"Un Silencio Atronador" (original) (raw)
Un NIÑO llora por la noche llamando a su padre. El padre responde. ¿Tal vez por tener sed, o por haber tenido una pesadilla, o por estar atrapado en las sábanas de la cama? No, solo necesita un mimo reconfortante. Necesita saber que no está solo. En The Quiet Earth de Craig Harrison-publicado por primera vez en 1981 y débilmente adaptado en una película de culto de ciencia ficción cuatro años luego-no es un niño quien despierta, sino un adulto, nuestro narrador. John Hobson no está solo en la oscuridad, sino que lo está con un destello de luz a las 6:12 a.m. en la habitación de un motel en Thames, en North Island, Nueva Zelanda. Y cuando llama al mundo, nadie responde. Cada hogar, cada automóvil, cada tienda y cada calle están desiertos. El concepto corta tan limpiamente a través del corazón de nuestros miedos más básicos que la cosa más sorprendente, al adentrarte en la novela, es el percatarse de que no has leído la historia antes. ¿Qué ocurrió? Cualquier, cualquier explicación aminoraría el pánico…luché para ser objetivo… Una enorme soledad y desolación, una sensación no de ser observado, sino de ser ignorado, totalmente abandonado, era todo lo que pude despejar de la confusión y el miedo. Y esto parecía más insidioso debido a que, incluso ahora, era irreconocible, podía sentir mi mente repeliendo ciegamente su forma, un crecimiento distendido hecho de sentimientos que siempre tuve. Esta cualidad del hombre común, la camaradería del extremo, permite al primer truco narrativo aparecer. Es tan sencillo sentir el apuro en el que se encuentra Hobson que nos agrada sin que esta simpatía haya tenido que ser establecida a través del acto o la palabra. Y esto queda abierto para que el autor establezca un conflicto entre nuestra lealtad instintiva hacia aquel que sufre y la clase de hombre que Hobson realmente podría ser. Con un sigilo certero, la pregunta cambiante pasa de «¿Qué haría yo?» a «¿Qué podría hacer Hobson-y lo habrá hecho en el pasado?» Es un oscuro y desorientador giro. Mientras el personaje se mueve a través de su mundo descompuesto, nos damos cuenta que él podría estar implicado en su descompostura. Conforme se nos revela más de los fallos y de la fragilidad de Hobson, más dudamos de él. En manos torpes, un narrador no fiable es un truco barato, diseñado más para frustrar que para manipular. Aquí está cuidadosamente empleado. Los laboratorios de genética en los que Hobson trabajaba, el cadáver en la silla, la visión en el oscuro camino, los recuerdos de un hijo autista, los intentos tentativos de Hobson por unir todo y hallar una explicación: nada de esto es incidental. En el momento exacto cuando comenzamos a entender los términos del marco de referencia que se nos permite, todo cambia de nuevo, y esto requiere que haga una última revelación de la trama. Hobson no está solo. Otro hombre ha sobrevivido: Apirana Maketu, o el maorí, como nuestro narrador insiste incómodamente en llamarlo (aunque en realidad hay tantas cosas sobre el narrador que son incómodas). Aquí estamos, a poco menos de la mitad de la novela, y finalmente el potencial de un conflicto externo se presenta. Harrison da rienda suelta. Dos hombres, un maorí y un pakeha, un soldado y un científico, ambos sin nadie con quien más ir. Pero eso no significa que tengan que llevarse bien. Capítulo Uno El empuje de la Tierra me tomó por la espina, mis miembros se extienden por el espacio. Hubo un aliento pulsante perteneciente a una caída en espiral, el aire arreciaba, y luego se tranquilizaba. La rendija de luz abrió mis párpados. Era brillante, drenada de colores, dolorosa. Un inmenso silencio se apresuró a mi alrededor. Mi garganta intentó producir un sonido, de rechazar al silencio. La luz pulsó rojez. Entonces el silencio se expandió. Estaba sentado verticalmente sobre la cama respirando azarosamente y mirando hacia la pared. La luz del sol se filtraba hacia la habitación del motel a través de las láminas de las persianas. Lucía como si hubiera estado despierto y dormido por años. Me acosté y recordé dónde estaba. El silencio persistía. El reloj a lado mío se había detenido a las 6:12. Lo tomé, lo agité y el minutero empezó a caminar de nuevo. ¿Cuánto tiempo había estado detenido? Me levanté y me dirigí a la ventana que tenía vista hacia la carretera principal; mi brazo se movió hacia el cordel de la persiana. ¿Qué? Me pausé. ¿Qué estaba ocurriendo? El movimiento habitual de cada día, ordinario, de abrir las persianas, había sido interrumpido por algo, por un impulso de detenerme, que no tenía un origen sensible en lo absoluto. Fue tan curioso y extraordinario que me había pausado, no por el impulso en sí, sino por un esfuerzo consciente de encontrarle una razón. Pero había olvidado. Mi mente parecía resistirse. El silencio se volvía más pesado. Era justo como olvidar el nombre del lugar que has visitado docenas de veces; lo tienes justo en la punta de la mente, pero no logras hallarlo. Te mueves y piensas, y cuando no hallas respuesta, solo continuas. Quizá, más tarde, lo sabrás. Entonces me incorporé y abrí la persiana hacia la enorme luz. escurría por el parabrisas, alterando la vista de las tiendas, el pavimento, sombras, el sol, el auto, la sombra del auto, en fragmentos distorsionados, con un brillo más limpio. Todo era real y presente. Salí del auto, dejando a la puerta deslizarse y cerrarse con un sonido metálico, que siguió el sonido que la bocina había hecho, propagándose a lo largo de toda la calle, en ambas direcciones, haciendo eco y siendo absorbido mientras se alejaba. El sol era intenso ahora. Me paré sobre la acera mirando al auto en medio del camino, sin desear acercarme. Era un Datsun rojo. Si había sido abandonado repentinamente, ¿no deberían de estar las puertas abiertas? Demonios. Me aproximé mientras lo miraba cautelosamente, cuidando mi vista del sol. No había nadie. Abría la puerta del conductor. El encendido aún funcionaba. La gasolina se había terminado; las baterías estaban bajas. El motor estaba en neutral; se había detenido en la intersección. El freno de mano no estaba puesto. Hacía mucho calor dentro, me acerqué al extremo del asiento y me paré para probar la puerta, para ver si se cerraba por sí sola si la dejaba. Se mantuvo abierta. Mientras me apoyaba en la puerta, miré hacia el asiento del conductor y vi el cinturón de seguridad, aún abrochado, estirándose ligeramente a través del asiento. Cerré la puerta y retrocedí varios pasos. Mi primer instinto fue correr hacia el Marina y largarme. Pero detuve el impulso. Mucha gente no usa sus cinturones de seguridad. Los dejan sobre el asiento y jamás se enteran. ¿Abrochado? Sí, ¿por qué no? La gente es extraña. Hace cosas raras. Siempre hay explicaciones. ¿Entonces qué? ¿Qué es de todo esto? ¿El set de una película? ¿Un experimento? Es un ejercicio de la Guardia Civil, y nadie e dijo. Soy un extraño; ellos lo olvidaron. ¿La verdad? Un desastre, todos se fueron, evacuaron, se olvidaron de mí. Muchas explicaciones. De regreso en mi auto encendí el motor ruidosamente y me dispuse a conducir alrededor del pueblo. Sin pistas ni señales en la estación de policía o en el centro postal. Sin gente en ninguna parte, ni siquiera en las calles residenciales. Todas las casas estaban cerradas y aseguradas. autos vacíos estaban detenidos en lugares extraños por varios caminos. Revisé dos o tres, luego pasé de los demás. El sonido de mi bocina por las calles no atrajo ninguna respuesta. Aceleré de regreso a la calle principal y aparqué donde me había detenido antes. Tenía que encontrar un radio de transistores. Había una tienda de electrónicos cerca. La puerta estaba bloqueada. En la ventana un reloj digital marcaba las 6:12. Mis ojos se apartaron rápidamente. Volví, conseguí una palanca de neumático del auto y golpeé el cristal de la puerta. El ruido fue un serio ataque sobre el silencio. No hubo ninguna alerta. Esperé, escuchando. No había sonido de ningún ave o animal. Mis pies quebraron trozos de cristal al entrar a la tienda. Me estremecí, repentinamente, ante el fresco. Había un teléfono, lo descolgué y esperé por el tono de llamada, pero estaba totalmente extinto. Mientras seleccionaba un radio de mano portable revisé si tenía baterías, luego lo encendí y posicioné el marcador en onda media, de 530 a 1600 kHz. No había más que estática. Con el sonido tan alto que el chispeo y el silbido sonaban como las abrasiones de cable de púas contra papel de lija grueso, aún nada. Luego de volver a revisar conexiones e intentar de nuevo, lo apagué. Un radio portable más largo fue el siguiente. En el momento en el que presioné el botón superior, transmitió música y alejé mi mano apresuradamente. El sonido de El Mesías de Handel se desenvolvió a través de las paredes y brotó hacia la calle, viva y vibrante con voces. Mi piel se volvió cálida, mis tensos músculos dentro mío se relajaron. Una transmisión, ¡había una estación de radio transmitiendo! El alivio repentinamente me hizo sentir patético y agradecido. Quería disculparme, enmendarme por el vacío en mi vida y sus aterradores silencios que me dejaban vacío de lo que sea que necesitaran de mí, como si el miedo de la última media hora hubiese sido hecho para mí, para sacudirme y cambiarme. Pero es tarde. Quería decir, intentaría entender qué salió mal. Supe esto solo por un momento. Luego volteé hacia abajo. Las cintas de un casete daban vueltas a través de un panel plástico. No era una transmisión de radio. Solo una cinta. La etiqueta se leía: Selecciones:
El discurso silencio Desvarios editoriales en torno a Caja Muda-Caja Silencio la ausencia es el primer lugar del discurso Michel Focault -"¿Qué es un Autor?" Ese juego insensato de escribir Mallarmé ¿Donde están las palabras, la casa, mis antepasados, donde están mis amores mis amigos?.No existen mi niño.Todo está por construir.Debes construir la lengua que habitarás. Construir la casa donde no vivas solo y encontrar los antepasados que te hagan más libre. Y debes construir la educación sentimental con la que amarás de nuevo. Tiqqun o Comité Invisible -"Llamamiento y otros fogonazos"
"Música callada": Una propuesta para interpretar el Silencio
"Música callada": Una propuesta para interpretar el Silencio, 2018
La consideración de la música como un problema filosófico es algo que ha preocupado a no pocas generaciones de pensadores. ¿Qué es la Música? es la pregunta ontológica que precede toda consideración sobre ella misma. La música, como intentaremos ver a lo largo de este texto, se acerca a la palabra mística, que en su decirse se silencia, es decir: saldremos al encuentro de la música por la vía del silencio. Un silencio que nunca empieza y nunca acaba pero que en él fluye todo sonido. Entender la música, no como la producción sonora de occidente, sino como la organización entre silencio y sonido a través del tiempo, nos hace ampliar el horizonte en el que ésta acontece. El trabajo no pretende ser una crítica al antropocentrismo, entendido aquí como el modo en el que el ser humano se erige en el centro de la experiencia, sino, como afirmaba antes, en una propuesta de interpretación musical en la que cabe preguntarse si el sujeto-intérprete ha de estar presente en el hecho musical, si éste ha de poner la música a su servicio o, como aquí trataré de defender, ponerse al servicio de la música.
La nueva edición de este libro conserva, con pequeñas modificaciones, la mayor parte de los contenidos de la edición de 1984. Se han añadido tres nuevos capítulos para resumir las investigaciones actuales, los nuevos descubrimientos y los progresos realizados desde 1984. Desde comienzos de los años ochenta sabemos que la historia del concepto «opinión pública» es mucho más larga de lo que se creía inicialmente. Se ha descubierto que se remonta a casi dos mil años atrás. En una carta enviada a Ático en el año 50 a.C., Cicerón se disculpa por un error que ha cometido señalando que se había dejado llevar por la opinión pública, publicam opinionem. En textos chinos del siglo IV d.C. se han encontrado juntos los ideogramas que representaban los conceptos «opinión» y «público». La eficacia de la opinión pública como fuerza poderosa capaz de resolver conflictos, derribar gobiernos y oprimir a los individuos que se le resisten hasta que el «miembro muerto se desprende del cuerpo social» se ha descubierto cada vez en más lugares nuevos: en los relatos de la Biblia y en Homero, en las leyes no escritas de la Antigüedad, en los cuentos de hadas y en la actualidad. En los últimos años la historia nos ha dado una gran lección sobre la opinión pública con la caída del marxismo en Europa Oriental. Aristóteles sostenía que un rey que pierde el apoyo de su pueblo deja de ser rey. Deja de ser rey, de ser dictador, de ser gobernante. La destitución de los gobernantes de Europa Oriental nos recuerda estas palabras de Goethe: «Y puedes decir que tú fuiste testigo de ello». Si entendemos la fuerza de la opinión pública, no nos engañaremos pensando que podemos ser «buenos» ciudadanos con completa independencia de la presión de la opinión pública. Y seremos más prudentes al juzgar a otros que, en determinados momentos y determinadas circunstancias, tienen que ceder ante la opinión pública.
Conjurando el Silencio, 2005
TY - BOOK AU - Leirana Alcocer, Silvia PY - 2005/10/05 SP - N2 - Se trata de ensayos sobre la literatura maya contemporánea y uno sobre el papel de la literatura en la construcción de las identidades nacionales. SN - 968-7871-40-7 T1 - Conjurando Silencio. Algunos aspectos de la diversidad literaria ER -
El Silencio como Forma de Comunicación
Resumen: La negación de seguir escribiendo, comunicándose, por parte de escritores, famosos o no, es un fenómeno que puede ser estudiado por diferentes disciplinas. La hermenéutica y el análisis de contenidos nos ofrecen una alternativa para acercarse al tema de estudio. En el presente artículo se analiza el texto "Carta de Lord Chandos" del autor austriaco Hofmannsthal, quien expresa sus razones de su abandono al seguir escribiendo, es decir el silencio como forma de comunicarse con el mundo. La paradoja es la utilización del lenguaje, muchas veces retórico, el mismo que se está criticando. La interpretación de texto no es una tarea acabada, es siempre inconclusa. El silencio es parte de la comunicación y se usa como recurso, extremo, para lograr ser leído o escuchado.
Debates de Sociología , 2021
Reseña del libro "Transterradas. Exilio infantil y juvenil como lugar de memoria"
"Y el silencio era el aire" de Sergio Blardony
Melómano: La revista de música clásica, ISSN 1136-4939, Vol. 27, Nº. 287 (Septiembre), 2022, págs. 32-36.
La pieza orquestal "Y el silencio era el aire," del compositor contemporáneo Sergio Blardony, nos adentra en el mundo de la creación durante el confinamiento de 2020. Los poemas de Pilar Martín Gila son musicalizados por Blardony en esta composición que fusiona sonido y palabra, explorando el tema de la espacialidad.