Gustavo Bueno, Sobre la finalidad y la teleología (original) (raw)

Escuela de Filosofía de Oviedo

Sobre la finalidad y la teleología

12, 19, 26 noviembre - 3 diciembre 2012


cartel para este acto de la Escuela de Filosofía de OviedoGustavo Bueno ofrece, a lo largo de estas cuatro lecciones, una exposición sobre la finalidad y la teleología que no tiene la pretensión de establecer tesis definitivas, sino que más bien se concibe como preparatoria de una obra en fase de elaboración y que el autor lleva gestando hace muchos años. El análisis de las ideas de finalidad y de teleología, desde la perspectiva del materialismo filosófico, remueve cuestiones generales, no solamente sobre la Biosfera, sino también sobre las mismas concepciones acerca del origen de nuestro Universo antrópico, lo que obliga a enfrentarse, principalmente, con el Fundamentalismo científico.

Otras intervenciones anteriores sobre estas cuestiones:
Finalidad y Teleología (1), tesela 29 (23 marzo 2010)
Finalidad y Teleología (2), tesela 30 (23 marzo 2010)
Finalidad & Teleología, XVII Encuentros (31 marzo 2012)

Vídeo de la lección 1 de Gustavo Bueno, Sobre la finalidad y la teleología (1 h 57 m)

Oviedo, lunes 12 de noviembre de 2012

Vídeo de la lección 2 de Gustavo Bueno, Sobre la finalidad y la teleología (2 h 14 m)

Oviedo, lunes 19 de noviembre de 2012

Vídeo de la lección 3 de Gustavo Bueno, Sobre la finalidad y la teleología (2 h 28 m)

Oviedo, lunes 26 de noviembre de 2012

Vídeo de la lección 4 de Gustavo Bueno, Sobre la finalidad y la teleología (2 h 38 m)

Oviedo, lunes 3 de diciembre de 2012

Tabla de acepciones analógicas (no equívocas ni unívocas) –modos y modulaciones– de la idea de Teleología

Los términos análogos y, correspondientemente, las ideas que éstos términos presuponen, tienen diversas y muy distintas acepciones; pero tales acepciones no son equívocas, ni tampoco unívocas (especies, géneros, órdenes, del género generalísimo unívoco, o categoría, que las envuelve a todas ellas), sino que son modos o modulaciones de una idea común analógica.

El término «modulaciones» añade al término tradicional «modo» la consideración de la posible variedad de versiones, dentro de cada modo.

Suponemos en esta tabla que la idea analógica de teleología tiene la estructura lógica de un análogo de proporción simple (de atribución), sin perjuicio de mantener otras veces relaciones de proporción compuesta.

Como primer analogado de la idea de Teleología no propositiva tomamos aquí la idea de Finalidad propositiva. Esta idea será considerada como primera acepción, al menos en el plano gnoseológico (correspondiente al ordo cognoscendi de la tradición escolástica). Sin perjuicio de lo cual tal acepción primera puede resultar ser secundaria en el plano ontológico (aquel que contiene las ideas de teleología no propositiva o no finalista).

Tabla de seis acepciones de la idea de Teleología

Modulaciones del modo I. Idea de la teleología propositiva (finalidad) como idea trascendental-metafísica.

Como modulación I de la idea teleológica, es decir, como su primer analogado, tomamos la idea de finalidad propositiva aplicada trascendentalmente (no categorialmente) a todos los seres del Universo, en tanto que resultantes de la acción ordenadora de sujetos propositivos.

Como modulaciones de este primer analogado citamos:

I-A. Modulaciones resultantes de la interpretación de los ente del Universo como sujetos propositivos en sus dominios propios. Esta modalidad está representada ya en las concepciones animistas (o hilozoístas) del Universo: cada ser del Universo tiene un alma residente capaz de proponerse fines en el ámbito del círculo finito de su dominio; la propositividad de cada sujeto es propiedad distributiva suya (es decir, no necesariamente subordinada a un sujeto propositivo y providente, al cual todos los demás sujetos propositivos estuviesen subordinados). En la tradición filosófica «académica» se aproximan a esta modalidad I de la idea teleológica las concepciones de la Stoa antigua, con su doctrina del Logos (Zenón de Chipre, Crisipo o Cleantes, que, según Plutarco, habrían proclamado una suerte de lo que hoy llamaríamos «principio antrópico fuerte»: todas las cosas del mundo tienen un fin, y este fin es el hombre; por ejemplo, las chinches tienen como fin el de despertar a quienes duermen en exceso), pero también las concepciones del estoicismo medio (salvo Panecio, influido por las burlas de Carneades o de Epicuro), por ideas tales como el syndesmos de Posidonio, 135-61, o la idea de la sympatheia ton holon) y, por supuesto, del estoicismo romano (Séneca: «tu tot illa milia siderum iudicas otiosa lucere?» «¿Crees acaso que los millares de las demás estrellas lucen ociosamente [sin finalidad]?», Nat. Quaest. II, 32, 7).

I-B. Modulaciones resultantes de la concepción del Universo como efecto de un sujeto metafísico propositivo o providente, Dios creador y gobernador de este Universo, que no hace nada en vano («ni la hoja de un árbol se mueve al margen de la finalidad que Dios le impuso»). El ocasionalismo de Malebranche, o el de Geulincx, emplea una acepción de finalidad próxima a esta modulación.

Modulaciones del modo II. Idea teleológica aplicable únicamente a aquéllos dominios del Universo en los cuales actúan sujetos corpóreos propositivos.

La modulación II suele presuponer la distinción de dos «hemisferios» en el Universo, el «hemisferio» en el que actúan sujetos propositivos (vivientes incorpóreos o espíritus puros, que desde las coordenadas del materialismo hay que dejar de lado, para tener en cuenta únicamente a los sujetos corpóreos animales, preferentemente humanos) y el «hemisferio» en el que no actúan sujetos propositivos, aunque estén sujetos a alguna finalidad (como ocurre cuando las cosas inanimadas reciben por atribución de algunos sujetos propositivos una finalidad, como la flecha que se dirige finalísticamente a su blanco, pero lo hace por la dirección que le ha imprimido el arquero). En la llamada vía teleológica para demostrar la existencia de Dios (la «quinta vía»), Santo Tomás, en la Summa Theologicae (I, 2, 3), toma como punto de partida de su prueba únicamente la finalidad de los seres no racionales; mientras que en la Summa Contra Gentes (I, 13) toma como punto de partida (inspirándose en el Damasceno) a la finalidad de todos los seres manifestada en su ordenamiento derivado de la acción de alguien cuya providencia pueda gobernar al Universo entero (et hoc dicimus Deum). En el sistema de Hegel las acciones de la «Naturaleza» no son finalísticas; la finalidad comienza con el «Espíritu» y su libertad («la piedra es grave, el espíritu es libre»). El modo II tiene dos modulaciones o versiones distintas:

II-A. Modulación subjetual (conductual o práctica). La idea teleológica cuando afecta a los dominios que contienen sujetos propositivos que actúan entre ellos mismos según instituciones subjetuales (políticas, sociales, económicas, religiosas, militares).

II-B. Modulaciones objetuales o tecnológicas. La idea teleológica afecta a todo aquel dominio del Universo en el que funcionan máquinas, autómatas o bien obras corpóreas del hombre institucionalizadas (tales como relojes, edificios arquitectónicos, obras de ingeniería, aviones, satélites artificiales, armas automáticas, misiles…). El reconocimiento de esta modulación objetual de la teleología es tanto más necesario cuanto que ella no puede ser reducida por la crítica behaviorista extrema a la condición de un «epifenómeno mentalista»: un misil teledirigido automáticamente a un blanco definido, o un sistema GPS no son meros «epifenómenos mentales», subjetivos, sino realidades efectivas dadas en el Mundo.

Modulaciones del modo III. Modulaciones teleológicas no propositivas de valor cero.

Las modulaciones III no son propiamente teleológicas, pero se definen en función de una idea teleológica rechazada (por negación o por privación). Este motivo parece justificar la consideración de estas modulaciones como propias de la idea teleológica, en situación límite (por semejanza a lo que en Aritmética hacemos al considerar al 0 como un elemento de la clase N, o lo que hacemos en Lógica de clases al considerar como una clase a la clase ∅ –precisamente la clase vacía no es una clase–, o lo que se hace en Ontología cuando se considera al No-Ser como una apariencia (falaz) del Ser.

III-A. Modulaciones acosmistas de la idea teleológica trascendental no propositiva con valor 0. Tomamos como prototipo de esta modulación a la ontología monista de Parménides, según la cual el Ser es uno y continuo, y el No-Ser es una apariencia falaz del Ser. No cabe hablar de teleología de un ser eterno (sin pretérito ni futuro) e inmóvil, ingénito e imperecedero.

III-B. Modulaciones cosmistas, expresadas en las concepciones de la teleología no propositiva como trascendental, pero aceptando la realidad del cosmos. Tomamos como prototipo de esta modulación a la ontología pluralista del atomismo de Demócrito. El mundo está compuesto de átomos, infinitos en número, que se mueven, no por un fin, sino por azar (tyjé). Modulación renovada hace unas décadas por Jacques Monod, premio Nobel en 1965, Le Hasard et la Nécessité (1970).

III-C. Modulaciones categoriales (no trascendentales) privativas. Comprenden las modulaciones de la idea teleológica entendida como apariencia falaz (ilusoria, mental, intencional y no efectiva) representada por un sujeto propositivo.

Modulaciones del modo IV. Modulaciones teleológicas trascendentales no propositivas.

IV-A. Modulaciones no propositivas trascendentales, pero limitadas categorialmente. Todos los entes del Universo tienen una finalidad en cuanto son agentes. Como prototipo de estas modulaciones de la finalidad consideramos a Aristóteles, en el libro II de los Físicos. El Acto Puro, tal como lo interpretamos, no tiene fines cuando mueve al Mundo como causa eficiente, puesto que ni lo ha creado ni siquiera conoce a ese Mundo. El Acto Puro es perfecto y con plena felicidad (makariotes, eudaimonia), y no necesita nada exterior a él. No cabe pensar que algo cambie en Él, pues el cambio ya sería un movimiento e implicaría potencialidad actualizable, incompatible con su condición de Acto Puro. Por ello el Acto Puro es intelección intelectual, kai estin e noesis noeseos noesin (Met., XII, 9, 1074b, 34). Pero el sujeto que se propone fines necesita algo fuera de sí mismo, y se mueve hacia ellos; luego al Acto Puro no se le pueden atribuir fines futuros distintos de él mismo. Hay que subrayar la influencia que esta concepción de la teleología aristotélica ejerció en el sistema creacionista de los escolásticos que utilizaron el sistema de Aristóteles. Entre otros, San Agustín (La Ciudad de Dios, II, 24), o Santo Tomás (Contra gentes, I, 100), que se enfrenta con la objeción derivada de la evidencia de que Dios no necesita nada de otros, pues su perfección no depende de algo exterior ni quiere cosas como fin suyo, como si necesitase de ellas; Él es feliz (beatus) y no puede tener fines. Los teólogos creacionistas cristianos citaban el Antiguo Testamento (Proverbios, 16, 4: «Universa propter semetipsum operatus est Dominus…»): Todas las cosas las ha hecho el Señor por sí mismo, y aún al impío parece que le dio maldad. (Los exégetas interpretaban ese proverbio alegando que Dios hace al impío para que se admire su paciencia y la justicia con que le castigará en la otra vida.) San Agustín, en el lugar citado, ya había establecido la distinción entre el obrar ad extra, con el fin de adquirir más perfección, y obrar para comunicar su bondad. Por ello, añadirá Santo Tomás (Summa Theologiae, I, 44, 4) que Dios es liberal en grado máximo (maxime liberalis), porque no obra por su utilidad sino por su bondad (no obra propter suam utilitatem, sed solum propter suam bonitatem). El Concilio Vaticano I (sesión tercera, capítulo 1) resumió así la doctrina del «aristotelismo creacionista»: «Dios, por su bondad y virtud omnipotente, no obra para adquirir su perfección o aumentar su felicidad, sino para manifestarse.» Sin embargo, algunos teólogos cristianos como Jean-Baptiste Van der Aa SJ, siguiendo sin duda la inspiración de Aristóteles, se «enfrentó» a Santo Tomás y sostuvo que Dios no tuvo, al creal el Mundo, ningún fin (en el sentido de los fines operantis). Por ello nos parece justo destacar, en esta cuestión, la claridad con la cual Fray Luis de León, liberado de las reticencias escolástico aristotélicas, concluye llanamente que Dios tiene un fin en sus actos de creación, y que este fin es Él mismo, es decir, la expansión de su realidad o bondad desbordante:

«–Bien decís –dijo Marcelo–; y pues conocéis eso, también conoceréis que pretendió Dios en ello algún grande fin.
–Sin duda, grande –respondió Sabino–, porque siempre que se obra con juicio y libertad es a fin de algo que se pretende.
–¿Pretendería de esa manera –dijo Marcelo– Dios en esta su obra algún interés y acrecentamiento suyo?
–En ninguna manera –respondió Sabino.
–¿Por qué? –dijo Marcelo.
Y Sabino respondió:
–Porque Dios, que tiene en sí todo el bien, en ninguna cosa que haga fuera de sí puede querer ni esperar para sí algún acrecentamiento o mejoría.
–Por manera –dijo Marcelo– que Dios, porque es Bien infinito y perfecto, en hacer el mundo no pretendió recibir bien alguno de él, y pretendió algún fin, como está dicho. Luego si no pretendió recibir, sin ninguna duda pretendió dar; y si no lo crió para añadirse a sí algo, criólo sin ninguna duda para comunicarse Él a sí, y para repartir en sus criaturas sus bienes.
Y cierto, este sólo es fin digno de la grandeza de Dios, y propio de quien por su naturaleza es la misma bondad; porque a lo bueno su propia inclinación le lleva al bienhacer, y cuanto es más bueno uno, tanto se inclina más a esto. Pero si el intento de Dios, en la creación y edificio del mundo, fue hacer bien a lo que criaba, repartiendo en ello sus bienes, ¿qué bienes o qué comunicación de ellos fue aquella a quien como a blanco enderezó Dios todo el oficio de esta obra suya?
–No otros –respondió Sabino– sino esos mismos que dio a las criaturas, así a cada una en particular como a todas juntas en general.
–Bien decís –dijo Marcelo–, aunque no habéis respondido a lo que os pregunto.
–¿En qué manera? –respondió.
–Porque –dijo Marcelo– como esos bienes tengan sus grados, y como sean unos de otros de diferentes quilates, lo que pregunto es: ¿A qué bien, o a qué grado de bien entre todos enderezó Dios todo su intento principalmente?
–¿Qué grados –respondió Sabino– son ésos?
–Muchos son –dijo Marcelo– en sus partes; mas la Escuela los suele reducir a tres géneros: a naturaleza y a gracia y a unión personal. A la naturaleza pertenecen los bienes con que se nace; a la gracia pertenecen aquellos que después de nacidos nos añade Dios; el bien de la unión personal es haber juntado Dios en Jesucristo su persona con nuestra naturaleza. […]
Pero en la unión personal no remedan ni se parecen a Dios las criaturas, sino vienen a ser el mismo Dios, porque se juntan con Él en una misma persona.» (Fray Luis de León, De los nombres de Cristo, §III. «Pimpollo».)

IV-B. Modulaciones no propositivas trascendentales e ilimitadas: como prototipo de estas modulaciones tomamos al creacionismo cristiano. Todo el Universo tiene un fin, y también su creador, en tanto procede como sujeto operatorio metafísico que procede por fines (la expansión de su perfección, de su ser, &c.). Se encuentran constantemente estas modulaciones de la teleología en Santo Tomás, en Fray Luis de León, &c.

Modulaciones del modo V. Modulaciones teleológicas categoriales (no trascendentales) no propositivas.

V-A. Modulaciones utilizadas por la idea teleológica mecánica aplicada, por analogía metafórica, a los cuerpos no vivientes. Por ejemplo, la interpretación de la ley de la inercia, en el universo físico, como ley teleológica, paralela a la ley teleológica de la biosfera. Modelos concretos de teleología mecánica de estas modulaciones: el modelo de la pompa de jabón, el modelo de Jeans sobre la formación del sistema solar.

V-B. Modulaciones de la idea teleológica aplicada a la Biología en su totalidad (a la biosfera en su conjunto y a cada una de sus partes). Las modulaciones V-B son propias de las llamadas concepciones holistas de la biosfera.

V-C. Modulaciones de teleología alotética que afectan únicamente a la biosfera, pero no a todas sus partes o niveles.

V-C-a. Teleología alotética de las relaciones y conexiones entre sujetos corpóreos vivientes de especies distintas. Mimetismo batesiano o mulleriano interpretadas como teleológicas: insecto hoja (bufo typhonius), biston betularia, &c.

V-C-b. Teleología alotética entre individuos vivientes y su medio. Adaptacionismo, ajustes sinalógicos, &c.

V-C-c. Teleologías alotéticas entre las partes de un organismo (molares –como pueden serlo los huesos del esqueleto de un primate– o moleculares –como pueden serlo cada una de sus cien billones de células–) y el organismo como totalidad.

V-C-d. Teleologías alotéticas (molares –a las que corresponden conceptos teleológicos dados a escala de la visión humana «macroscópica», como el ajuste entre la cabeza del fémur y su acetábulo– o moleculares –como puedan serlo las conexiones del gen FoxP2 con los genes del dominio controlado por él–) entre las partes del organismo. Teleologías aparentes, reducibles a V-C-d (autologismos tales como el ajuste citado de la cabeza de un fémur y su acetábulo).

Modulaciones del modo VI. Modulaciones isológicas.

Las «modulaciones isológicas» de la idea teleológica se manifiestan tanto a escala científica (por ejemplo, cuando se habla de las funciones –finalidades– de los cuerpos vivientes, de su metabolismo, vinculado al crecimiento, dentro de los fines específicos, y a la reproducción) como a escala praetercientífica, que la precede y conforma (la escala teleológica del «creced y multiplicaros» del Génesis 22, o la escala literario folklórica, sin perjuicio de sus antecedentes en la filosofía aristotélica, en la que discurre el Libro de Buen Amor, 1330-1343: «El mundo por dos cosas trabaja: la primera, / por haber mantenencia; la otra cosa era / por haber juntamiento con hembra placentera»).

VI-A. Teleología molecular (o celular) atribuible a la reproducción «clónica» por escisión directa de los vivientes «unicelulares precámbricos».

VI-B. Teleología molar (aún envolviendo los niveles molecular o celular) de la reproducción gonocórica con meiosis.

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