Boccaccio y don Juan Manuel: el quehacer ficcional y las ideologías (original) (raw)
2001, Cuadernos De Filologia Italiana
En su «Introducción al Decameron», un breve ensayo del año 1970 incluido en la traducción española de I segni e la critica (Crítica bajo control), Cesare Segre escribía: «La narrativa de Boccaccio se desarrolla en tres dimensiones: las relaciones bidimensionales entre sujeto y objeto, entre el hombre y el mundo, se integran en la dimensión de los ideales formales (que son también ideales sociales)»; añadiendo después que en el mundo del Decameron «se censuran los vicios no ya por sus consecuencias en la perspectiva de la eternidad, sino porque ofuscan o entorpecen las mejores cualidades del hombre»; y precisando, finalmente, que «en los cien cuentos, hay un valor ejemplar; pero el ejemplo, no llevado directamente a las categorías éticas, se sugiere como resultado-uno de los muchos posibles-de los impulsos morales y materiales que actúan sobre el hombre» (C. Segre [1970: 302-303]). Al redactar esta lista de rasgos distintivos, Cesare Segre tenía muy presentes como términos de comparación otros géneros literarios pertenecientes al universo semiótico de la narratio brevis medieval (como la legenda, el exemplum, el fabliau, las vidas, etc.), donde también se hallaban rasgos parecidos pero tan sólo en el plano de las tendencias y mezclados con rasgos de carácter opuesto que le permitían a la instancia didascálica sobreponerse a la instancia narrativa suavizando considerablemente el vértigo de la diégesis. De hecho, incluso los más optimistas de entre los comparatistas españoles (me refiero, naturalmente, a los que le otorgan a don Juan Manuel el título de «Boccaccio español») nunca pudieron esconder la distancia muy grande que tanto desde el punto de vista formal como en la perspectiva ideológica