Antonio de Guevara / Reloj de Príncipes (1529) / libro 2 (original) (raw)
Capítulo XI
Que las mugeres preñadas, en especial las princesas y grandes señoras, deven ser de sus maridos servidas y bien tratadas; en especial las deven apartar de toda cosa que les dé trabajo y enojo; y de cómo las mugeres en el tiempo que están preñadas no deven de ser glotonas ni antojadizas.
Si bien hemos entendido el capítulo de arriba, hallaremos que aquellas mugeres preñadas peligraron las unas por ser saltadoras, las otras por ser golosas, las otras por ser glotonas, las otras por yrse a fiestas, las otras por parecer galanas. Y todo esto procede por culpa dellas, en querer ser homicidas de sí mismas. Por cierto en este caso dignas son de mucha culpa las princesas y grandes señoras quando por su culpa malparen las criaturas; y querría yo que tomassen exemplo no de los hombres racionales, sino de los brutos animales; porque no ay en las montañas y silvas animal tan bruto que no se aparte de doquiera que su vida tiene peligro. Las ossas, las leonas, las lobas por maravilla salen de sus cuevas y choças en el tiempo que están preñadas, y esto no por más de por quitar ocasiones a que no sean de pastores y caçadores corridas. Pues si esto hazen los animales brutos, cuyos partos son en perjuyzio de los hombres, a causa que sus hambrientos hijos comen a nuestros innocentes ganados, ¡quánto más lo deve hazer la muger preñada, cuyo parto y alumbramiento es en aumento de todo el pueblo christiano!
Si las mugeres no pariessen, si los niños no nasciessen, aunque oviesse tierra, no avría quien poblasse la tierra; porque todas las cosas crió Dios para que sirviessen a la criatura [402] y la criatura crió para que sirviesse a su Criador. Tomen exemplo las mugeres que están preñadas de los castaños y de los nogales y avellanos, cómo y en qué manera guardan sus fructos después que de flores están preñados, ca el castaño la defiende dentro de un herizo, el nogal dentro de una cáscara muy dura, por manera que ni las aguas se los mojan ni los vientos se los derruecan. Pues los árboles, que no tienen sino vida vegetativa, y los animales, que no tienen sino ánima sensitiva, ponen tan gran recaudo en sí después que se sienten preñadas para que salgan a luz sus fructos; mucho más lo deven poner las mugeres preñadas, que tienen ánimas intellectivas, porque por su mal recaudo no malparan las criaturas. Juzgue cada uno quán poco va en que un hombre pierda las nuezes ni las castañas, y por contrario juzgue cada uno quánto le va a la Iglesia en que sean alumbradas las mugeres preñadas; porque la Sancta Madre Yglesia no llora ni pone luto porque se yelen las viñas, sino porque se pierden las ánimas.
Para que el hombre vea el fructo de bendición que dessea y la muger preñada se vea bien alumbrada, deve el marido quitar a la muger de ocuparla en mucho trabajo, y la muger dévese guardar del demasiado regalo; porque en las preñadas es ya regla general que el mucho trabajo las haze malparir y el mucho regalo las haze peligrar. Crudo es y inhumano el hombre que quiere que trabaje tanto su muger después de preñada como trabajava estando senzilla; porque el hombre vestido no puede correr tanto como el que está desnudo. Dize Aristóteles, libro vii De animalibus, que, quando el león tiene a la leona preñada, no sólo caça para sí y para ella, pero aun de noche y de día anda en torno della por guardarla. Quiero dezir que las princesas y grandes señoras, después que están preñadas, muy justo es sean de sus maridos servidas y regaladas; porque no puede él a ella hazer tan gran servicio ante del parto como ella haze a él quando le pare un hijo. Considerando el peligro que tiene la muger en parir, y considerando el trabajo que tiene el marido en la servir, sin comparación es más lo que ella passa que no lo que él sufre; porque al fin la muger en parir haze la triste más de lo que puede, y el marido por bien que la sirva faze menos de lo [403] que deve. El hombre generoso y virtuoso y aun piadoso, desde el tiempo que sintiesse estar su muger preñada, hora ni momento se avía de apartar della; porque en ley de buen marido cabe que emplee los ojos en mirarla, las manos en servirla, la hazienda en regalarla y el coraçón en contentarla. No se les faga trabajo a los hombres servir y regalar a sus mugeres preñadas, ca el trabajo dellos consiste en fuerças, mas el trabajo dellas está en las entrañas; y (lo que es mayor lástima) que quando las tristes quieren dar con la carga en tierra, dan consigo mismas en la sepultura.
No menos son de reprehender las mugeres plebeyas, las quales después de preñadas de todos los trabajos de casa quieren ser esentas, lo qual no devrían ellas hazer, ni los maridos lo consentir; porque la ociosidad no sólo es ocasión de no merecer el cielo, pero aun es causa de las mugeres tener mal parto. Tomando de una parte a una señora que estando preñada se regala mucho, y tomando de otra parte a una labradora que toma medianamente el trabajo, a mi parecer más peligran en los partos de señoras regaladas que no de simples labradoras. La carne que es muy gruessa empalaga, la que es muy flaca es insípida; la que es entreverada, aquélla es sabrosa. Quiero dezir que el marido deve trabajar de apartar a su muger de mucho trabajo por lo que deve, y la muger deve huyr del mucho regalo por lo que le conviene; porque el mediano exercicio ocasión es de buen parto.
Deven assimismo las mugeres preñadas, en especial las que son generosas, guardarse no sean glotonas ni golosas, ca las mugeres sin estar preñadas son obligadas a ser muy sobrias; porque la muger muy comedora con trabajo será muy casta. Suélense desmandar las mugeres preñadas en comer muchas golosinas y, so color que comen por sí y por el hijo, piensan que en el comer tienen licencia de hazer qualquier excesso; y esto no sólo es injusto, mas aun a la madre es desonesto y al hijo nocivo; porque (a la verdad) de los excessos que hizo la madre estando preñada se le recrecen muchas enfermedades al hijo después en la vida.
Deven assimismo trabajar mucho los maridos de no hazer enojo a sus mugeres después que las sienten que están preñadas; [404] porque a la verdad más mugeres malparen por los enojos que les hazen otras, que no por los manjares que comen ellas. Caso que la muger en el tiempo del preñado haga algún enojo a su marido, el marido como ombre cuerdo deve disimularlo, teniendo respeto al fijo de que está preñada y no a la injuria o negligencia cometida, que al fin al fin no puede tener la madre tan gran culpa que no tenga el hijo muy mayor innocencia. No ay necessidad de leerlo en los libros sino mirarlo con los ojos, en que todos o los más de los animales después que las hembras están preñadas, ni ellos las toman, ni ellas más consienten ser tomadas. Quiero dezir que los hombres generosos y de altos estados, después que ya sus mugeres estuviessen muy preñadas, devrían por su honestidad apartarse dellas, y en este caso el que lo fiziere más temprano, aquél ternemos por más virtuoso. No digo esto a fin que esto sea obligatorio, de manera que no hazerlo sea pecado, sino que a los hombres virtuosos lo doy por consejo; porque unas cosas se han de hazer por necessidad y otras por honestidad.
Diodoro Sículo dize que en el reyno de los mauritanos avía tan pocos hombres y nascían tantas mugeres, que avía cinco mugeres para un hombre; y assí era ley entre ellos que a lo menos un marido no casasse menos de con tres mugeres. Pues otra cosa hazían muy rezia, en que si al tiempo que moría el marido alguna de las mugeres era biva avíase de enterrar con él en la sepultura; y si dentro de un mes esto no fazía o no se moría, públicamente la matavan por justicia, diziendo que la muger biuda esle peligro estar en su casa sola, y esle honesto estar en la sepultura acompañada.
En las yslas Baleares acontecía lo contrario, do nacían tantos hombres y avía tan pocas mugeres, que para una muger avía siete hombres, y assí tenían por costumbre, especialmente entre los pobres, que una muger se casava con cinco hombres, ca los hombres ricos embiavan por mugeres a reynos estraños; porque assí cargavan los mercaderes de mugeres para venderlas como cargan agora de mercaderías. A causa desto era costumbre en aquellas yslas que a todas las mugeres preñadas, como eran pocas, en llegando a los siete meses las [405] quitavan de sus maridos y las encerravan en los templos, y allí les davan todo lo necessario del erario público; porque los antiguos tenían en tanta veneración a sus dioses, que a ninguno consentían traer de comer para sí al templo, sino que comiessen de lo que estava a aquel dios consagrado. Encerravan aquellos bárbaros a sus mugeres en aquel tiempo, lo uno porque los dioses teniéndolas en sus templos les fuessen más propicios en sus partos, lo otro por quitarlas de no tener en tales tiempos peligros, y aun porque tenían a gran torpedad que estuviessen en compañía de sus maridos.
El muy famoso filósofo Pulio, libro v De moribus antiquorum, dize que en el reyno de Pannonia, que agora es Ungría, eran en tanto tenidas las mugeres preñadas, que quando salía una de su casa todos los que la topavan eran obligados a yr y tornarse con ella, de manera que la reverencia en que es tenido agora el Sancto Sacramento de la Eucharistía era tenida entre aquellos bárbaros la muger preñada. No era menor el privilegio en que eran tenidas las mugeres preñadas de Carthago (quando Carthago era Carthago), en que assí como agora a los homicidas vale la Yglesia, assí eran seguros de justicia todos los que se acogían o asían de una muger preñada. Los galos trasalpinos, según dize Fronto, libro De veneratione deorum, a las mugeres preñadas no sólo las tenían en supremo acatamiento, mas aun ponían suprema vigilancia en que uviessen buen parto; porque poco aprovecha a la nao passar por todas las mares segura si después peligra al tiempo de tomar tierra. Era el caso desta manera: que toda la gentilidad antigua tenían dioses mayores en los templos, y tenían otros dioses menores en sus casas, que se llamavan lares y penates, y quando alguna muger avía de parir, cada vezino el dios que tenía en su casa le llevava a presentar; porque pensavan ellos que quanto fuesse más la muchedumbre de los dioses, tanto serían más poderosos para librarla de aquellos peligros. Fablando como christiano, por cierto qualquiera de aquellos dioses era harto para poco, pues sin ayuda de otros dioses no podía socorrer a una muger en el parto. [406]
{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}