La televisión todavía mueve sus fichas (original) (raw)

De acuerdo al informe de la Consultora Kantar IBOPE Media, la TV en Argentina consolida un nivel de acceso universal: llega al 99% de los hogares y allí se mira en promedio 3 horas y 34 minutos de tele por día. Las mujeres consumen, en promedio, 40 minutos más que los hombres. Quienes superan los 50 años miran 5 horas diarias, bien por encima del promedio general. A su vez, en torno a los consumos convergentes, se destaca que el 83% de los argentinos tiene acceso al menos a “dos pantallas”, es decir a una pantalla tradicional y notebook/PC, tablet o smartphone. Y cinco de cada diez argentinos y argentinas confían en lo que ven en la TV más que en cualquier otro medio, mientras que el 60% de las personas que buscan productos anunciados en televisión frecuentemente comentan sus opiniones en redes sociales mientras consumen TV.

Fuente: Kantar Ibope

Según la Encuesta Nacional de Consumos Culturales divulgada en 2018, en Argentina hay un promedio de dos equipos de TV por hogar, mientras que la cantidad de smart TV llega a 0,7 por hogar. El 95,8% de quienes respondieron la consulta dicen que ven televisión cotidianamente. El 73,2% dice mirar televisión por cable, mientras que el 20,8% mira únicamente canales analógicos y apenas un 5% TV digital abierta. Esta fuente de información construida por la Secretaría de Cultura de la Nación expone que el promedio de tiempo diario dedicado en el país a mirar TV es de 3 horas y 11minutos, muy parecido a los de la Consultora Kantar Ibope.

TECNOLOGÍA Y REGULACIÓN. La televisión en todas sus formas posibles y con sus modelos de negocio diferentes (abierta y de pago, por cable o satélite, analógica y digital) es parte clave del Espacio Audiovisual Ampliado (EAA). Este consolida dinámicas propias de producción, distribución y consumo de bienes y contenidos audiovisuales para un conjunto de sectores que antes de la combinación de innovaciones tecnológicas y desarrollos de infraestructura eran diferentes (el cine, la radio, la TV) y ahora conviven en esa transición que incluye a operadores que transmiten por Internet, se definen como OTT (por la sigla en inglés Over the Top), habilitan recepción de contenidos sincrónicos (en el momento que suceden) o a demanda (cuándo, cuánto y dónde quiere el que mira) y se integran al ecosistema.

Así como resulta clara la diferencia entre la TV abierta (usa el éter para transmitir y es de recepción gratuita) y la paga (vía cable o satélite), en la actualidad hablamos de la TV digital, destacada por sus ventajas (calidad de imagen y sonido, optimización de uso del espectro, interacción con el usuario, multiplicación de la oferta) y por sus incertidumbres (segmentación de audiencias y mercados, inversión para producir y acceder, modelos de financiamiento). En Argentina, el mercado televisivo ha desandado este camino a dos velocidades. Por un lado, un segmento significativo, ya acostumbrado a pagar para ver, se sumó a la TV de alta definición (HD) y a las nuevas formas de “mirar tele” a partir del desarrollo comercial y la capacidad de pago de los consumidores. Por otro, los que quedan afuera.

En ese escenario conviven grandes jugadores -algunos globales, otros campeones locales- con pequeños -hasta subnacionales- y desarrollan modelos de negocio rentables basados en la escala que permite la concentración. Mientras, la regulación no logra administrarlo de modo exitoso. Esto es: la TV y el audiovisual todo se adapta a lo que la tecnología permite y sus audiencias consolidan, los jugadores buscan formas rentables y los Estados no logran ponerle el cascabel a la regulación.

El desarrollo tecnológico transformó el sistema de medios masivos (prensa gráfica, radio y TV) y generó nuevos espacios con Internet como medio y soporte, nuevas prácticas y consumos.

El mercado configura una oferta con líderes que dominan sus sectores originales y avanzan -a tientas- a otros espacios -los convergentes- en los que intentan domesticar comportamientos de las audiencias. Y en los que se topan con la dificultad de ver madurar modelos de negocios.

Sin embargo, este tema comienza a aparecer en las agendas de los organismos supranacionales. En tal contexto, una de las novedades de las últimas semanas es que la UNESCO publicó el nuevo documento del Observatorio Latinomericano de Regulación de Medios y Convergencia (OBSERVACOM) titulado “Desafíos y asimetrías regulatorias de los servicios audiovisuales en Internet ¿Qué hacer?”. El texto “propone una serie de recomendaciones dirigidas a los reguladores de América Latina para el establecimiento de una regulación democrática para los también denominados servicios “OTT audiovisuales” como Netflix y otros. Asoma, así, la cuestión en la agenda. Claro que el contexto de crisis políticas, sociales y económicas que atraviesan -con escalas y razones- diferentes muchos países de la región ponen en un segundo plano la urgencia de avances al respecto.

EL MERCADO. Los modos y usos sociales que se expanden, permitidos por la tecnología y su apropiación por parte de las audiencias, muestran la convivencia de una serie de fenómenos: fragmentación de los públicos a partir de la oferta; crisis de niveles de consumo masivo (ya casi no hay programas que superen los 20 puntos de rating, a excepción de acontecimientos deportivos o políticos muy relevantes); diversidad de tiempos de visionado (permitido por Internet y expandido fundamentalmente en los jóvenes); interacción vía redes sociales para discutir los contenidos, algunos de los cuales “ya no pueden mirarse sin Twitter”.

El desarrollo tecnológico transformó el sistema de medios masivos (prensa gráfica, radio y TV) y generó nuevos espacios con Internet como medio y soporte, nuevas prácticas y consumos. Los cambios pueden ser ubicados en tipos: tecnológicos, económicos y políticos (de regulación). Pero hay uno fundamental que no debe obviarse, como el sociocultural. Cada uno impactó en lo que conocemos como “la televisión”, fenomenal máquina cultural que no pierde su rol central, pero que atraviesa mutaciones aparentemente definitivas. Y es frente a estos procesos que el mercado reacciona.

Cinco de cada diez argentinos y argentinas confían en lo que ven en la TV más que en cualquier otro medio.

Desde una perspectiva diferente, el especialista en el mercado de Telecomunicaciones Enrique Carrier sostiene en su informe reciente que “si bien la TV paga sigue reinando claramente como plataforma de consumo audiovisual, comienza a ser visible, a nivel estructural, la amenaza del recambio generacional así como, a nivel coyuntural, el impacto de la recesión.”

El consultor entiende que sobre la base de hogares conectados a Internet, la TV paga sigue teniendo una fuerte penetración, del 84%. Pero observa una caída de 4 puntos en su penetración en el nivel socioeconómico bajo respecto de un año atrás, reflejando el impacto de la recesión. Por su parte, da cuenta de que el 18% de los hogares habitados por menores de 35 años están conectados a Internet pero no a la TV paga ni gratuita. La tendencia se acentúa respecto del año anterior, cuando este valor era del 12%.

La forma de hacer TV y negocios se adapta a las nuevas formas de verla. Lo hace en su estructura, pero también en sus contenidos.

“Esto no significa que en los hogares jóvenes no se consuma contenido audiovisual, pero sí que este proviene exclusivamente de Internet, sea en forma gratuita (YouTube), paga (Netflix), compartida (Flow) o a través de descargas. Aquí, si bien el factor económico tiene sin duda su incidencia, también hay un tema de formas de consumo, así como de contenidos específicamente. Claramente, el modelo de TV a través de una infraestructura específica comienza a dejar su lugar a uno de infraestructura abierta.” Esa conclusión del consultor convive con las que sostienen la necesidad de reinventarse para sobrevivir que desarrollan los players del Audiovisual Ampliado.

La forma de hacer TV y negocios se adapta a las nuevas formas de verla. Lo hace en su estructura, pero también en sus contenidos. La constante mutación tecnológica, económica y sociocultural sucede en un marco de incertidumbre sobre los modelos de negocio, sobre el futuro rol de los grandes medios y sobre su relación con los usuarios-receptores-consumidores.

Dentro del EAA, las plataformas OTT que habilitan consumos a demanda no solo significaron un cambio en cuanto a los modos de consumo, sino que aumentaron exponencialmente la oferta audiovisual. Como sostiene la licenciada Lucía Ioviero, “los contenidos que se encuentran en las diversas plataformas se caracterizan por la excelente calidad de imagen y la creatividad de las historias, de modo que en un mundo globalizado, se comienza a exigir una mayor calidad en el producto audiovisual.”

Esta graduada de la Universidad de San Andrés define (en un trabajo de inminente aparición) que, aunque los diversos modos de distribución corresponden a las lógicas de financiamiento o a los modelos de negocios, no debe verse a las plataformas OTT o VoD como una amenaza, ya que si el contenido logra atraer al público, este se mantendrá fiel a la transmisión y consolidará niveles de audiencias. Sin embargo, todavía los canales de TV abierta cumplen un rol muy relevante. “La emisión por televisión de aire es hoy en día una instancia de legitimación y promoción de los contenidos. Quizá en el futuro la televisión estará destinada a los programas en vivo, de noticias y magazines y que las ficciones viraran hacia otras plataformas”. Pero para eso todavía queda tiempo. El Estado debe tomar decisiones y defender los derechos de las audiencias. El mercado debe madurar. Y la televisión todavía podrá seguir moviendo sus fichas.