El viaje a España de Cosme Lotti y las fuentes de Roma, Tívoli y Frascati (original) (raw)
Resulta incuestionable que la presencia de ciertos artífices italianos en la corte de Madrid durante el siglo XVII constituyó un importante y eficaz medio de renovación de los lenguajes artísticos dominantes en la España de entonces. Uno de estos responsables de la introducción de valiosas novedades en el ámbito cortesano fue el polifacético florentino Cosimo o Cosme Lotti. A Lotti se le hizo venir a España en calidad de «fontanero y jardinero», aunque su amplia formación y su destreza en otras disciplinas provocó que en momentos posteriores se le emplease más como escenógrafo teatral y creador de autómatas que como diseñador de jardines. No estaba por 315 VARIA AEA, LXXX, 319, JULIO-SEPTIEMBRE 2007, 307-334, ISSN: 0004-0428 (CARDON, B., ed.), Lovaina, 2001, pp. 289-307 (esp. 303-304). Es de señalar también el hecho de que ambos pudieron ser vecinos. El 13 de septiembre de 1463, quizás tras la muerte de Luis Alimbrot, su hijo Jorge y la madre de éste, Catalina, vendieron una casa colindante con la de "Joanis Reixach pictoris" (BERMEJO, E., "Bartolomé Bermejo. Pintor viajero", en La pintura gótica hispano flamenca…, p. 101). La negatividad asociada a la coloración rojiza del cabello es recurso frecuente en la Edad Media. La ostentan algunos de los personajes de reconocida felonía, como Caín, Dalila, Ganelon o Mordred, y, desde la época de Carlos el Calvo, pasa también a ser uno de los rasgos característicos de la iconografía de Judas, compartido, a partir del siglo XIII, con diversas categorías de excluidos como heréticos, musulmanes, vagabundos, leprosos, mendigos y, como no podría ser de otro modo, judíos. Para las connotaciones negativas de determinados colores con relación a la figura de Judas remito al trabajo de PASTOUREAUX, M., "L'homme roux. Iconographie médiévale de Judas", en Une histoire symbolique du Moyen Age occidental, París, 2004, pp. 197-209. 34 Es un motivo generalizado en la representación del apóstol traidor al menos desde el siglo XIII. Una circunstancia que responde a una tradición que, desde esa misma centuria, ha tendido a hacer del amarillo un color en franco proceso de devaluación. Es el de los felones y mendaces y, naturalmente, el de los judíos y el de la sinagoga (PASTOUREAUX, ibíd.). Son numerosos los ejemplos que pueden aducirse para la representación de la sinagoga ataviada de amarillo. Por ceñirnos únicamente a lo hispánico señalaremos su presencia en el Cristo Salvator Mundi del Museo del Prado, o en el retablo san Ildefonso de la catedral de Zamora, obras ambas de Fernando Gallego. Algo que, por otra parte, se inscribe en el marco de uno de los argumentos recurrentes de la literatura adversos iudaeos que ya desde san Jerónimo o san Juan Crisóstomo tendió a hacer de Judas la figura emblemática del pueblo hebreo. Cf. MACCOBY, H., Judas Iscariot and the Myth of the Jewish Evil, Nueva York, 1992, p. 101 y ss.; PAFFENROTH, K., Judas. Images of the Lost Disciple, Louisville, 2001, p. 17 y ss.