Schopenhauer, una estética del cuerpo como medio de apertura al en sí del mundo. (original) (raw)
2015, La estética y el arte a debate.
El filósofo, intérprete y biógrafo de Schopenhauer, Rüdiger Safranski a propósito de la filosofía del pensador de la voluntad, asegura que éste es el filósofo “del dolor, de la secularización, del desamparo metafísico, de la pérdida de toda confianza primigenia.” Sin embargo, también afirma que pese a la pérdida de trascendencia de un cielo ulterior y certezas últimas, también existe en la filosofía de Schopenhauer un “asombro metafísico;” el cual será inextinguible y constante en su filosofía. La epistemología trascendental en boga durante la Ilustración formulada por Kant, conocida en términos de idealismo, enuncia la distinción entre la cosa en sí y la apariencia, la cual posibilita las condiciones habituales del conocer. Schopenhauer, basándose en los presupuestos epistemológicos de la filosofía de Kant, cree haber despejado la incógnita dentro del sistema trascendental kantiano: la incognoscibilidad de la cosa en sí, la cual llamó: voluntad. Por otro lado, el tiempo, espacio y causalidad son categorías de nuestro entendimiento sin las cuales no podríamos representarnos el mundo que nos aparece a la conciencia. Por consiguiente, el sujeto deviene en fenómeno, en tanto que se convierte en objeto de su propia representación, la de otros, o cuando reflexiona sobre sí. Sin embargo, a pesar de ser un fenómeno, el sujeto a sí mismo se experimenta como algo más, como un sustrato que no puede reducirse a mera representación, sino que se advierte también como voluntad. De ahí que el individuo se pueda experimentar en el límite de “dos mundos”, el de la libertad y la necesidad. Es decir, el individuo, en la filosofía de Schopenhauer, habita entre los umbrales y limítrofes. Ello le dará una posición ontológica privilegiada. Pues dado su carácter fenoménico, el sujeto es sometido a las leyes de la objetivación. Pero por otra parte, se experimenta como noumenon, como cosa en sí, de aquello que escapa a las mediaciones objetivas del conocer. Dicha sensación se experimenta en la inmediatez, y equivale al sustrato último que transgrede a la entera representación . Aunque, paradójicamente, dicha condición le impida explicar plenamente su experiencia. Puesto que la “vivencia” de la cosa en sí, abandona parte de sus recubrimientos fenoménicos, sin los cuales no es posible representarse el mundo y mucho menos expresarlo. Dentro del esquema de la representación, el sujeto se experimenta a sí mismo como un objeto entre objetos en la infinita cadena causal, mediado por el principium individuationis: tiempo, espacio y causalidad. Pero además, el sujeto se percibe así mismo de otra manera: como voluntad. Como un fárrago de impulsos y deseos sentidos desde el interior de su cuerpo. Mediante el cuerpo le es apreciable la esencia del mundo, que aparece como afirmación de vida, de modo, que el cuerpo, en este sentido, deviene punto de unión y quiebra: posible puerta de acceso a la voluntad, pero condición de posibilidad de la representación. Esta condición interior, es la que nos permite, dice Schopenhauer, acceder a la tan anhelada cosa en sí, la cual no es deducible vía representaciones externas: "Precisamente ese cuerpo, objeto inmediato de la representación, (es) lo que nos proporciona la puerta trasera que nos permite superar la exterioridad de la representación y acceder al en sí de nuestro propio fenómeno y del mundo". Los misterios últimos y fundamentales son accesibles al sujeto desde su interior, porque accede a ellos en la inmediatez, a partir de las voliciones sentidas en la inmanencia del cuerpo; paraje en el cual se libran todas las batallas. Puesto que en dicha estancia se “revela” la “esencia del mundo”. Opinión que está en consonancia con la sabiduría agustiniana, que sostenía que el escenario en el cual se desencadena el auténtico conflicto, yace en el interior del cuerpo y sus deseos. Así, para el sistema del filósofo de la voluntad, en la interioridad del sujeto se abre el umbral para descifrar la clave del enigma del mundo. Igualmente, dicha inmanencia, vía de acceso interno, significará el método idóneo para el análisis y reflexión metafísica.