CASO EMMY (original) (raw)

El 1" de mayo de 1889' comencé a prestar atención médica a una dama de unos cuarenta años, cuyo padecimiento y cuya personalidad despertaron tanto mi interés que le consagré buena parte de mi tiempo e hice de su restablecimiento mi misión. Era histérica, y con la máxima prontitud caía en estado de sonambulismo; cuando reparé en esto, me resolví a aplicarle el procedimiento de Breuer de exploración en estado de hipnosis, que yo conocía por comunicaciones del mismo Breuer sobre el historial de curación de su primera paciente. Fue mi primer intento de manejar este método terapéutico [cf. págs. 122, «. 51, y 290]; yo estaba aún muy lejos de dominarlo, y de hecho no llevé suficientemente adelante el análisis-de los síntomas patológicos, ni Jos perseguí con el necesario plan. Para que pueda visualizarse el estado de la enferma y mi proceder médico, acaso lo mejor será que reproduzca las notas que noche tras noche redacté durante las primeras tres semanas del tratamiento. Toda vez que mi posterior experiencia me ha proporcionado una inteligencia mejor, lo consigno en notas al pie o en puntualizaciones intercaladas. 1" de mayo de 1889. Encuentro a una señora de aspecto todavía joven, con finos rasgos faciales de corte singular, yacente sobre el diván, con un almohadón de cuero bajo la nuca. Su rostro tiene expresión dolorida, tensa; sus ojos guiñan, la mirada abismada, el ceño arrugado, bien marcados los surcos nasolabiales. Habla como trabajosamente, en voz queda, interrumpida en ocasiones por un balbuceo espástico que llega hasta el tartamudeo. En tanto, mantieneentrelazados los dedos de sus manos, que muestran una agitación incesante semejante a la atetosis. En el rostro y los músculos del cuello, frecuentes contracciones a modo de tics, de las que resaltan plásticamente algunas, sobre todo en los mastoideos superiores. Además, se interrumpe a menudo en el habla para producir un curioso chasquido que yo no puedo imitar. '' Lo que dice es de todo punto coherente y atestigua evidentemente una formación y una inteligencia nada comunes. Por eso es tanto más extraño que cada tantos minutos se interrumpa de pronto, desfigure el rostro hasta darle una expresión de horror y de asco, extienda hacia mí su mano con los dedos abiertos y crispados, y al tiempo que lo hace prorrumpa en estas palabras con una voz alterada por la angustia: «¡Quédese quieto! ¡No hable! ¡No me toque!». Es probable que se encuentre bajo la impresión de una cruel alucinación recurrente y con esa fórmula se defienda de la intromisión del extraño.'' Pero esa intercalación concluye de manera igualmente repentina, y la enferma prosigue su discurso sin desovillar esa excitación presente, sin explicar su comportamiento ni disculparse; es probable, entonces, que ella misma no haya notado la interrupción.'' Acerca de sus circunstancias de vida averiguo lo siguiente: Su familia es oriunda de Alemania central; desde hace dos generaciones se ha establecido en las provincias rusas del Báltico, haciendo allí considerable fortuna. Eran catorce hijos, ella la decimotercera; cuatro viven todavía. Fue educada con esmero, pero de manera muy compulsiva, por una madre severa e hiperenérgica. A los veintitrés años se casó con un hombre muy talentoso y capaz, quien, como gran industrial, se había labrado una posición descollante, pero era mucho mayor que ella. Murió repentinamente, de apoplejía, tras una breve vida matrimonial. Ella indica como causa de su enfermedad ese suceso, así como la educación de sus dos hijas, ahora de catorce y dieciséis años de edad, ambas muy enfermizas y que padecen de perturbaciones nerviosas. Desde la muerte de su marido, hace catorce años, ella siempre estuvo enferma con variable intensidad. Cuatro años atrás, una cura de masajes unida a baños eléctricos le aportaron un alivio pasajero, pero todos sus otros empeños por recobrar