Comisión Internacional de Evaluación de Debate · Segunda edición (2020) (original) (raw)

2020, Notas Introductorias

La práctica del debate o, en su caso, de actividades similares, ha acompañado a la mayor parte de civilizaciones a lo largo de la historia, no siendo un rasgo exclusivo de la cultura occidental (p.e.: los tlatoani y huey tlatoani mexicas; los gimnosofistas hindúes; la Escuela de los Nombres china), pero sí consiguiendo una mayor relevancia en ésta para nosotros (desde los sofistas griegos, escépticos pirrónicos, estoicos grecolatinos hasta los retóricos sacros, la Academia de Oradores de París, las hermandades anglosajonas…). Si bien es cierto que dicha práctica no siempre ha tenido continuidad ni se ha desarrollado simétricamente en los que hoy consideramos como países occidentales-debido al establecimiento de poderes que no tienen la necesidad de rendir cuentas al pueblo sobre sus acciones-, la implantación del sistema democrático en la mayoría de países occidentales y el impulso y desarrollo de dicho sistema en los no-occidentales ha convertido, una vez más, la práctica del debate en una actividad relevante para la educación de la ciudadanía. No obstante, la apertura del espacio público a través de la política ha sido acompañada-en la mayor parte de los casos-de la apertura económica, que se ha materializado en la globalización y que, desde hace algunas décadas, ha venido potenciando la misma actividad debido a su relación con disciplinas como la publicidad, el periodismo o el marketing y por la creciente relevancia del discurso en el mercado (p.e.: campañas de Apple, Coca-Cola, etc.). En este contexto, la creación de clubes y aulas de debate y de las consiguientes competiciones suele estar relacionada más con el entorno de las universidades privadas y las élites sociales que con la totalidad de universidades estatales en los diferentes países, occidentales o no. Además, como ya se ha dicho, este surgimiento está estrechamente ligado con las características políticas y económicas de los países. Un estudio pormenorizado de todo ello es una tarea que no nos ocupa en la actualidad, aunque sea de máximo interés; tampoco centra nuestra labor el desarrollo del tejido formativo y competitivo de los anglosajones, no más que como una referencia. Por el contrario, habiendo establecido algunas pinceladas históricas y características políticas y económicas, nuestra atención se dirige al circuito de debate hispano que, si bien comprende realidades muy diferentes entre sí, comparte aún más similitudes. El circuito de debate hispano no es, a día de hoy, una realidad afianzada (al menos no contando con España en dicho circuito ni, a su vez, con otros países latinos). Si bien han existido, incluso hace más de diez años, diferentes participaciones de aulas latinas en torneos españoles y viceversa, y a pesar de la existencia del Campeonato Mundial Universitario de Debate en Español (CMUDE), dichos eventos constituyen espacios de competición de duración breve que no se han traducido ni materializado-por lo general-en la creación de más y mejores espacios comunes entre los diferentes países miembros.