Instrucciones para leer a Jorge Ibarg�engoitia (original) (raw)
Nos falta, por desgracia, alguien capaz de escribir un libro titulado Instrucciones para vivir en Espa�a. Un libro que merezca ese t�tulo, quiero decir. Pero tenemos a Jorge Ibarg�engoitia. El gran burl�n de la literatura mexicana pareci� quedar en silencio tras su muerte, hace 30 a�os. Fue solamente una pausa. Su voz vuelve a escucharse, cada vez con m�s frecuencia, y el efecto es el de siempre: mientras se r�e, casi se apiada uno ante la ridiculez suprema del poder, los orgullos nacionales y, ya puestos, la rareza de la propia vida.
Este hombre sobrellevaba el humor como una tara cong�nita. Dicen que su trato personal pod�a ser seco, incluso agrio. Quiz� fuera timidez. O una cierta impaciencia ante quienes le consideraban un simple humorista. El caso es que com�a aparte. Jos� Donoso, en su Historia personal del boom (1972), le incluy� en la portentosa generaci�n de la nueva narrativa latinoamericana junto a Garc�a M�rquez, Vargas Llosa, Cort�zar y dem�s. Ibarg�engoitia dijo que no, gracias. Que lo suyo era otra cosa. Era, indiscutiblemente, un tipo distinto. Quiz� desde el principio.
Sus padres, el ingeniero Alejandro Ibarg�engoitia Cumming y Mar�a de la Luz Antill�n, florones de la alta sociedad de Guanajuato, estuvieron 20 a�os de novios. Al fin se casaron, y entonces muri� el ingeniero. El peque�o Jorge, nacido el 22 de enero de 1928, ten�a s�lo unos meses.
Creci� rodeado de mujeres (la madre, la abuela, las t�as), quiso ser ingeniero pero desisti� por aburrimiento, trat� de gestionar la finca familiar y fracas� por la misma raz�n, inici� una carrera como dramaturgo porque su mentor, Roberto Usigli, le desaconsej� la narrativa (�usted es bueno con los di�logos�, le dijo) y al fin, tras una larga sequ�a de p�blico, su drama El atentado (1962) obtuvo el Premio Casa de las Am�ricas. Entonces abandon� el teatro y se decidi� a escribir sin m�s.
En un continente propenso a la grandilocuencia, en un pa�s claramente excesivo y en una �poca en que la literatura se esgrim�a como arma revolucionaria o salv�fica (recu�rdese al temible Octavio Paz), Ibarg�engoitia sali� medio extranjero. Como le ocurri� a Luis Bu�uel cuando se puso a fabricar dramas mexicanos, se le escapaba la risa en el momento m�s grave. Sab�a ingl�s, y se le notaba. No hac�a un redoble de tambor antes de cada chiste, a la manera latina, sino que contaba las cosas de forma tan fluida como hilarante. Seg�n Manuel Felgu�rez, su amigo de toda la vida, �hablaba as� y escrib�a as��.
Dec�a que los autores que m�s le hab�an influido eran el complejo Evelyn Waugh (desde la comicidad de Noticia bomba a la pompa y circunstancia de Retorno a Brideshead) y el a�n m�s complejo y turbio Louis-Ferdinand C�line. Aqu� tengo que explicar algo personal. Conoc� muy tarde a Ibarg�engoitia. Un amigo que hab�a vivido en M�xico, Pedro Jes�s Fern�ndez, hab�a recopilado y encuadernado todas sus obras y me las prest� en Roma. Qued� deslumbrado. Poco despu�s, en 2007, publiqu� un art�culo que empezaba: �Hoy vamos a terminar enseguida: si no ha le�do a Jorge Ibarg�engoitia, compre alguno de sus libros y l�alo. Es muy probable que no encuentre nada en las librer�as espa�olas, lo que demuestra, una vez m�s, que la vida puede estar muy bien, pero el mundo est� muy mal�.
ULISES
En efecto, apenas se encontraba nada. Javier Mar�as me envi� una nota manuscrita (fue mi primer contacto con �l) anunci�ndome la publicaci�n, en su heroica editorial del Reino de Redonda, de una colecci�n de cr�nicas de Ibarg�engoitia titulada Revoluci�n en el jard�n. Luego supe que Juan Villoro, que le hizo el pr�logo, tambi�n formaba parte de la secta ibarg�engoitiana.
Me un� a ella, como conspirador de a pie. Empec� a darle la lata a mi sufrida editora, Anik Lapointe, entonces en RBA, para que rescatara el cat�logo del sarc�stico de Guanajuato. Aparecieron Los rel�mpagos de agosto, Las muertas, Dos cr�menes. Anik se ha ido de RBA, pero la editorial publica en unas semanas Maten al le�n. Maten al le�n es la m�s caricaturesca de sus s�tiras. Si Charles Chaplin hubiera sido mexicano, hubiera tenido como guionista a Groucho Marx y hubiera estado de muy, muy mala leche; en lugar de El gran dictador habr�a firmado algo parecido a Maten al le�n.
Se puede empezar a leer a Ibarg�engoitia por esta novela, o por cualquiera de las otras. La can�nica Los rel�mpagos de agosto, por ejemplo. Cuesta resistirse a un general revolucionario-golpista que, en sus supuestas memorias, se presenta as�: ��Por d�nde empezar? A nadie le importa en d�nde nac�, ni qui�nes fueron mis padres, ni cu�ntos a�os estudi�, ni por qu� raz�n me nombraron Secretario Particular de la Presidencia. Sin embargo, quiero dejar bien claro que no nac� en un petate, como dice Artajo, ni mi madre fue prostituta, como han insinuado algunos, ni es verdad que nunca haya pisado la escuela, puesto que termin� la primaria hasta con elogios de los maestros; en cuanto al puesto de Secretario Particular de la Presidencia de la Rep�blica, me lo ofrecieron en consideraci�n de mis m�ritos personales, entre los cuales se cuentan mi refinada educaci�n que siempre causa admiraci�n y envidia, mi honradez a toda prueba, que en ocasiones lleg� a acarrearme dificultades con la polic�a, mi inteligencia despierta, y sobre todo, mi simpat�a personal, que para muchas personas envidiosas resulta insoportable�.
No hay que perderse, en cualquier caso, sus art�culos. La recopilaci�n de sus columnas en el diario Excelsior, titulada Instrucciones para vivir en M�xico, permite descubrir a una especie de Julio Camba con el sarcasmo desatado. Habla de M�xico, pero vale para el mundo entero. Contiene tambi�n maravillas de emoci�n contenida y divertida, como la titulada No manden flores, escrita cuando falleci� su madre.
Jorge Ibarg�engoitia muri� el 27 de noviembre de 1983 en Mejorada del Campo (Madrid). Hab�a sido invitado por Gabriel Garc�a M�rquez al Primer Encuentro de la Cultura Hispanoamericana, que se celebraba en Bogot�. A Ibarg�engoitia, afincado en Par�s, no le apetec�a el viaje. A �ltima hora se decidi� y embarc� en un vuelo de Avianca con destino a Madrid, donde deb�a enlazar hacia Colombia. El piloto enfil� mal la pista de Barajas y se estrell�. Hubo 181 muertos. Once personas sobrevivieron. Llevaba consigo el manuscrito de su �ltima novela, desaparecido en la explosi�n.
Del propio Ibarg�engoitia qued� muy poca cosa. Su viuda, la pintora inglesa Joy Laville, decidi� de todas formas incinerar los restos. Una vez realizada la ceremonia, los asistentes comprobaron que a nadie se le hab�a ocurrido traer una urna y tuvieron que salir por ah� en busca de alg�n recipiente. Ibarg�engoitia hasta el final.