Algunas reflexiones sobre la duda y la creencia (original) (raw)
2009, Cuadernos de Sistemática Peirceana 1
En el artículo “La fijación de la creencia” Peirce propuso que la única función del pensamiento es el establecimiento de la creencia y que el proceso de fijación de la creencia parte de una duda y termina con el establecimiento de la creencia es denominado “investigación” (CP 5.374–375, 1877). En ese momento pensaba que había al menos cuatro métodos para fijar creencia: tenacidad, autoridad, a priori y científico. Para el caso de la indagación científica, empezó a sostener desde 1898 que el método que se debía usar es el establecido por las tres etapas de la investigación: abducción–deducción–inducción. Aquí de lo que se trata, entonces, es que una duda asalta al investigador, frente a la cual éste debe proponer una hipótesis que dé cuenta del problema que se ha configurado (abducción), para luego extraer las consecuencias de esa hipótesis (deducción), y a continuación, escoger algunas de esas hipótesis para ponerlas al fuego del experimento, de tal suerte que si esas consecuencias resultan verdaderas, entonces podemos sostener (provisionalmente) que las otras consecuencias de la hipótesis también lo serían (inducción). En un trabajo anterior (Niño, 2007) he intentado mostrar que para Peirce es el procedimiento inductivo el que nos permite, finalmente, despejar la duda original, y en este papel de fijar la ‘creencia científica’ (que en adelante denominaré opinión científica, siguiendo la primera Cambridge Conference de 1898, cf. CP 1.616–648) no tienen un papel directo ni la abducción ni la deducción. Sin embargo, cabe preguntarse si es posible o deseable que todas nuestras creencias tengan este carácter de ‘opinión científica’. Por ejemplo, si nos presentan a alguien que dice llamarse “Juanilo”, y nunca hemos escuchado ése nombre, por lo que nos parecería ‘sorprendente’ que alguien se llamase de esa manera, ¿acaso deberíamos proceder según las diferentes etapas de la investigación científica para constatar que ése es su nombre? Pero incluso, si al recién presentado le dijéramos: “¿Juanilo?”, y éste nos respondiera con convicción: “¡Sí, Juanilo!”, ¿no debería bastarnos con eso para apaciguar nuestra duda? Nótese que en este caso, nuestra manera de proceder sería la de aceptar esa información y fijar nuestra creencia con respecto a su nombre por el método de autoridad. (CP 5.379, 1877). El propósito de este trabajo es indagar algunas de las condiciones bajo las cuales fijamos dudas y creencias, teniendo como telón de fondo las propuestas de Peirce. Para ello se recoge la distinción tradicional entre contenido y actitud frente a una proposición y las diferentes características de cada una de ellas, para luego introducir una serie distinciones que permitan abordarlas. Esto permitirá, abordar bajo un enfoque diferente la noción tradicional de ‘conocimiento’ como ‘creencia verdadera justificada’.