Nuevas ideas en torno a los espíritus wahyis pintados en las vasijas mayas: hechicería, enfermedades y banquetes oníricos en el arte prehispánico, por Erik Velásquez García, 2013. (original) (raw)

2013, Erik Velásquez García (ed.), Estética del mal. Conceptos y representaciones. XXXIII Coloquio Internacional de Historia del Arte

In 1989 Nikolai Grube, Stephen D. Houston, and David S. Stuart deciphered the T539 grapheme of Maya hieroglyphic writing as WAY, which is the morphemic root of 'dream' and 'dream'. Although this sign appears relatively frequently in the inscriptions, the most common support where it was represented are the ceramic vessels, places where it refers to some fantastic beings represented in the iconography. Since then it was quite common among epigraphers and among Mayanists in general to consider that these wahy beings were co-essences of the human soul, similar to the tonas of other Mesoamerican cultures (tonalism). This situation changed radically in 2005 when Stuart reformulated our way of interpreting wahy beings, noting that they do not correspond to the concept of co-essence or tone, but to that of nagual in its meaning of an entity that adopts zoomorphic characteristics to personify diseases sent by the Maya rulers through witchcraft or sorcery. Other characteristics of wahy beings, such as the evasion of the president's own name when he is the owner or user of one of them, as well as the discovery by Marc U. Zender (2004) in the sense that wahy is an inalienable part of body whose usual state is to be accompanied by possessive pronouns, led to the interpretation of wahy or wahyis beings manifested in this essay. This is in general agreement with the basic idea of Stuart (2005) and defended with more arguments by several colleagues (eg Helmke and Nielsen, 2008; Sheseña Hernández, 2010; Moreno Zaragoza, 2011; 2020), despite having received some fair criticism (Garza Camino, 2012) that are also mentioned in this work. On the other hand, I echo an idea suggested by Sebastián Matteo and Asier Rodríguez Manjavacas (2009) in the sense that some scenes of dance and ritual personification are public manifestations of this complex of beliefs. I accept these last ideas, but I enrich them by taking up and resignifying a couple of concepts coined years ago by Afredo López Austin (1980): esoteric nagualism and exoteric nagualism. En 1989 Nikolai Grube, Stephen D. Houston y David S. Stuart descifraron el grafema T539 de la escritura jeroglífica maya como WAY, que es la raíz morfémica de ‘soñar’ y ‘sueño’. Aunque este signo aparece con relativa frecuencia en las inscripciones, el soporte más habitual donde se representaba son las vasijas de cerámica, lugares donde hace referencia a unos seres fantásticos representados en la iconografía. Desde entonces fue bastante común entre los epigrafistas y entre los mayistas en general considerar que dichos seres wahy eran coesencias del alma humana, semejantes a las tonas de otras culturas mesoamericanas (tonalismo). Esta situación cambió radicalmente en 2005 cuando Stuart reformuló nuestra forma de interpretar los seres wahy, al observar que no corresponden al concepto de coesencia o tona, sino a la de nagual en su acepción de una entidad que adopta características zoomorfas para personificar enfermedades enviadas por los gobernantes mayas a través de brujería o hechicería. Otras características de los seres wahy, como por ejemplo la evasión del nombre propio del mandatario cuando es poseedor o usuario de uno de ellos, así como el descubrimiento de Marc U. Zender (2004) en el sentido de que wahy es una parte inalienable del cuerpo cuyo estado habitual es estar acompañada por pronombres posesivos, condujeron a la interpretación de los seres wahy o wahyis manifestada en este ensayo. Esta va en consonancia general con la idea básica de Stuart (2005) y defendida con más argumentos por varios colegas (v.g. Helmke y Nielsen, 2008; Sheseña Hernández, 2010; Moreno Zaragoza, 2011; 2020), a pesar de haber recibido algunas críticas justas (Garza Camino, 2012) que también se mencionan en este trabajo. Por otra parte, hago eco de una idea sugerida por Sebastián Matteo y Asier Rodríguez Manjavacas (2009) en el sentido de que algunas escenas de danza y personificación ritual son manifestaciones públicas de este complejo de creencias. Acepto estas últimas ideas, pero las enriquezco al retomar y resignificar un par de conceptos acuñados hace años por Afredo López Austin (1980): el nagualismo esotérico y el nagualismo exotérico.