Cervantes y Avellaneda. Apuntes para una relectura del Quijote (original) (raw)

El influjo del Quijote apócrifo de Avellaneda en la segunda parte de Cervantes parece haber sido mayor de lo que la crítica ha venido reconociendo habitualmente. Cervantes en el Quijote de 1615 reacciona contra Avellaneda -y utilizo el término empleado por Menéndez Pidal 1de diferentes formas; la más evidente es, sin duda, la respuesta directa al continuador que encontramos a partir de II: 59. Pero hay otros tipos de reacciones no tan claras, menos reconocibles por hallarse en muchos casos antes de II: 59, que están solicitando una atención desprejuiciada por parte de los estudiosos. No me estoy refiriendo a los episodios cuyo paralelo con otros análogos de Avellaneda son indiscutibles, 2 como podría ser el frustrado y pacífico combate entre los escuderos (II: 14; Ave 32 y 33), 3 el engaño de don Quijote ante una representación teatral (II: 26; Ave 27), o el recibimiento en casa de personajes nobles (II: 30 y ss.; Ave 32 y ss.); ni tampoco a lo que podríamos denominar cambio de modelo narrativo, es decir, el abandono de la quijotada (entendida como escenatipo en la que el hidalgo loco, violentamente decepcionado en su intento de convalidar un elemento de su fantasía, halla una explicación mágica para la inadecuación entre imaginación y realidad) y el recurso a un tipo de escena en la que el diálogo sustituye a la acción y la apertura a la cerrazón diegética. 4 A ninguno de estos elementos simétricos, o por semejanza o por repulsión, aludo; me refiero, más bien, a esos puntos del relato en los que Cervantes reacciona contra su competidor de modo velado, y en los que una atenta mirada podría descubrir los síntomas de una reelaboración tardía, achacable, también ésta, a la animadversión por Avellaneda.