Literatura Colonial Indígena de Tradición Prehispánica (Maya) Research Papers (original) (raw)
Civilizaciones, de Lauret Binet, es una ucronía, o novela histórica alternativa, que narra qué hubiese pasado si los incas hubiesen conquistado Europa. Aunque una de las principales virtudes de Civilizaciones es que va a despertar la... more
Civilizaciones, de Lauret Binet, es una ucronía, o novela histórica alternativa, que narra qué hubiese pasado si los incas hubiesen conquistado Europa. Aunque una de las principales virtudes de Civilizaciones es que va a despertar la cólera del Mario Vargas Llosa de La utopía arcaica y de la Elvira Roca Barea de Imperiofobia, yo no quiero entrar en discusiones de no me chilles que no te veo, sino, simplemente, comunicar la alegre (y compartida) sensación que la lectura de esta novela me produjo este verano. Para empezar, el argumento. En la primera parte de las cuatro partes de que se compone Civilizaciones, se narra el aleteo de la mariposa: en el siglo X, una de las hijas de Erik el Rojo, perseguida por uno de sus hermanos, abandona con un grupo de guerreros la colonia vikinga de Vinland, y navega hacia el sur. Su fuga producirá un efímero pero significativo encuentro entre la cultura vikinga y diversas culturas precolombinas del Caribe, Centroamérica y los Andes, pues les dejará como legado el uso del hierro, el manejo de los caballos, el culto a Thor, el belicoso dios del trueno y, lo más importante quizás, un escudo inmunológico frente a las enfermedades europeas que, de otro modo, los habrían diezmado. En la segunda parte, que se presenta como una reescritura de los diarios de Colón, el genovés se encontrará con unos indígenas mucho más preparados y mucho menos dóciles de lo que parecen haber sido aquellos que se encontró en la realidad. Aquéllos aniquilarán casi todos sus hombres, capturarán sus barcos, y Colón acabará sus días como un exótico y melancólico prisionero del rey taíno Cahonaboa, a cuya hija, Higuenamota, enseñará algunos rudimentos de español. Una vez sentadas las bases del juego (que otros llaman world-building), la tercera parte de la novela, que ocupa más de la mitad del libro, explica cómo, unos cuarenta años más tarde, el rey inca Atahualpa se dirigirá hacia el norte, huyendo de su hermano Huáscar; a su paso por Cajamarca, no será apresado, claro está, por Francisco Pizarro, puesto que Colón nunca regresó a España y la ruta occidental fue abandonada, por imposible, sino que seguirá subiendo, hasta que, frenado por los aztecas, se vea obligado a darse a la mar; lo cual lo llevará a Cuba, donde la reina Higuenamota les entregará los pesados barcos con los que llegó aquél estrafalario indígena que le enseñó español en su infancia, y los exhortará a realizar la ruta inversa. Atahualpa se embarcará con menos de trescientos soldados, con los cuales logrará conquistar Europa. ¿Inverosímil? No menos que la historia real, en la que Hernán Cortés conquistó Mesoamérica con el mismo número de hombres (y el concurso de numerosas circunstancias coadyuvantes que Binet replica de forma magistral). A partir de este momento, las simetrías son constantes, sin llegar a ser siempre mecánicas o previsibles. Quizás una de las principales felicidades del libro sea la combinación del placer del reconocimiento y la