ANTROPOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN (original) (raw)

PRESENTACIÓN Como es sabido, la Antropología de la Educación es una disciplina de muy reciente aparición en los planes de estudio de la Facultad. No ocurre esto en otros ámbitos geográficos, donde la Antropología de la Educación goza ya de un aquilatado prestigio, no sólo por su presencia curricular en los planes de estudio universitarios sino –y principalmente– debido al dilatado volumen de literatura científica existente. Puesto que la formación científica y pedagógica de los/as profesionales de la educación no puede restringirse a una capacitación puramente técnica, es preciso recuperar para estas profesiones la amplitud de miras característica de los saberes liberales; magnitud que no implica necesariamente falta de rigor científico y mucho menos puede confundirse con la vaguedad propia del sermoneo culto. Sin marginar su dimensión técnica y tecnológica, no cabe olvidar que la educación es una tarea esencialmente humana y humanística. El producto de cualquier trabajo humano participa en alguna medida de las características de su autor. Esta intuición quedó acuñada por la tradición aristotélica en dos filosofemas: " todo agente obra produciendo algo similar a él " y " el obrar sigue al ser ". El hombre, en efecto, comunica a sus obras parte de su ser, de manera que incluso en aquellas que son más externas y objetivas, se pueden rastrear las huellas de quien las produjo. El hombre es un " animal cultural " : humaniza todo lo que hace, e incluso lo que conoce. Se puede afirmar que nada ante el hombre queda en puro " estado de naturaleza ". Si esto se puede decir de cualquier trabajo humano, con mucha más razón cabe atribuirlo a la tarea educativa que, no sin motivo, fue descrita por Kant como el proceso de " humanización del hombre " ; proceso que, por cierto, tampoco es puramente natural sino cultural: no transcurre de una manera estereotipada y siguiendo leyes fijas y necesarias, sino en función del ser libre propio del hombre. De ahí la necesidad de facilitar a los futuros profesionales de la educación –y también a quienes ya se dedican activamente a ella, a través de la formación inicial y permanente– un conocimiento preciso de las características antropológicas más relevantes por su incidencia en el proceso educativo, a su vez dentro del ámbito de un compromiso moral y existencial del educador con la tarea de su propia " humanización " , condición indispensable para que pueda ayudar en la de las personas que le han sido confiadas. Esta dimensión antropológica de la formación del pedagogo es la única capaz de facilitar la auténtica madurez del compromiso ético mencionado, compromiso cuya hondura contribuirá a que las profesiones educativas gocen del prestigio y confianza que la sociedad debe poder depositar en ellas.