ANTIQUAE LECTIONES. SEGUNDA EDICIÓN (original) (raw)
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transcurrido un decenio desde la primera edición de esta Introduc-ción: durante estos años la población mundial ha encontrado el modo de crecer mil millones más y los demógrafos han elaborado métodos y conceptos para comprender mejor la evolución actual. Se hacía necesaria una nueva edición del libro que tuviera en cuenta las novedades, allanando al mismo tiempo aquellas dificultades, siempre complementarias, que docentes y estudiantes habían encon-trado al utilizarlo. Trabajar en la nueva edición de un libro plantea cuestiones análogas a las que afronta el que decide renovar la casa en que ha vivido mucho tiempo. ¿De-rribarla y construirla de nuevo? ¿Reestructurar lo que existe, demoliendo los muros y levantando encima los nuevos? O, simplemente, ¿retocar el revoque y pintar las paredes? Después de dudado mucho he decidido mantener sustancial-mente invariable la estructura de los capítulos y la secuencia de los temas, inte-grando y reescribiendo aquellas partes que la docencia-y la experiencia de co-legas y estudiantes-han demostrado inadecuadas, por contener lagunas o por ser de difícil asimilación. Todo el texto-que mantiene una longitud casi invariable -ha sido íntegramente revisado; los ejemplos han sido en gran parte re-hechos; los cuadros, los gráficos y la bibliografía han sido modificados, actuali-zados y completados. La simbología adoptada es más coherente. Cuando ha sido posible, he buscado la forma de deshacer los nudos, limar las asperezas y resol-ver las discontinuidades, para mantener y reforzar el equilibrio entre la presenta-ción de los métodos y la discusión de los problemas que había planteado la pri-mera edición. Se ha añadido un nuevo capítulo (el último, sobre los «Métodos indirectos del análisis demográfico») para facilitar el estudio de la población de los países en vías de desarrollo, bastante menos ricos en datos y para los cuales los méto-dos tradicionales utilizados en los países desarrollados no encuentran ninguna aplicación. Gustavo De Santis, profesor de la Universidad de Messina, es autor
I engage in a retrospective journey that will cover briefly the actual stadium of poetry within the Hispanic world. Within the last three decades, it seems we have seen a decay of enthusiasm among critics, in view of the apparent absence of sturdy poetic figures within the literary canon and on the list of prospective candidates who could compete towards getting a Nobel Price in Literature. My discourse attempts to persuade readers to realize that the interest in narrative fiction on the major publishers has impacted negatively the production and preference for poetic creations.
Antiguedades De Los Judios Tomo-II
Comprende un lapso de cuarenta años CAPITULO I David es rey de una sola tribu, en Hebrón, mientras el resto de la multitud reconoce como rey al hijo de Saúl 1 En la Biblia los condenan a muerte, y les cortan luego las manos y los pies.
ElEL ANTIGUO RÉGIMEN Corresponde a la Historia de la Cultura el haber elevado las denominaciones de Antiguo y Nuevo Régimen al nivel de categorías históricas. Desde que los historiadores de la Cultura las consagraron (en el primer tercio del siglo XX), tales palabras se escriben con mayúscula y poseen un significado muy preciso. Realmente, ya en 1792 Barnave, un historiador que vivió como protagonista activo los hechos revolucionarios en Francia, habla sistemáticamente del "antiguo régimen" cuando se refiere al sistema vigente antes de la Revolución Francesa; de lo que se infiere que el sistema salido de la Revolución debe designarse como nuevo régimen. El Antiguo Régimen se refiere a una época histórica anterior a la Revolución, y el Nuevo a una época posterior a la Revolución. No es fácil precisar "desde cuándo" puede hablarse de Antiguo Régimen (¿Es Antiguo Régimen, por ejemplo, el feudalismo?: algunos aspectos nos inducen a una respuesta positiva, otros a una respuesta negativa); ni tampoco "hasta cuándo" (¿hasta hoy mismo?) se extiende el Nuevo Régimen. Lo cierto es que la diferencia entre uno y otro se manifiesta de manera bien palpable cuando analizamos la magnitud del salto que supone la Revolución. Primero tenemos que examinar en qué consisten uno y otro régimen, para precisar luego lo que es la Revolución. En el siglo XVIII afloran una serie de tendencias, como el centralismo o la racionalización administrativa, que luego va a llevar a término la Revolución: hasta el punto de que puede decirse sin exagerar demasiado que, en determinados casos, la Revolución no hizo sino terminar o conducir hasta su plenitud una serie de programas elaborados en la fase final del Antiguo Régimen. Sobre esta especie de contradicción (la Revolución vino a hacer muchas cosas que el Antiguo Régimen tenía ya proyectadas) habremos de recaer con frecuencia, para tratar de comprender el sentido de los hechos. Y no es esto sólo, sino que en el siglo XVIII nacen y se desarrollan las ideas en que habrá de basarse la Revolución: una filosofía que los gobernantes de los sistemas que van a caer no hacen nada por combatir, y que, proliferando por doquier, pone las bases ideológicas del Nuevo Régimen mucho antes de que éste nazca oficialmente. Así, los revolucionarios, cuando se lancen a la empresa, no tendrán absolutamente nada que inventar; les bastará limitarse a poner en práctica lo que otros, antes que ellos, teorizaron. Por todas estas razones, la realidad histórica del siglo XVIII no parece que deba considerarse como el paradigma del Antiguo Régimen, ni puede, en sentido estricto, llamarse tal "todo y sólo" lo que constituye esa realidad histórica. La naturaleza del Antiguo Régimen es más amplia y más profunda. Pero lo que fue derribado por la Revolución si fue, de hecho, la realidad vigente en el mundo occidental en el siglo XVIII, y de ahí necesariamente hemos de partir. Precisamente porque aquello que derribaron los revolucionarios ya no se conformaba en muchos aspectos con la esencia o la "razón de ser" del Antiguo Régimen, fue la Revolución una aventura no demasiado difícil —por lo que se refiere a sus posibilidades de éxito— y vio caer al viejo sistema con sorprendente rapidez. CARACTERES IDEOLÓGICOS DEL ANTIGUO RÉGIMEN. En lo ideológico, predominan la "homogeneidad" y la "firmeza" de las convicciones. Los hombres de la cultura occidental creen las mismas cosas fundamentales, y además están absolutamente seguros de lo que creen. No es que no existan materias opinables, o que no se enzarcen en apasionadas discusiones sobre ciertos temas. No hay una absoluta unidad de fe, porque ya