Ernst Bloch Research Papers - Academia.edu (original) (raw)
9 pasado originario, hasta el psicoanálisis de Freud, lo único que se ha delineado e investigado esencialmente hasta hoy ha sido el «crepúsculo hacia atrás». Se creyó haber hecho un descubrimiento: todo lo presente está cargado de... more
9 pasado originario, hasta el psicoanálisis de Freud, lo único que se ha delineado e investigado esencialmente hasta hoy ha sido el «crepúsculo hacia atrás». Se creyó haber hecho un descubrimiento: todo lo presente está cargado de memoria, de un pasado situado en el sótano de lo ya-noconsciente. No se descubrió, en cambio: en el presente, incluso en lo recordado hay un impulso y una ruptura, una incubación y una anticipación de lo que todavía no ha llegado a ser. Y esta ruptura, que es, a la vez, un comienzo, no tiene lugar en el sótano de la conciencia, sino en su primera línea. Se trata aquí, por tanto, de los procesos psíquicos del surgimiento, como son característicos de la juventud, en épocas críticas o para la aventura de la productividad, es decir, para todos los fenómenos en los que alienta algo que todavía no ha llegado a ser y que quiere articularse. El elemento anticipador actúa así en el campo de la esperanza; esta, por tanto, no es tomada solo como afecto, como contraposición al miedo (porque también el miedo puede anticipar), sino esencialmente como acto orientado de naturaleza cognitiva (y aquí lo opuesto no es el temor, sino el recuerdo). La representación y las ideas de esta llamada intención de futuro son utópicas, pero no lo son tampoco en una significación restringida de la palabra, solo determinada en relación con lo negativo (figuraciones afectivamente irreflexivas, divertimiento de especie abstracta), sino precisamente en el nuevo sentido indicado del sueño hacia adelante, de la anticipación en absoluto. Con lo cual la categoría de lo utópico, además del sentido corriente, justificadamente peyorativo, posee otro sentido, que no es, de ninguna manera, necesariamente abstracto o divorciado de la realidad, sino, al contrario, dirigido centralmente a la realidad: el sentido de un adelantamiento del curso natural de los acontecimientos. El tema de esta segunda parte es, así entendidos, la función utópica y sus contenidos. La exposición investiga las relaciones de esta función con la ideología, con los arquetipos, con los ideales, con los símbolos, con las categorías del frente y de lo nuevo, de la nada y la patria, con el viejo problema del ahora y aquí. Contra todo vacuo nihilismo estático, hay que proclamar aquí: también la nada es una categoría utópica, si bien una categoría en extremo anti-utópica. Bien lejos de hallarse anuladoramente en la base o de ser un trasfondo de esta especie (de tal manera, que el día del ser se encontrara entre dos noches declaradas), la nadaexactamente lo mismo que la utopía positiva, la patria o el todo-solo «existe» como posibilidad objetiva. La nada se da en el proceso del mundo, pero no lo perturba; ambos, la nada como el todo, en tanto que caracteres utópicos, en tanto que determinaciones amenazadoras o plenificantes en el mundo, no están, de ninguna manera, ya decididos. Y lo mismo puede decirse del ahora y aquí, este comienzo permanente en la proximidad, una categoría utópica también, incluso la más central de todas; es una categoría que, a diferencia del contacto aniquilante con la nada o del contacto iluminador con el todo, no ha hecho siquiera su entrada en el tiempo y en el espacio. Los contenidos de esta, la más cercana proximidad, fermentan, al contrario, todavía en la obscuridad total del momento vivido, ese verdadero nudo y enigma del mundo. La conciencia utópica quiere ver más allá, pero, en último término, solo para penetrar la cercana obscuridad del momento acabado de vivir, en el que todo ente se nos da en su mismoocultamiento. Con otras palabras: para ver precisamente a través de la proximidad más cercana, es preciso el telescopio más potente, el de la conciencia utópica agudizada. Se trata de esa inmediatez más inmediata, en la que se encuentra todavía el núcleo del sentirse y del existir, y en la que se halla, a la vez, todo el nudo de la incógnita del mundo. No se trata de un misterio que lo sea, por ejemplo, solo para el entendimiento insuficiente, mientras