Estudio sobre Asignaciones Familiares en Argentina citado en artículo "Protección Social", Página 12, 1 de junio de 2013, Buenos Aires. (original) (raw)
Abstract
La distribución progresiva del ingreso no es un suceso mágico, ni una bendición divina. Es un espacio de disputa y ruptura con sujetos económicos de intereses antagónicos en el cual el Estado, a través de diversas medidas, orienta el modo de reparto de la riqueza. Existe la convención política de postular la aspiración colectiva de mejorar la distribución del ingreso. La expresan representantes sociales y políticos diversos, y es un anhelo manifestado por sectores acomodados de clase media y alta. En diálogos habituales en ambientes fraternos, en análisis periodísticos o en discursos variados aparece la preocupación por los niveles de pobreza y las condiciones materiales de grupos sociales vulnerables. Este acuerdo global en el mundo de los deseos de igualdad, como en un cuento infantil de buenas intenciones, empieza a crujir cuando se enfrenta a la cuestión terrenal de concretar en hechos la mejora en la distribución de la riqueza. Para avanzar en ese sentido, sectores socioeconómicos ubicados en rangos medios y elevados de ingresos deben aportar más (impuestos) o recibir proporcionalmente menos (diferentes mecanismos de transferencias monetarias directas e indirectas el Estado) en comparación con la población que ocupa la base de esa pirámide. Aquí es donde emergen las tensiones porque empiezan a colisionar las frases políticamente correctas de querer un país con menos pobres, de mayor inclusión social, con la realidad de quienes deben disminuir un poco sus privilegios en términos relativos para poder alcanzar el objetivo redistributivo. En esa instancia aparece la reacción defensiva, protestando por la elevada presión tributaria, la observación negativa a la moratoria previsional porque beneficia a personas que no hicieron la totalidad de los aportes correspondientes, el cuestionamiento a la política de favorecer en una primera etapa el aumento de las jubilaciones mínimas en comparación con el resto, el incentivo de las paritarias con negociaciones que mejoraron el salario en términos reales y otras medidas en esa dirección hasta, finalmente, la crítica a la Asignación Universal por Hijo porque no fomenta la cultura del trabajo y, con más furia, la descalificación que dice que quienes la reciben no son merecedores.
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