, este aspecto de su crítica fue fundamental a lo largo de toda su vida, plasmándolo en numerosos artículos, entrevistas y libros desde 1958 hasta Scritti corsari y Lettere luterane al final de su vida. Pasolini consideraba que la sociedad industrial y de consumo constituía un fascismo mucho peor que el fascismo clásico, y le acusaba de haber producido una mutación antropológica en el pueblo italiano, destruyendo para siempre la milenaria cultura campesina y preindustrial.
Daniel Link. "Pier Paolo Pasolini: el propio Tercer Mundo, el propio subdesarrollo"
Leído en el marco del Coloquio Internacional "Pasolini y el Tercer Mundo" (Buenos Aires, UNTREF: 3.11.15) Pasolini: el propio Tercer Mundo, el propio subdesarrollo Daniel Link UBA/ UNTREF Varias veces en su vida Pasolini confesó su intención de abandonar Italia y esa misma intención parece dominar toda su obra. "Irse, o el suicidio", podríamos decir, glosando a nuestros maestros 1 . En una entrevista de Eugenia Wolfowicz en 1975 2 , Pasolini reflexiona sobre la relación de su obra con la sociedad de consumo. A la pregunta "¿Usted quiere decir que la sociedad de consumo invadió, incluso, Sicilia?", contesta:
2020
La mirada atenta de Pier Paolo Pasolini, uno de los mejores intelectuales y artistas italianos, acompañó a Italia desde el final de la guerra hasta los años 70. Un país que le vio nacer, un mundo campesino, humilde, lleno de vida, que se fue transformando con los años en un lugar dictado por la falsa moral, la hipocresía y las clases sociales altas que abatían al resto de población. Una Italia distinta, fruto del neocapitalismo y el fenómeno de masas, en la cual ya no tenía cabida la gente honrada. Los protagonistas eran los partidos políticos corruptos, la Iglesia y los burgueses. Con sus novelas, poesías, artículos, entrevistas y películas, Pasolini condujo una batalla intensa y complicada contra ese mundo que rechazaba. Una guerra que acabó tragicamente con su extraño asesinato, del que tan poco se sabe. Estos aspectos que componían la sociedad italiana de su época, tales como el capitalismo, la sociedad de masas, la familia y las relaciones entre padres e hijos, la juventud, el ...