Materialismo fisiológico (original) (raw)

“Materialismo fisiológico”

1835 «Ya es inútil disimular, ha terminado el filosofismo su obra; está ya próximo a su postrer fase. Sus apóstoles cumplieron dignamente su encargo. Borrando los nombres de Providencia, de inmortalidad, de castigo, de recompensa, anulando los deberes, igualando la virtud y el vicio, propagando el materialismo fisiológico, poniendo por axioma el amor al oro, el horror a la pobreza, resecando los corazones, endureciendo el egoísmo, desencadenando las ambiciones, poniendo todo el deleite en los goces terrenos, repletaron el alma de fastidio y tristeza, despojaron a la vida de la ilusión encantadora, redujeron a la desesperación la indigencia, y propagaron el suicidio.» (Roselly de Lorgues [1805-1898], Jesucristo en presencia del siglo, o nuevos argumentos tomados de las ciencias en favor del catolicismo [1835], traducción al castellano por Don J.-M. Moralejo, Librería de Rosa, París 1835, tomo segundo, págs. 228-229.)

1840 «Ya es inútil disimular, ha terminado el filosofismo su obra; está ya próximo a su postrer fase. Sus apóstoles cumplieron dignamente su encargo. Borrando los nombres de Providencia, de inmortalidad, de castigo, de recompensa, anulando los deberes, igualando la virtud y el vicio; propagando el materialismo fisiológico, poniendo por axioma el amor al oro, el horror a la pobreza, resecando los corazones, endureciendo el egoísmo, desencadenando las ambiciones, poniendo todo el deleite en los goces terrenos, repletaron el alma de fastidio y tristeza, despojaron a la vida de la ilusión encantadora, redujeron a la desesperación la indigencia, y propagaron el suicidio.» (Roselly de Lorgues [1805-1898], Jesucristo en presencia del siglo, o nuevos argumentos tomados de las ciencias en favor del catolicismo [1835], traducción al castellano por un doctor en sagrada teología, Librería de Monier, Madrid 1840, tomo segundo, pág. 230.) [→ Jesucristo en presencia del siglo, en La Censura, 1844.]

1847 «Ya es inútil disimular, ha terminado el filosofismo su obra; está ya próximo a su postrera fase. Sus apóstoles cumplieron dignamente su encargo. Borrando los nombres de Providencia, de inmortalidad, de castigo, de recompensa, anulando los deberes, igualando la virtud y el vicio, propagando el materialismo fisiológico, poniendo por axioma el amor al oro, el horror a la pobreza, resecando los corazones, endureciendo el egoísmo, desencadenando las ambiciones, poniendo todo el deleite en los goces terrenos, repletaron el alma de fastidio y tristeza, despojaron a la vida de la ilusión encantadora, redujeron a la desesperación la indigencia, y propagaron el suicidio.» (Roselly de Lorgues [1805-1898], Cristo ante el siglo, o nuevos testimonios de las ciencias en favor del catolicismo, nueva edición cotejada con la décimaquinta del original francés, notablemente corregida y aumentada, Imprenta de D. Vicente Oliva, Gerona 1847, págs. 325-326.)

1848 «Y, si aplicando semejante principio de una filosofía verdaderamente platónica, a la doctrina de las enfermedades, hubiéramos de reconocer una clase entera de estas, determinadas exclusivamente y sostenidas por la lesión, la alteración, el trastorno de ese principio independiente de la materia misma de los órganos; es decir por una modificación de una entidad meramente espiritual y subsistente por sí misma; creeríamos preferible a todas luces, abrazar las ideas del materialismo fisiológico y patológico; y no pondríamos en duda siquiera, la existencia de estas enfermedades vitales, indisputablemente imaginarias, restos informes y verdaderamente fantásticos de esa ontología absurda, que con tanto provecho de la ciencia, logró desterrar de la filosofía médica, el entusiasta fundador de la extinguida medicina fisiológica.» «Al profesar esta última opinión no por esto adoptamos los principios del materialismo fisiológico, por más que Burdach califique de materialistas a los que atribuyen la extinción necesaria de la vida a una cualidad de la organización, incompatible con el mantenimiento de aquella; a los que sostienen que la muerte natural sucede porque la sequedad, el endurecimiento y la rigidez de los tejidos orgánicos, la osificación de las arterias, la obliteración de los capilares, &c., que acompañan a las edades avanzadas, no permiten ya a los movimientos orgánicos el manifestarse.» (Joaquín Hysern Molleras [1804-1883], La filosofía médica reinante. Exámen crítico de sus fundamentos teóricos y prácticos…, discurso pronunciado el día 20 de enero de 1848, Imprenta del Colegio de Sordo-Mudos y Ciegos, Madrid 1848, págs. 112 y 191.)

«En grande oscuridad dejó esto el Sr. H.: veamos si otros párrafos ponen más en claro las ideas fisiológicas de este señor. Por descontado, al desechar con harto desenfado la filosofía de Rostan, porque éste no admite en el cuerpo humano vivo sino órganos en ejercicio, dice el Sr. H. que en buena filosofía fisiológica “no puede reducirse la economía animal viva a solo órganos y funciones,” y añade en otro lugar: “no adoptamos los principios del **materialismo fisiológico**…” “ consideramos eminentemente absurdas en fisiología las _opiniones materialistas_…”. Dan que pensar estas exigencias del Sr. H… ¿Qué otros elementos constitutivos necesitará este señor para dar por corriente y en acción la economía viviente?… No es fácil adivinarlo, pero algo podrá deducirse del pasaje siguiente.» (Diego de Argumosa [1792-1865], La filosofía médica militante. Escaramuza repulsiva contra una salida impetuosa del Dr. Hisern, Imprenta de Delgrás Hermanos, Madrid 1848, pág. [14].)

«La feliz inspiración de Hahnemann expresada y descrita en los párrafos citados, ha sido considerada por algunos de sus impugnadores, como la expresión representante de un vitalismo exagerado, pero lejos de ver nosotros la oportunidad de esta infundada acusación, vemos que separándose de las extremadas pretensiones del materialismo fisiológico, que hace depender la actividad vital de los modificadores externos confundiendo la vida con sus medios, y de los hiperbólicos vitalistas, para los cuales la alma es el agente primero de todas nuestras funciones, en virtud de las ideas innatas que posee, y sin participación de la inteligencia, creemos repetimos, no pueda hallarse un principio fisiológico, que eludiendo las exageraciones de ambos extremos, esté más de acuerdo con la razón, que el enunciado por Hahnemann, en él aparece una verdad reconocida universalmente que es la existencia de una fuerza, común a todos los cuerpos, sometida a leyes fijas, todo fenómeno o modificación en el modo de ser, es consecuencia de la acción de esta fuerza, por ella se mantiene el organismo en el más admirable equilibrio; se reanima el hambriento apenas ha deglutido unos bocados de alimento, y cuya presencia en el estómago escasamente cuenta segundos: ella hace sentir instantáneamente en todo el organismo el placer que nos motiva el ejercicio de nuestros órganos, y las consecuencias de la infracción de sus leyes; y ella en fin es el verdadero agente del consensus unus.» (Andrés Merino y Torija [1805-1887], “Sección crítico-filosófica. Del dinamismo vital y medicamentoso”, Gaceta Homeopática, Madrid, 30 de diciembre de 1848, pág. 169.)

1850 «Cuando los filósofos cortados a lo Spinosa y a lo Bayle estuvieron bastante organizados entre sí para poderse llamar escuela, fueron invadiendo las academias, las universidades y hasta los gobiernos, para demoler las tres robustísimas murallas de la dialéctica, de la metafísica y de la teología tomística, para levantar sobre los raídos cimientos otras tres de más ancha entrada pero de construcción menos robusta: fueron los tres nuevos muros el ideologismo orgánico, iniciado por Condillac; el materialismo fisiológico, acreditado por genios tan inconsecuentes y elevados como el de Cabanis y Destut Tracy; y una teología solitaria y desatendida por una juventud mal preparada en los otros dos recintos por donde había debido penetrar: teología que ni tenía a su favor el valimiento de la Sorbona, proscrita y olvidada ya, ni tampoco por guía al querubín de la ciencia sagrada cuyo lugar ocupaban ya espíritus de menos elevada jerarquía.» (J. C., “La Teología y el siglo. Artículo I”, El Áncora, diario religioso-social, económico-administrativo, literario, mercantil, de noticias y avisos, Barcelona, domingo 25 de agosto de 1850, nº 237, pág. 882.)

1852 «El vitalismo es la única concepción médica que llamando la atención hacia un orden de fenómenos distintos de los puramente físicos, lucha en el alma del médico contra esta tendencia materialista, que la naturaleza misma de sus estudios desarrolla en él tan poderosamente. He aquí por qué esta teoría contenida en ciertos límites adquiere independientemente de su valor doctrinal, la más alta importancia, y viene como a constituir una especie de método filosófico, que haciendo salir al médico del círculo de las realidades puramente sensibles, desplega ante su inteligencia una nueva perspectiva. Pero esta teoría que en todos los tiempos ha reunido las inteligencias más elevadas, halla un obstáculo para la popularización de sus doctrinas, en esa especie de fascinación que la materia ejerce aun sobre los espíritus más distinguidos por su recto juicio. Así, el materialismo fisiológico, nacido del estudio de la frenología, del sistema de unidad de la composición orgánica, del progreso continuo o de la filosofía de la naturaleza, rechazando como hipótesis hiperfísicas, irrealizables toda doctrina que defiende realidades fuera de la esfera de la materia, el materialismo fisiológico, decimos , halla una acogida mucho más fácil que el vitalismo en las inteligencias, cuyos estudios habituales y aun las exigencias de la ciencia inclinan sobre todo a la observación de los fenómenos sensibles.» «Ahora bien, solo hay un medio de arrancar al médico de esta especie de fascinación de la materia, sirviéndonos de una expresión de que ya hemos usado, y es el de preparar con profundos estudios psicológicos la inteligencia de los que se proponen seguir la carrera médica. No pretendemos que, merced a un estudio serio de la filosofía, el materialismo fisiológico, como doctrina metódica, desaparezca de entre nosotros. Entre los médicos se hallarán aun por mucho tiempo los sostenedores de esta triste doctrina; pero al menos, no se impondrá a los adeptos como una tradición veneranda de la ciencia de la vida; porque su inteligencia se revelará contra la palabra del maestro y contra las inducciones algún tanto precipitadas del nuevo órgano, como se llama al escalpelo o al microscopio.» (Max Simón, Deontología médica. Treinta lecciones sobre los deberes de los médicos… [1845] obra escrita en francés por el doctor Max Simon, arreglada al castellano por Francisco Ramos Borguella, Imprenta del Boletín Oficial del Ejército, Madrid 1852, págs. 14-15 y 81.)

«De aquí nace el hombre machina, como de allí el hombre archeo: de aquí nace el materialismo fisiológico, el materialismo en las ideas; como de allí el idealismo más elevado: del materialismo de las ideas, el materialismo de los conceptos y de las creencias; como del idealismo absoluto el espiritualismo exclusivo.» «Las ciencias naturales y la medicina, dice un médico de nuestra época, sobre todo cuando es exclusivamente anatómica, fija tan solo el pensamiento sobre fenómenos de esta clase, y es claro que esta tendencia debe exagerarse aun en los hombres que se entregan sin precaución a los estudios de estas ciencias. Así el materialismo fisiológico que toma su origen en el estudio exagerado o abusivo de la frenología, del sistema de la unidad de composición orgánica, del progreso continuo, o de la filosofía de la naturaleza, desechando como hipótesis hiperfísicas y no susceptibles de verificación toda doctrina que afirma realidades fuera de la esfera de la materia, el materialismo fisiológico, decíamos, halla más fácil acceso que el vitalismo en las inteligencias, porque sus estudios habituales y las exigencias mismas de la ciencia tan solo conducen a la observación de los fenómenos sensibles.» (José Varela de Montes [1796-1868], Breve reseña de los sistemas médicos. Opúsculo de las más notables doctrinas y sistemas médicos desde Hipócrates hasta el día, Jacobo Souto, Santiago 1852, pág. 149 y 152.)

1855 «A juzgar por lo que hemos visto, todos estos errores se destruirán por si propios. El materialismo filosófico no ha durado más de veinticinco años. El materialismo fisiológico ha durado quince; el materialismo naturalista está ya gastado; se va a fondo en una tempestuosa impopularidad, pero aun nos queda que pasar por la prueba del materialismo positivista, biológico y micrográfico, que no cuenta tres años de edad.» (“Revista médica. De la decadencia continua de la medicina”, La década homeopática, periódico oficial de la Academia Homeopática Española, Madrid, 20 noviembre 1855, nº 68, pág. 252.)

1862 «Refiere aquí por menor el Dr. Milcent los primeros ensayos tan conocidos de J. P. Tessier, y tan felices del tratamiento homeopático, principalmente en la pulmonía y el cólera, el desden con que fueron recibidos, y las persecuciones que le produjeron. Pinta luego la nueva situación que se creó Tessier con su doctrina ecléctica, de la que dio muestra en los Estudios sobre medicina general, que comenzó a publicar en el periódico de la Sociedad galicana de Homeopatía. Prosigue el Dr. Milcent: “En estas circunstancias y en ese terreno bien preparado por el materialismo fisiológico, se encontró Tessier y trabó combate con el profesor Bérard, que con el peligroso prestigio del talento y de la más elevada dignidad médica enseñaba a la juventud de París, que en masa se agolpaba a escucharle, que el hombre es un animal monodelfo bimano, y no, como dijo Aristóteles, un animal racional, sociable y religioso; –que el acto de pensar y su mecanismo son idénticos en el hombre y en el bruto; –que su única diferencia está en la extensión de la inteligencia, en el número y complicación de las operaciones mentales; –que es muy probable que el pensamiento no haya sido negado a los brutos ni sea exclusiva propiedad del hombre; –que en los animales superiores se observa cierto grado de racionalidad con todos sus buenos o malos efectos, y que casi puede compararse al de los niños que no han empezado a hablar; –que sorprende ver a Buffon negar el pensamiento a los anímales, y que la filosofía es preciso ir a hacerla en los bosques; –que Varios tipos humanos primitivos, no provienen de una sola pareja. J. P. Tessier refuta todos estos errores, demostrando al profesor de fisiología que ha confundido esta ciencia con la historia natural; que en la tradición médica es la ciencia del hombre en estado natural o de salud.“» (Ignacio Oliver y Brichfeus [†1870], “Juan Pablo Tessier. Reseña de su vida científica y exposición de sus doctrinas médicas”, El Criterio Médico, órgano de la Sociedad Hahnemanniana Matritense, Madrid 1862, tomo III, págs. 354-356.)

1864 «Cierto es que se nos pretende motejar con el dictado de materialistas; pero esta mal encubierta envidia no es sino un grosero incienso dirigido a ciertas manías hoy dominantes por derecho prestado, y que mañana precipitará en el seno insondable del olvido la irresistible corriente de las ideas progresivas. El materialismo religioso está justamente relegado a las regiones del delirio, como una de tantas superfluas ociosidades del espíritu humano; pero el materialismo fisiológico ha tomado inevitablemente carta de naturaleza en las ciencias médicas; y para evitar toda odiosa comparación, y ahorrar a los pensadores tímidos toda vibración nerviosa, convengamos en llamarle positivismo médico.» (Antonio Mendoza Rueda [1811-1872], “La Terapéutica es fertilizada por la Biología y por la Química. Discurso en contestación al del doctor D. Narciso Carbó, en su solemne recepción en la Universidad de Barcelona, el día 13 de diciembre de 1864, por A. Mendoza, Catedrático de Medicina Operatoria”, en Discursos leídos ante el claustro de la Universidad de Barcelona en el acto solemne de la recepción del catedrático de Terapéutica, materia médica y arte de recetar Dr. D. Narciso Carbó y de Aloy, el día 13 de diciembre de 1864, Imprenta de Tomás Gorchs, Barcelona 1864, págs. 52-53.)

1865 «El Dr. Mendoza, en su último, y por más de un сoncepto, notable trabajo literario, se coloca resueltamente en el campo de la fisiología materialista, o si se quiere, del positivismo médico. No hay para que decir que el pabellón se engríe de poder contar, para la defensa de sus doctrinas, con un adalid de tanta valía, no siendo menos satisfactorio el ver como nuestros principios científicos van tomando carta de naturaleza en las universidades españolas, haciéndose ya hoy imposible que se dirija al Dr. Mata la original objeción que se le hizo en el célebre debate acerca de Hipócrates y de las escuelas hipocráticas, a saber, que estaba solo, que no contaba con partidarios de alguna autoridad, que, cuando más, podría tener a su lado algún oficial de estado mayor &c., &c., objeción singularísima que se le ocurrió a nuestro buen amigo el Dr. Calvo. Ya entonces tuvimos ocasión de manifestar que el Dr. Mata, aun cuando no tuviera la compañía de su gran talento, por el solo hecho de defender la verdad, podría decir como el mariscal de Virón en un drama de nuestro teatro: “Gran ventaja en la guerra yo consigo / Que voy con muchos, cuando voy conmigo.” […] Es verdad que muchas veces los sistemas médicos no han sido mas que el reflejo de la filosofía, y esta ha tenido que reflejar, a su vez, momentos de la historia no siempre bonancibles para la gran causa del progreso humano. El Dr. Mendoza ha tenido el valor de pregonar estas mismas verdades ante un claustro en el que, sea dicho sin ánimo de ofenderle, domina un espíritu, si no del todo retrógrado, más conservador de lo que a nuestro entender conviene en una época en que el libre examen, aplicado a todos los terrenos, descubre tantos errores y destruye tan arraigadas preocupaciones, por no decir que hiere de muerte a tantos intereses bastardos. Copiemos algún párrafo: “Ahora bien, ¿con qué títulos los partidarios de la escuela positivista, nos creemos poseedores del hilo de Ariadna que nos ha sacado del laberinto de los sistemas? Nos apoyamos en el resultado uniforme y universal de la conciencia científica de los hombres de todas las etapas laboriosas de la humanidad, y de todos los pueblos liberalmente regidos; y descansamos en el testimonio de la historia, nunca desmentido. […] El materialismo religioso está justamente relegado a las regiones del delirio, con una de tantas superfluas ociosidades del espíritu humano; pero el materialismo fisiológico ha tomado inevitablemente carta de naturaleza en las ciencias médicas…” […] El Dr. Mendoza ha encontrado ciertamente en la independencia de su espíritu y en su costumbre de juzgarlo todo después de un examen libérrimo y sin trabas, los medios de ir elevando su razón, hasta llegar a las regiones de la filosofía positiva que guarda en su seno la resolución de mil problemas que hoy asustan a la humanidad, sin embargo de que debieran estimularla, porque detrás de ellos está la muerte de muchos errores y el fin de muchas y muy terribles injusticias. José Ametller.» (José Ametller Viñas [1832-1901], “Algunas palabras sobre el discurso pronunciado por el Dr. D. Antonio Mendoza, en la recepción del catedrático de Terapéutica, materia médica y arte de recetar, D. D. Narciso Carbó y de Aloy”, El Pabellón Médico, tomo V, nº 182, Madrid 21 de marzo de 1865, págs. 118-120.)

«La vida, en sus detalles como en su conjunto, estando reducida a la fatalidad que gobierna el mecanismo, obstruye desde luego la insondable sima que separa al mundo moral del mundo físico. No hay, pues, en ella, por lo tanto, ciencia de costumbres, ni puede tenerla por ello. Del mismo modo que suprimiendo directamente el espíritu, el materialismo fisiológico suprime la psicología o la ciencia del alma, el materialismo mecánico, al suprimir directamente el libre arbitrio, suprime toda la moralidad de los actos humanos.» (Conferencias del Reverendo P. Félix [Celestino José Félix, S. J., 1810-1891], “La negación materialista, ante la psicología y la moral”, La Libertad, Madrid, jueves 13 de abril de 1865, pág. 3.)

«Así como el materialismo, el materialismo fisiológico, suprimiendo directamente el espíritu suprime la psicología, así también el materialismo mecánico, suprimiendo directamente el libre albedrío, suprime toda la moralidad de los actos humanos.» ([Conferencias del P. Félix en folletín], La Regeneración, diario católico, Madrid, sábado 6 de mayo de 1865, pág. 3 –página 160 del folletín–.)

1877 «El materialismo de Moleschott y sus amigos tiene enteramente otro carácter: es un materialismo fisiológico fundado en la ciencia, en los conocimientos positivos y en la experiencia, y se asemeja más bien a la escuela de Cabanis, de Broussais y de Littré.» (Paul Janet [1823-1899], El materialismo contemporáneo [1864], traducido, con una introducción, por Mariano Arés, catedrático de la Universidad de Salamanca, Biblioteca Salmantina: Filosofía, Historia, Ciencias Físicas, Literatura; Imprenta de D. Sebastián Cerezo, Salamanca 1877, pág. 18.)

«El materialismo de Moleschott y de sus amigos posee otro carácter: es un materialismo fisiológico fundado en la ciencia, en los conocimientos positivos y en la experiencia; la nueva escuela se parece más bien a la de Cabanis, Broussais y Littré.» (Paul Janet [1823-1899], El materialismo contemporáneo [1864], versión española del Doctor Aguilar y Lara, Biblioteca de Filosofía Contemporánea, Valencia 1877.)

1878 «La doctrina de la fuerza vital es hoy una causa perdida. Ni los esfuerzos de los naturalistas místicos para reanimar esta sombra, ni las lamentaciones de los metafísicos conjurando las pretensiones y la inminente irrupción del materialismo fisiológico, y negándole su parte en las cuestiones filosóficas, ni las voces aisladas que señalan hechos oscuros aún de la fisiología, nada de esto puede salvar a la fuerza vital de una ruina próxima y completa.» (Luis Büchner [1824-1899], Fuerza y materia [1855], Librería de Fernando Fe, Madrid 1878, págs. 235.)

1879 «Hay, pues, dos elementos en todo acto biológico; la causa del hecho y su condición, exterior: y el olvido de este indiscutible aviso es causa de negaciones materialistas, o de errores de experiencia, a que conduce el fijarse exclusivamente en uno de ellos, olvidando lo que valen e influyen, tanto las ideas que determinan, como la causa que engendra y dirige esas condiciones. Claudio Bernard lo ha comprendido así en muchas ocasiones, y hecho ver cómo de este error nace el materialismo fisiológico; y la prueba ha ido a buscarla en el estudio del cerebro, concluyendo en términos análogos a los de Bain que la fisiología no debe ver en todos los movimientos condiciones y trasformaciones de la masa encefálica, sino mecanismos vitales dislocados o restablecidos en sus condiciones de acción.» (Emilio Reus y Bahamonde [1858-1891], “Doctrinas biológicas de la ciencia y la filosofía modernas. VII”, Revista Europea, Madrid, 18 de mayo de 1879, nº 273, pág. 618.)

1882 «Ni siquiera es un sabio traducido indirectamente del alemán, a semejanza de ciertos críticos que llenan con sus artículos las Revistas, y de varios oradores que molestan en el Ateneo con sus peroratas. El doctor Camacho no ha aprendido en las traducciones la ciencia universal; todo en él es propio; elaboración de su cacúmen, parto de su ingenio. Cursó medicina en San Carlos, dejando fama entre los carambolistas de la facultad. En su pueblo se casó con una muchacha de posibles, convencido de que no existe el alma. Al frente de un establecimiento balneario, que le produce mucho dinero y ningún rompedero de cabeza, se da mejor vida que un canónigo, pasándola a tragos menudos de lo bueno. Durante el invierno, época para él de vacaciones, prepara una obra que le acarreará la inmortalidad, aunque está bien seguro de que, muerto el perro, se acabó la rabia. Su biblioteca se compone exclusivamente de los libros de texto que se vio obligado a comprar cuando estudiante; ni uno más, ni uno menos. ¿Para qué necesita quemarse las cejas y quedarse calvo, si la teoría que desarrolla en su Filosofía de la nutrición es sencillísima, y por la misma sencillez conmoverá fuertemente al mundo pensador? En honor de la verdad, la teoría del doctor Camacho, si bien sacada de su cabeza, no se distingue por lo original. Nihil novum sub sole, como repite frecuentemente el doctor, para que sepan los que le escuchan que conoce el latín. […] Cabanis, explicando la imaginación y el espíritu sin hipótesis divina, y atribuyendo al temperamento, a las enfermedades, a la comida, las virtudes, cualidades y carácter determinantes del individuo, es un precursor de Camacho, con quien el moderno materialismo fisiológico no tiene punto ninguno de contacto ni de comparación. Además, que de tales escuelas ignora nuestro fisiólogo hasta el nombre y los corifeos. El doctor opina y sostiene en su tratado, inédito aún, que el medio de adornar al hombre con las propiedades del animal que mejor le convengan para sus fines, es darle a comer carne de ese animal. Así, para criar valientes, recomienda solomillo de león; para acrecentar la astucia en los abogados, el guiso de zorra; para corredores de comercio, el de ardilla; para los aeronautas, águila escabechada; para los enamorados, pichón a todas horas; chuletas de burro para los que se dedican a abstrusas especulaciones filosóficas; tórtola en salmí para sostener dignamente el dolor en las jóvenes viudas, &c., &c. La enumeración sería prolija, y un abuso indiscreto daría a conocer la obra antes que su autor la publique. […] De este punto de partida a la Filosofía de la nutrición, no hay más que un puente, que el doctor salva en cuatro zancadas. Si iguales alimentos producen empíricamente iguales resultados, suministrándolos teórica, crítica, filosóficamente se revoluciona el mundo racional. El hombre comerá lo que el filósofo le dicte, y obrará, en su virtud, ajustado a la estricta filosofía.» (Federico Moja y Bolívar [1842-1897], “El Doctor Camacho”, Gil Blas, Madrid, jueves 20 de abril de 1882, pág. 198.)

1891 «La oposición del ayuno llama “crisis del hambre” a la que trajo a los conservadores; a estos términos de cultura literaria y a ese materialismo fisiológico ha llegado la política entre nosotros. Vamos sospechando que, desde que la política dejó de ser privilegio de los potentados, ha sido un pane quaerendo; pero nunca se dijo con tanta crudeza como ahora. Pues bien, aun admitiendo que la política queda reducida al humilde oficio de satisfacer la ambición y la codicia de los que a ella se dedican, cuantos no estén ofuscados por la pasión de partido o por el interés personal habrán de convenir en que los conservadores, al aceptar el poder en las condiciones que les fue entregado, dieron pruebas de valor cívico y amor patrio.» (Juan Mañé Flaquer [1823-1901], “¿A qué han venido los conservadores?” –tomado de _Diario de Barcelona_–, La Opinión, periódico liberal-conservador, Santa Cruz de Tenerife, 21 de febrero de 1891, nº 750, pág. 1.)

1905 «La doctrina de la fuerza vital es hoy una causa perdida. Ni los esfuerzos de los naturalistas místicos para reanimar esta sombra, ni las lamentaciones de los metafísicos conjurando al materialismo fisiológico y negándole su parte en las cuestiones filosóficas, ni las voces aisladas que señalan los hechos de la fisiología aún obscuros, nada de esto puede salvar a la fuerza vital de su ruina próxima y completa.» (Luis Büchner [1824-1899], Fuerza y materia [1855], F. Sempere y Compañía, Valencia ≈ 1905, pág. 220.)

1909 «Mas la teoría monadologista difícilmente puede conservar su posición en el espiritualismo: con una pequeña evolución, o pasa al espiritualismo monista o al materialismo fisiológico; no poca parte toca a Leibnitz en el desarrollo de ambas tendencias en nuestros tiempos.» («Alma», Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, José Espasa e Hijos, Barcelona 1909, tomo 4, pág. 774.)

1920 «La conciencia no es ni puede ser un epifenómeno como lo sostiene cierto materialismo fisiológico, sino el centro donde, sucesivamente, con ritmo variable e íntimo, opera y se manifiesta con relativa intensidad la proyección de lo subconsciente o, hablando en lenguaje bergsoniano, del yo profundo que tiene su origen en las profundidades más obscuras de nuestro ser. Ese yo sólo se exterioriza en los momentos en que, desprendidos de toda atracción exterior, vivimos en el mundo de la creación artística, de la poesía, de las cosas espirituales que parecen ponernos en íntima conexión con lo infinito.» (Federico García Godoy [1857-1924], “Aspectos del bergsonismo”, Cuba Contemporánea, La Habana, septiembre 1920, año VIII, tomo XXIV, nº 93, pág. 26.)

1922 «¿Cómo podemos justificar el materialismo de la Ciencia o la conducta del hombre científico que aparta su atención de tantos aspectos del Universo y la concentra en las leyes de las fuerzas y el movimiento de la materia? Sencillamente, porque ese es el objeto de la ciencia y porque la naturaleza toda obedece a esas leyes fundamentales, sin perjuicio de obedecer al mismo tiempo a otras leyes. Es perfectamente legítimo excluir algo de nuestra atención, si así cooperamos al trabajo que nos ocupa, y no tiene tal exclusión relación alguna con el materialismo fisiológico que afirma unas cosas y niega otras. Cuando Napoleón preguntó a Laplace por qué no citaba a Dios en su sistema matemático del Mundo, tuvo razón éste al contestarle que no había necesitado de esa hipótesis, puesto que desarrollaba su teoría solamente con las leyes de la materia y de la fuerza.» (Sir Oliver Lodge [1851-1940], “Vida, Espíritu, Materia”, España, Madrid, 23 diciembre 1922, nº 349, pág. 9.)

1924 «Renunciar a lo psíquico es, naturalmente, materialismo de la más pura especie, pero sólo en su esfera: fuera de ella, es separar lo psíquico y su estudio del sistema general de conducta del hombre: idealismo puro. […] El académico Béjterev, llevado por su entusiasmo “energético”, llega a hablar de panpsiquismo, del alma de las plantas y de los animales; en otra parte no se decide a rechazar la hipótesis del alma. Y en este estado de ignorancia relativa a lo psíquico permanecerá la reflexología mientras rehúya lo psíquico y se encierre en el estrecho círculo del materialismo fisiológico. Ser materialista en fisiología no es difícil; probada, serlo en psicología, y si no podéis, os quedaréis convertidos en idealistas.” (León Vigotski [1896-1934], “El método de investigación reflexológica y psicológica” [Congreso Nacional de Psiconeurología, Leningrado, 2 enero 1924], en Problemas de la psicología soviética, Aguilar, Madrid 1930, apud reedición en Infancia y Aprendizaje, Madrid 1984, nº 27-28, págs. 100-102.)

1932 «Con tan escaso fundamento se coloca, de un golpe, frente a toda la moderna orientación que tiende a “individualizar” lo psíquico, desde Bergson a Scheler, pasando por Wundt, y queda en este aspecto, rezagado el viejo materialismo fisiológico ochocentista que se apoyaba como hecho fundamental en las localizaciones de Broca, de valor científico desmoronado por una crítica estricta ulterior, en la que hay que nombrar a sabios tan ilustres como el Profesor Pierre Marie, el Dr. Monakow, Director del Instituto de Anatomía Cerebral de Zurich, el Dr. F. Moutier, el Profesor Dumas y tantos otros.» (José Pemartín [1888-1954], “La Física y el Espíritu”, Acción Española, Madrid, 16 diciembre 1932, tomo IV, nº 19, págs. 29-30.)

1985 «Y qué decir de Flaubert, el eremita de Croisset, en lucha denodada contra su convicción de que el arte es imposible, dando una espléndida expresión literaria al materialismo fisiológico de una mujer ahogada por lo provinciano en Madame Bovary o al materialismo metafísico de La tentación de San Antonio (descenso hasta los infiernos de la materia), o al desencanto de una generación tras la revolución de 1848 en La educación sentimental, o al escepticismo más radical en Bouvard y Pécuchet.» (Pedro Madrigal, “Los peligros del 'kitsch'”, La Vanguardia, Barcelona, 26 de marzo 1985, pág. 40.)

gbs