PRIETO SAYAGUÉS, Juan A., "La nobleza y la reforma de los monasterios y conventos en Castilla durante la Baja Edad Media (c. 1369-1474)", en AIA, 83/296, 2023, pp. 197-241 (original) (raw)
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Resumen: Se analizan las diferentes dinámicas sepulcrales del poder laico en relación a la elección de sepulturas en los monasterios y conventos de Castilla durante la Baja Edad Media. A través del análisis de cada uno de los grupos de poder –familia real, oficiales de la corte, nobleza y oligarquías urbanas– se constatan diferentes dinámicas que van desde la concentración a la dispersión y desde la continuidad con los antepasados, hasta la ruptura. En dichas dinámicas intervinieron cuestiones como el poder alcanzado por un miembro del linaje, los cambios devocionales, la dispersión de los dominios señoriales, nuevas fundaciones monásticas o, del lado contrario, la falta de cohesión de un linaje. Todos estos y otros aspectos estuvieron presentes a la hora de la elección de la sepultura en un monasterio por parte de los poderosos. Abstract: The different sepulchral dynamics of lay power are analyzed in relation to the choice of graves in the monasteries and convents of Castile during the Late Middle Ages. Through the analysis of each of the power groups –royal family, court officers, nobility and urban oligarchies– different dynamics are verified. These dynamics were influenced by numerous issues, such as the power attained by a member of the lineage, devotional changes, dispersion of the lordly domains, new monastic foundations or the lack of cohesion of a lineage. All these and other aspects were present at the time of the choice of burial in a monastery by the powerful.
Resumen: Los prelados, la nobleza y el patriciado castellano mantuvieron estrechas relaciones durante la Baja Edad Media. Entre sus múltiples vías, en este trabajo se analizan aquellas que tuvieron como eje central y telón de fondo a los monasterios y la clerecía regular. En primer lugar, las derivadas de las donaciones realizadas por el poder laico a los cenobios de fundación episcopal. A continuación, las mantenidas por la benefactoría ejercida por los prelados hacia las fundaciones de nobles y oligarcas y, por último, aquellas otras en las que los vínculos derivaban de hechos del ciclo vital y que, de nuevo, implicaba a los monasterios y a la clerecía regular.
La cronística nos informa de la relajación de costumbres e inobservancia de la regla por las diferentes órdenes desde mediados del siglo XIV, como consecuencia de la peste. Sin embargo, también influyeron otros factores como el constante clima bélico, las crisis económicas y la entrada de los laicos en la vida monástica. Ello condujo a los mendicantes a demandar reformas, para lo que contaron con la protección de los poderosos. La nobleza, emulando el ejemplo de los monarcas, se implicó en la reforma conventual en sus estados señoriales. Por tanto, más que un movimiento unitario, fueron reformas que se desarrollaron en distintas épocas bajo inicitivas privadas. En Castilla, al igual que en italia, los franciscanos fueron los principales impulsores de la observancia que, en el caso de los dominicos, fue más tardía. La llegada de los Trastámara, además de poner en marcha un nuevo programa político, implicó un cambio espiritual y devocional. Con esta dinastía entraron en Castilla los jerónimos y cartujos, se aplicaron cambios a las órdenes más tradicionales de benedictinos y cistercienses y se gestaron las primeras reformas mendicantes. Son estas últimas las que se analizan en este trabajo, apreciándose diferencias entre las dos órdenes y en el seno de cada una de ellas.
Durante la Baja Edad Media, los monasterios y conventos ubicados en Segovia y su entorno, dieron cobijo a varios de los actores de la política castellana del momento, tanto a los miembros de la familia real, oficiales de la corte como a algunos de los principales nobles. Entre la nómina de cenobios figuran los cistercienses de Sotos Albos; los canónigos regulares de Párraces; los franciscanos de Segovia, Cuéllar y Ayllón; los dominicos de Segovia, Santa María la Real de Nieva y San Pedro de Riomoros; los jerónimos de El Parral y la Armedilla y la cartuja de El Paular. En sus dependencias se produjeron diversos acontecimientos políticos de importancia, sobre todo con los Trastámara, aunque se constatan otros anteriores, como negociaciones para pacificar el reino en los conflictos bajomedievales, reuniones de Cortes, etc. Por otra parte, varios miembros de la clerecía regular vinculados a Segovia, desempeñaron un papel de primer orden en la política castellana y en cuestiones político-religiosas relacionadas con las minorías religiosas. Entre estos religiosos cabe destacar el prior de Guadalupe y obispo de Sigüenza, Juan Serrano, miembro de la familia Contreras; el abad de Párraces, Pedro Fernández de Solís; el prior de El Parral, Pedro de Mesa y, sobre todo, el obispo dominico Lope de Barrientos, quien llegó a dirigir durante unos meses la política castellana, fue consejero real, maestro del príncipe y confesor y testamentario real.
Se analizan las relaciones mantenidas entre los poderes laicos y los monasterios y conventos de las ciudades de Castilla. Se muestra su contribución a la fundación y traslado de cenobios, desempeñando estos últimos una importante función socioeconómica en el seno de las ciudades, a través de las profesiones, como lugar de reunión, depósito y refugio y otras cuestiones relacionadas con el gobierno urbano. Tales vínculos hicieron que los frailes estuvieran inmersos en los problemas ciudadanos, interviniendo en diferentes asuntos como los conflictos banderizos o la cuestión judía
Desde la llegada al trono de la dinastía Trastámara los diferentes monarcas castellanos llevaron a cabo una serie de actuaciones respecto a las órdenes religiosas. Durante los primeros años, éstas estuvieron dirigidas, en su mayoría, a la orden franciscana, a lo que habría que sumar la introducción en Castilla de la orden de la Cartuja y las primeras fundaciones jerónimas. Sin embargo, las reinas Beatriz de Portugal y Catalina de Lancaster, junto al infante Fernando de Antequera, fueron los protagonistas del cambio devocional que se produjo en Castilla y que alcanzó su cénit al alcanzar la mayoría de edad Juan II. Desde finales del siglo XIV vieron la luz una serie de fundaciones dominicas y se reformaron algunos conventos por parte de estos personajes; de manera progresiva, comenzaron a confiar en los frailes de esta orden diferentes cometidos espirituales, sociales y políticos.
En el presente trabajo se analiza la evolución de las relaciones de benefactoría y protección entre la nobleza y el patriciado urbano, por una parte, y las órdenes religiosas, por otra, durante la Baja Edad Media castellana. Se pondrá el centro de atención en las diversas fundaciones monásticas y conventuales protagonizadas por estos grupos, así como las donaciones y la protección brindada a los centros religiosos. Se tratará de hacer un análisis de conjunto en torno a las diferentes órdenes religiosas que tuvieron presencia en Castilla durante el periodo de estudio: tradicionales –benedictinos, cistercienses y premonstratenses–, mendicantes –franciscanos, dominicos, agustinos y carmelitas–, redentoras de cautivos –trinitarios y mercedarios– y las órdenes que hicieron su entrada en Castilla en los primeros reinados Trastámara –jerónimos y cartujos–.
Resumen: La política religiosa de los primeros reyes Trastámara en Castilla trató de revitalizar la orden franciscana. Sin embargo, durante la regencia de Catalina de Lancaster y el infante Fernando se produjo un cambio devocional en la Corte en favor de la Orden de los Predicadores, que se mantuvo una vez alcanzada la mayoría de edad de Juan II. No obstante, durante estos años los franciscanos no cayeron en el olvido. Pese a su relegación por parte de la monarquía, fueron los miembros de importantes linajes castellanos los que se encargaron de fundar, proteger y mantener varios eremitorios y conventos vinculados a esta orden en sus dominios territoriales. Abstract: The religious policy of the early Trastamaran kings in Castile sought to revive the Franciscan Order. However, during the regency of Catherine of Lancaster and Prince Fernando there took place a devotional change in the Court in favour of the Order of Preachers, which continued after Juan II had come of age. Nevertheless, during these years the Franciscans were not forgotten. Despite their fall from favour with the monarchy, it was members of leadiing Castilian families who were responsible for founding, protecting and maintaining several hermitages and monasteries linked to this order within their own territorial domains. Durante el reinado de Juan II nos encontramos con un juego de fuerzas entre la monarquía y la nobleza, cuya balanza estuvo en constante cambio, inclinándose por una u otra opción según el momento. Ambos poderes emplearon las diferentes órdenes religiosas como un elemento de identidad y memoria en los espacios de su dominio para hacer más efectivo su poder y control territorial, actuando como un instrumento al servicio de la dimensión señorial. Sus titulares se hicieron con el patronato de los cenobios instalados en sus territorios y, en muchos casos fundaron otros, actuando en sus dominios señoriales como el monarca en sus reinos. Sin embargo, mientras que durante los primeros reinados Trastámara la monarquía protagonizó varias intervenciones de interés respecto a la orden franciscana, 1 Investigador predoctoral FPU en el Departamento de Historia Antigua y Medieval de la Universi-dad de Valladolid. 2 Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación «Poderes, espacios y escrituras en los
Monasterio de Piedra, un legado de 800 años. Historia, Arte, Naturaleza y Jardín, 2019
Para atajar la relajación a la que la Orden Cisterciense había llegado fue necesario promover una serie de reformas con la finalidad de revitalizar el espíritu original de la Orden. Así, a partir del siglo XV se impulsó la fundación de diferentes congregaciones con la intención de volver a una observancia más austera, siendo la primera de estas la Congregación de Castilla (1425). Por su parte, los cenobios de Aragón ‒entre los que se encuentra el de Piedra‒, Cataluña, Valencia y Mallorca se unieron en 1616 en la Congregación Cisterciense de la Corona de Aragón, a los que se añadieron en 1634 los de Navarra. En materia artística y arquitectónica, las constituciones de la Congregación Cisterciense aragonesa nada determinan. Sin embargo, como trataremos de demostrar tomando como ejemplo concreto el Monasterio de Piedra, en la práctica los cenobios aragoneses fueron objeto de importantes reformas para adaptarlos a las necesidades surgidas tanto del seno de dicha Congregación como de los tiempos modernos.