Luisa Valenzuela Research Papers - Academia.edu (original) (raw)
El viaje, en esencia, siempre ha respondido a la necesidad humana de salir a la búsqueda de esa nueva experiencia que cambie la percepción del mundo: se trata, ante todo, de una invitación a sumergirse por caminos imbricados que ayuden a... more
El viaje, en esencia, siempre ha respondido a la necesidad humana de salir a la búsqueda de esa nueva experiencia que cambie la percepción del mundo: se trata, ante todo, de una invitación a sumergirse por caminos imbricados que ayuden a entender el pasado y a transgredirlo, de traspasar el abismo y habitar el otro lado. En esa exploración de lo nuevo se circunscribe la meta fundamental del viaje en sí, esto es, la búsqueda de la identidad y de la mirada y el encuentro con la otredad. Esta búsqueda inherente en el ser humano ha tenido su reflejo dentro de la literatura universal en el tópico literario del homo viator, cuyos orígenes se pueden rastrear tanto en las odiseas de los héroes grecolatinos en su deseo de conquista de la inmortalidad como, dentro ya de la literatura española, en peregrinos caballeros andantes o desterrados (como el Amadís de Gaula, el Cid Campeador en el Cantar de mio Cid o Quijote en El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha) que mostraron tanto el camino tortuoso recorrido y el descubrimiento de lugares recónditos como el deseo del regreso al paraíso perdido. No obstante, tanto los viajeros de antaño como todos los que han ido protagonizando viajes literarios hasta la época actual tienen en común la forma en la que se afronta el viaje: como una búsqueda ambiciosa de la propia identidad cifrado en una suerte de viajero «de naturaleza líquida y fluctuante» (Posada 2019: 428). El periplo emprendido por todos los protagonistas literarios transita caminos que nada tienen que ver con el viaje lineal, pues se trata, como afirma Posada (ibid.), de caminos dispersos que responden a «un movimiento circular, líquido y fluctuante, descentrado y sin itinerarios». Este motivo literario tan recurrido a lo largo de la historia de la literatura es lo que Bajtin (1989: 250) pasó a denominar el cronotopo del camino, es decir, una unidad estructural espacio-temporal narrativa. En el canon de la literatura de viajes, el hombre viajero «se convierte en héroe, que trasciende espacios, que supera límites físicos, impuestos por la propia naturaleza, y