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El campo de estudios sobre la última dictadura argentina vivió desde mediados de la década del ´90 un boom de producciones tanto estéticas como académicas que, una década después, tuvo en el retomar del Estado de la agenda de los DDHH su... more

El campo de estudios sobre la última dictadura argentina vivió desde mediados de la década del ´90 un boom de producciones tanto estéticas como académicas que, una década después, tuvo en el retomar del Estado de la agenda de los DDHH su convalidación política. Esta convalidación, que no puede sino dialogar con las primeras marchas de marzo de 1977, con el Juicio a las Juntas de 1985 y con las leyes de impunidad de fines de los ’80 y principios de los ’90, vino acompañada de una nueva producción prolífica sobre ese pasado, que ya se había recortado como uno de los objetos privilegiados de las ciencias sociales y humanas de la década anterior. Esta producción, luego de más de una década de trabajo sostenido sobre la temática, se ha vuelto prácticamente inabarcable, dada la intensidad y especialización de las investigaciones. Esta cantidad, dicho desde el interior del campo de estudios sobre la última dictadura, nos llevó a considerar que nos encontrábamos en un camino indefectiblemente ascendente –una nueva e inesperada teleología de la historia–, que ya había discusiones que se encontraban saldadas y que no haría falta volver a debatir. El fallo de la Corte Suprema del 10 de mayo de 2017 “condonando” dos años de pena por uno a represores encarcelados por delitos de lesa humanidad, la desaparición seguida de muerte de Santiago Maldonado tres meses después, así como la defensa de amplios sectores sociales de “la justicia por mano propia” por parte de ciudadanos del común, nos permite afirmar que nos equivocamos. Este seminario no se propone descubrir los motivos de tal equivocación, sino un objetivo mucho más modesto: repasar los modos en que la última dictadura fue representada y figurada en ciertas artes estéticas de la postdictadura. Puntualmente, a fines metodológicos, nos centraremos en las artes audiovisuales y performáticas, es decir aquellas que interpelan los sentidos de la vista, la escucha y la temporalidad, concentrándonos entonces en la literatura, el cine y el teatro. ¿De qué forma las letras, las imágenes y la “auraticidad” (Benjamin, 1936) teatral representaron y construyeron los traumáticos (Freud, 1921) años de la dictadura? ¿A través de qué palabras, retóricas y silencios? ¿Cuánto de lo allí postulado, con la autonomía relativa del arte por oposición a la necesidad de demostración y fuente de la investigación académica, se repitió o actualizó, como un eterno retorno de lo mismo, en años posteriores de nuestra posdictadura? La literatura argentina se ocupó de la última dictadura desde la misma vuelta de la democracia, si es que no lo hizo desde antes (Piglia, 1980; Fogwill, 1982; Saer, 1983). Solamente al respecto de la responsabilidad colectiva ante la dictadura, objeto de nuestra tesis doctoral (Greco, 2015), la producción es inabarcable: Tizón, 1984, 2002; Guzmán, 1996, 2002; Heker, 1996; Chefjec, 1997; Osorio, 1998; Feijoo, 2001; Silberstein, 2002, entre muchxs otrxs. El corpus restringido de nuestra tesis estuvo compuesta por: Lo imborrable (Saer, 1992), El secreto y las voces (Gamerro, 2002), Pase libre. La fuga de la mansión Seré (Tamburrini, 2002), y Una misma noche (Brizuela, 2013). Estas novelas, leídas en sus continuidades y rupturas con las películas Juan, como si nada hubiera sucedido (C. Echeverría, 1987), Garage Olimpo (M. Becchis, 1999), Los rubios (Carri, 2003), Andrés no quiere dormir la siesta (Bustamente, 2008) y Rawson (Machesich y Zito, 2013), así como con los testimonios resultantes de un trabajo de campo en las vecindades de un ex-centro clandestino de detención (CCD), nos permitieron cartografiar un estado de la producción, circulación y recepción de sentidos sociales en torno a una materia en particular: las responsabilidades civiles de la sociedad argentina ante la última dictadura. Estas responsabilidades fueron representadas, literaria y cinematográficamente, de diferentes formas, desde distintos lugares enunciativos y políticos, a su vez cambiantes de acuerdo al contexto socio-cultural circundante.. A diferencia del cine y la literatura, el teatro da cuenta del horror de la dictadura a través de un presente escénico radical, el “aquí y ahora” específico del hecho teatral, pensado como acontecimiento poético y espectatorial y como zona de experiencia. Las obras teatrales que abordan la época dictatorial llevan inscriptas en su matriz de generación la capacidad de transmitir memorias performativas propias del acontecer escénico. “Actuar la memoria” implica aquí accionar la memoria desde el presente de la performatividad teatral, teniendo en cuenta el origen etimológico de la palabra “drama: “acción”. Son entonces acciones y actos que construyen memorias del terrorismo de Estado específicamente performativas, que se producen en el momento mismo de su enunciación. Se genera así, a través de las memorias performativas inscriptas en la acción teatral, una presentación y una reactualización que nos permite experimentar de manera “directa” un cierto aspecto del terrorismo de Estado. En la particularidad de los gestos, las situaciones, las acciones, las palabras, los silencios, los movimientos de los actores, pero también a través de la utilería, los objetos y la escenografía de una obra, el acontecimiento traumático se reactualiza, la vivencia “directa” es compartida por creadores y espectadores en el convivio teatral. En Argentina el teatro independiente tuvo relación con la política y la memoria desde su mismo origen, desde los años treinta del siglo pasado, si pensamos en los montajes que se llevaban a cabo en el “Teatro del Pueblo” que dirigía el escritor, periodista y dramaturgo Leónidas Barletta, así como en las experiencias de teatro anarquista de comienzos del mismo siglo. Nuestro interés estará centrado en los análisis sobre las representaciones teatrales y las intervenciones performáticas que abordan de diversas maneras el terrorismo de Estado en Argentina. A pesar de haberlo trabajado en la tesis doctoral de uno de nosotros (de la Puente, 2017), este objeto es también un momento preliminarmente cartografiado en su totalidad. Constituye entonces un campo sumamente fértil para el análisis, ya que se encuentra en un estadio aún primigenio de construcción. En este recorte tienen también lugar las políticas públicas de memoria y derechos humanos llevadas adelante por el Estado durante el período kirchnerista, junto con el destacado crecimiento experimentado por “Teatroxlaidentidad”, un movimiento teatral de actores, dramaturgos, directores, coreógrafos, técnicos y productores que se inscribe dentro del marco del teatro político y que constituye uno de los brazos artísticos de Abuelas de Plaza de Mayo, que ya lleva más de quince años. Todo lo cual ha generado que se produjeran y se produzcan en el país una gran cantidad de obras teatrales que, con diversas estéticas, temáticas, estrategias y recursos, explicitan las relaciones entre nuestro presente y el pasado dictatorial. El teatro contemporáneo que se realiza desde el ámbito alternativo, independiente u “off”, da cuenta de la represión, el terror, los secuestros, las desapariciones, los campos de concentración, la tortura, el asesinato y la violación de los derechos humanos. (Dubatti: 2006a). Y lo hace de una forma performativamente específica en distintos períodos históricos, puesto que cada obra conforma un acto estético en tanto configuración de la experiencia que da lugar a “nuevos modos del sentir” y que induce “nuevas formas de subjetividad política” (Rancière, 2010).