Memorias de guerra, masculinidades mutadas (original) (raw)
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La correspondencia entre género y guerra
Debate Feminista
n este capítulo se resume la evidencia empírica de los capítulos 2 al 6 respecto de la presencia del género en la guerra, y se especula brevemente sobre sus implicaciones para la comprensión tanto de la guerra como del género. 1) El género tiene que ver tanto con los hombres como con las mujeres, especialmente cuando se trata de la guerra. 2) La guerra es un sistema extremadamente complejo en el caul las interacciones en el plano del estado dependen de la dinámica que se desarrolla en planos inferiores de análisis que incluyen el de género. 3) La guerra tiene un penetrante potencial en la experiencia humana que se extiende sobre la vida cotidianaespecialmente en lo que se refiere a los roles de género-de maneras profundas. Para pensar en el futuro a partir del sistema de la guerra hace falta romper con la negación psicológica que se deriva de sus efectos traumáticos en la sociedad humana. Confrontar la guerra en esta forma puede, a su vez, reconfigurar las relaciones de género. Selección de explicaciones para los roles genéricos en la guerra El cuadro 1 muestra el nivel de apoyo que tiene cada hipótesis * ' a la luz de las aportaciones de materiales empíricos revisados en los capítulos precedentes. Cualquier explicación de los roles genéricos en la guerra que
Memorias de la guerra con perspectiva de género- cuando los asesinos custodian la virtud
Libro: En tiempos de furia. Ser, hacer, sentir feminismo. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas: UNICACH, 2018
Durante los últimos ocho años he dedicado casi todos mis esfuerzos a la construcción de memoria histórica sobre lo que ha sido la guerra en Colombia. Si bien mi trabajo en el campo de los estudios de género comenzó en otras orillas y, durante algún tiempo no sospeché que llegaría al conflicto armado, al final es difícil tener mis preocupaciones y evadirse del asunto de la guerra. Solía verme más como una feminista que se dedica a estudiar el cuerpo desde sus posibilidades gozosas, a explorar el mundo de los amores y las sexualidades otras. Todavía me veo en ello. Pero pasó que demasiadas veces las historias que escuché en mis indagaciones hablaron de cuerpos, amores y sexualidades doloridas. Pasó que, al mirar hacia la Colombia rural, siempre estaba ahí la guerra, pesando sobre los cuerpos de las mujeres y de aquellas personas que vivían por fuera de la heterosexualidad obligatoria. Pasó que todos los caminos me condujeron a estudiar la guerra, porque lo otro que yo quería mirar, las dimensiones gozosas, aparecían una y otra vez fracturadas por la violencia armada que se había sufrido, por la huida que hubo que emprender para evitar la violencia, o por el miedo que paraliza y controla. Yo quería preguntar por las formas alternativas del placer, por las configuraciones amorosas, por los consumos eróticos, por las exploraciones sexuales, pero por fuera de las grandes ciudades ni siquiera parecía posible hablar de ello: “porque esto aquí es muy paraco”, o porque “la gente del monte no gusta de eso”, o porque “mejor que no se enteren los del batallón”. Aplacé entonces la exploración de las dimensiones gozosas y me he quedado pensando sobre las formas en que el cuerpo y las sexualidades han sido impactadas por la guerra, sobre el cómo y por qué los actores armados se ensañaron con sujetos que ocupan los lugares subalternos de la jerarquía sexo-genérica, sobre las implicaciones que esa violencia particular tuvo en sus vidas, sobre las acciones que agenciaron para enfrentar esa violencia.
[Ljos soldados que participan en combate lo encuentran extremadamente antinatural y horrible. Cualquier persona cuerda, hombre o mujer, que esté rodeada por las visiones y sonidos aterradores y surreales de la batalla, instintivamente querrá correr o esconderse y congelarse, y ciertamente no querrá meterse en un peligro aún mayor por matar y lastimar a otras personas. En contradicción con la idea de que la guerra excita a los varones, expresa su masculinidad innata o les da una ocupación que los llena de plenitud, toda evidencia indica que la guerra es algo que las sociedades imponen a los hombres, quienes la mayoría de las veces necesitan ser arrastrados a ella por la fuerza; una vez ahí se les tiene que disciplinar y aplicar lavados de cerebro en forma constante y después se les tiene que premiar y honrar. La guerra es el infierno. JOSHUA S. GOLDSTEIN, War and Gender, p. 253. a guerra es cosa de hombres. Todo parece indicar que quienes deciden iniciarlas y concluirlas, quienes las dirigen y organizan, y quienes finalmente las pelean son todos del sexo masculino. El hecho por sabido se da por descontado, como si fuera un dato de la naturaleza, con la misma conformidad con que se acepta que el cielo es azul o que las cosas caen por su propio peso. Como ocurre con las certezas del sentido común, resulta poco probable que cuestionemos las implicaciones del asunto: la guerra es cosa de hombres y las mujeres tenemos poco que hacer al respecto, excepto tal vez lamentar la mera existencia del fenómeno o sufrir su influjo en nuestras vidas. Por eso resulta tan interesante e iluminadora la pregunta que se formula Joshua S. Goldstein y que lo lleva a realizar una investigación monumental para responderla. Porque poner en entredicho las certezas del sentido común es una de las maneras más inquietantes de desvelar la estructura invisible del mundo. Y la pregunta es simplemente ¿por qué? ¿Por qué es cosa de hombres? ¿Por qué las mujeres están exclui 73 L
Memorias en guerra en Estados Unidos
La Nación, Ideas, 2017
2017. La Confederación colapsó hace un siglo y medio. Duró sólo cuatro años, entre 1861 y 1865, cuando once estados sureños proclamaron la secesión y se desató la guerra civil entre el Sur y el Norte. Uno de los móviles, acaso el principal, fue el futuro de la esclavitud. En el norte, en la Unión, pugnaban por la abolición; en el sur, en la Confederación, se intentaba proteger una forma de vida que dependía de ella. Lo resolvieron a los tiros. Es un caso de memoria selectiva, pero también de olvido selectivo. “Si la memoria común de la guerra es que se trató acerca de la esclavitud ―escribió hace unos años Alfred L. Brophy, profesor de leyes en la Universidad de Alabama―, las acciones de aquellos que pelearon contra la Unión parecen inmorales. Sin embargo, si la miramos como una lucha por la autodeterminación política, como personas honorables peleando por su patria, tenemos un sentido muy diferente de la guerra”. Hubo dos picos de producción de monumentos de esta memoria confederada heroica, blanca, romántica, tradicionalista y rebelde. El primero fue a comienzos del siglo XX, cuando las leyes Jim Crow de segregación racial de los estados sureños acorralaron cualquier intento de integración de los afroamericanos; el otro pico fue en la década de 1960, cuando los movimientos por los derechos civiles pugnaban por la desegregación racial en el sur, particularmente en las escuelas. La memoria confederada era un dique de contención, un desafío, un artilugio para vincular una historia legitimada con una identidad amenazada. Las banderas de guerra aparecieron en esta misma época. Durante un siglo habían permanecido confinadas en museos, cementerios y dramones históricos al estilo Lo que el viento se llevó. En los años 50 y 60 emergieron como respuesta regional a la apertura racial. Empezaron a flamear en espacios oficiales (como el capitolio de Columbia, en 1961); el diseño se sumó a las banderas estatales (como en Georgia, en 1956). Este sentido del símbolo (tuvo otros: simplemente era un objeto cool) comprometía al presente: una afirmación de hegemonía blanca ante los desafíos propuestos por los movimientos civiles y por las leyes federales.
Memoria histórica con perspectiva de género
¿Cómo hacer memoria histórica e incluir una perspectiva de género? Ésta es la pregunta que se hace este documento y que ofrece una discusión conceptual y algunas herramientas meteorológicas para hacer un trabajo en memoria histórica que realmente incluya la perspectiva de género
Perspectivas Revista de Ciencias Sociales
La relación entre género y guerra constituye una temática poco –o mal– abordada, incluso por quienes se identifican con posiciones políticas y epistemológicas que hacen foco en la necesidad de utilizar una perspectiva de género para problematizar en profundidad las desigualdades existentes en todos los planos de la vida social. Ante este panorama, el pensamiento de Joan Scott brinda un andamiaje teórico y metodológico fundamental, tanto para entender la relevancia de llevar a cabo análisis a partir de la categoría género, como para, en efecto, llevar a buen término dichos análisis. El presente trabajo toma algunos de los principales elementos conceptuales de dicha autora para, a partir de los mismos, reflexionar en torno a cuatro cuestiones. En primer lugar, la importancia de pensar los conflictos armados en clave de género; en segundo lugar, la necesidad de deconstruir las nociones tradicionales de masculinidad y feminidad, en tanto las mismas distorsionan la comprensión sobre el...