Reseña sobre La pose autobiográfica (autoría de María José Punte) (original) (raw)
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LA AUTOBIOGRAFIA COMO PENITENCIA
Ursula Suárez es una religiosa chilena que vivió entre 1666 y 1749, y desde los 12 años habitó el monasterio de las Clarisas, situado junto a la Plaza mayor en Santiago de Chile. Obligada por sus confesores, hubo de escribir una autobiografía. A los 33 años comienza a redactar una primera versión y a los 42, una segunda la única que conocemos , que es escrita en el transcurso de 25 años (entre 1708 y 1732, aproximadamente). El confesor la proveía periódicamente de papel (4 hojas plegadas, que conformaban un cuadernillo de 16 páginas), pluma y tinta, y luego recogía la obra. Entre los 30 y los 60 años de edad, ella cumple con la tarea de contar las peripecias de sus primeros 50 años de vida: desde su nacimiento (en 1666) hasta un castigo ejemplar sufrido en el monasterio (en 1715), que ella considera injusto.
Para varios estudiosos la autobiografía es una obra literaria, por lo cual analizan sus procedimientos desde la crítica propiamente con que se interpreta la literatura, en vías de una hermenéutica desde los significantes. Personalmente creo que la autobiografía como tal es anterior a la literatura moderna, o al menos desde que los estudios literarios se afincan como tales en sus procedimientos y marcos. Desde la Autobiografía de Flavio Josefo, escrita entre el 94 y el 99 de nuestra era, pasando por innumerables autobiografías de religiosos, místicos, cortesanos, sobre todo burgueses de los siglos XVII y XIX, es que la literatura ha querido asir este corpus, traspapelando la línea entre la ficción como finalidad de una obra literaria y la suspensión de ésta como medio en aras de un relato del yo. A lo que voy es que los regímenes son distintos, las tecnologías críticas también, pero sobre todo el estatuto de lo imaginario y el nombre propio. Aunque suene muy obvio: una novela autobiográfica es una novela, no una autobiografía.