Exilio musical en Francia (original) (raw)
2003, Revista musical chilena
Mi exilio en Francia duró 15 años y creo que ellos son los que más me han aportado en la comprensión de la música y en el ahondamiento de mi vocación de hombre de la cultura, si es que pueda decirse que lo soy. Mi experiencia como músico en Chile, a pesar de la riqueza de la situación que se vivió en nuestro país hasta el golpe militar, fue relativamente precaria, debido al hecho de no tener aquí grandes referentes sobre lo que a nosotros como grupo musical nos interesaba hacer. El Quilapayún se formó como un grupo aficionado, de jóvenes universitarios sin ninguna formación musical y en un medio en que las instituciones dedicadas a la música estaban todavía en proceso de consolidación. Existía el Instituto de Extensión Musical (IEM), que fue sin duda una gran ayuda para nosotros. Sin embargo, este organismo, que en un principio no había considerado la difusión de la música popular como parte de sus actividades, tuvo que modificar su orientación para poder trabajar con nuestra música. Felizmente, rápidamente se interesó en lo que hacíamos y gracias a su gestión pudimos llevar adelante varias iniciativas, como, por ejemplo, organizar nuestros primeros conciertos en teatro. El IEM se transformó posteriormente en una de las instituciones que más difundió nuestra labor artística: la Cantata Santa María se estrenó en el teatro Isidora Zegers como parte de su programación del año 1970. Pero ni las radios ni la televisión fueron un verdadero apoyo para nuestra actividad, a pesar de los loables esfuerzos de gente como René Largo Farías, Miguel Davagnino y Ricardo CarcÍa. No hay que olvidar que la música de la Nueva Canción tuvo que ir creando sus propios medios de difusión a medida que el movimiento fue creciendo. Quizás uno de los factores que nos ayudó a ampliar nuestro radio de influencia fue la empresa discográfica Odeón Chile, con su director artístico de la época, Rubén Nouzeilles, quien además de grabar nuestros discos y los de Violeta Parra y Víctor Jara posibilitó la grabación de un gran repertorio de música nacional. A pesar de ello, como lo he dicho, en muchos aspectos tuvimos que inventar lo que emprendíamos, junto a quienes colaboraban con nosotros en esa época, en especial Víctor Jara. Algo parecido ocurrió en los aspectos formativos, puesto que entonces no existían escuelas para músicos populares. Más adelante se formó, bajo la dirección de Sergio Ortega, una Escuela de Música Popular Vespertina, a la que asistieron músicos del Quilapayún, de Inti Illimani y de los Blops, que comenzaban así a relacionarse más sabiamente con la música. Allí, todos aprendi