Traducción y posmodernidad: una relación necesaria (original) (raw)

2002, Hermēneus. Revista de Traducción e Interpretación

El movimiento posmoderno se ha descrito en numerosas ocasiones como una condición de la cultura en la que emergentes y decadentes prácticas económicas, políticas, sociales e incluso artísticas «meet, clash or exist in a modus vivendi» (Hoesterey: 1991, X) y donde discursos y debates contrarios se cruzan. La traducción, con su mito de Babel y su mezcla de idiomas, aparece como un perfecto caldo de cultivo para el posmodernismo; y esto es así precisamente porque también es éste, la traducción, un lugar donde ocurre un intercambio y una dislocación cultural y porque es un lugar donde el difícil reconocimiento de la división entre textos, idiomas, tradiciones, culturas y pueblos tiene lugar. De manera muy similar al posmodernismo, pues, la traducción se caracteriza por encontrarse entre, al menos, dos frentes; hallándose ésta como se halla entre las demandas del sistema fuente y las del sistema término, enfrentándose a la necesidad de convertir en familiar lo que es extraño y hacer justicia al otro como extraño y con la obligación de mediar en el significado y negociar con la inestabilidad de éste, se podría afirmar que la traducción es un hecho lingüístico híbrido. Como tal, el texto traducido enfatiza la base intertextual, dejando un tanto de lado la autoría del mismo en cuanto que al menos lleva la marca de dos autores con señales de otros textos o contextos. Desde este punto de vista posmoderno ya no podemos concebir la traducción como la mera reproducción de un original; más bien habremos de reconceptualizar el término basándonos en la re-escritura de un «original» ya pluralizado. La traducción es, además, operativa en lo que se ha convertido en la encarnación (en un sentido material, como veremos más adelante) de las teorías de la textualidad de Barthes, Foucault y Derrida, donde la convergencia entre la teoría literaria posmoderna y la tecnología informática ofrece nuevas posibilidades, no sólo para la lectura electrónica y la escritura de literatura, sino también para la teoría y la práctica de la traducción. La pantalla del ordenador es capaz de permitirnos ver las diferentes versiones traducidas de una obra y, como se analiza en este artículo, este hecho demuestra, por un lado, cómo lo que queda de la «invisibilidad» de Barbara Godard y Lawrence Venuti se puede convertir en una realidad, en la realidad virtual del hipertexto; por otra parte, la tecnología computacional es capaz de hacernos visible toda la producción de un texto y, por tanto, acabar casi por completo con la separación jerárquica entre el llamado texto original y sus versiones, consiguiendo de esta manera un reajuste del equilibrio entre la unicidad y la variación y una reconfiguración de nuestros conceptos de autoría, originalidad y, como veremos más adelante, de traducción. Antes de pasar a estudiar las posibilidades que nos ofrecen estas premisas para los estudios de la traducción, conviene explorar, aunque sea brevemente, las teorías que han anticipado el paso del intertexto al hipertexto.-1