El mundo illegible de Lucrecia Martel: el oído y el tacto en "La ciénaga" (2001) y "La niña santa" (2004) (original) (raw)
2024, Revista Casa de las Américas
En este artículo, analizo las películas ‘La ciénaga’ (2001) y ‘La niña santa’ (2004) de la directora argentina Lucrecia Martel, enfocándome en la composición sonora y táctil que trasciende la trama. Propongo considerar ese mundo que la crítica especializada ha calificado como ilegible en Martel, pero eliminando su carácter asignado de ilegibilidad. En estas películas, Martel crea diversas posibilidades sensoriales para los cuerpos pero interrumpe la capacidad de los personajes de comprender su contexto y resolver sus conflictos. Esta composición, lejos de ser inaccesible, revela múltiples percepciones al espectador. A través de esta estrategia, sugiero que Martel promueve un abandono de la conciencia moderna individual, renunciando a la búsqueda de legibilidad en el cine a través de la trama y proponiendo una exploración de lo que queda en la intemperie del sentido. Este desbordamiento genera formas de percepción tan legítimas como la propia trama, permitiéndonos reflexionar sobre lo real. Este texto responde a la pregunta sobre cómo la forma inscribe maneras de concebir la realidad con igual intensidad que la trama de un filme. Lo político de estas dos películas es que a través de esta multiplicidad de percepciones Martel sugiere un abandono de la conciencia individual. Este abandono de la conciencia se muestra en cómo el mundo no se revela como una experiencia fenomenológica ante la conciencia de los personajes. Siempre ocurre fuera de la perspectiva individual de la conciencia humana, del sujeto ante el cual deberían aparecer los fenómenos. Sus personajes nunca terminan de entender la realidad en que viven. Con esto, Martel se aleja de la vocación política militante centrada en el individuo que a menudo caracteriza el cine latinoamericano del siglo XX, proponiendo una visión que descentra la figura del individuo frente al mundo apocalíptico en el que vivimos. Su mensaje es que debemos reconocer que este mundo no está hecho a nuestra medida, y que la conciencia humana, que había sido el anclaje de la modernidad, ya no es suficiente para percibir este mundo en su totalidad.