Causalidad en el Diccionario de filosofía contemporánea (original) (raw)
El principio de causalidad (cualquier acontecimiento es producido por otro) tiene gran tradición filosófica, pues bajo diversas formulaciones se remonta como mínimo a Aristóteles. En la edad media, bajo la influencia del neoplatonismo, sufrió diversas deformaciones para que pudiera servir como principio de demostración de la existencia de Dios a partir de la existencia de los productos de la creación. Con el empirismo inglés –y especialmente gracias a Hume– el principio de causalidad es sometido a una dura crítica: en síntesis Hume dice que lo que observamos es la sucesión de fenómenos o acontecimientos, mas no la producción de unos por otros. Finalmente en nuestro siglo, como resultado de la física cuántica indeterminista, se ha puesto en entredicho no sólo el principio de causalidad, sino el principio del determinismo que está en la base de aquél. Ahora bien, las críticas al principio de determinismo y de causalidad son excesivamente precipitadas. De hecho, nunca han faltado físicos y filósofos que han defendido tales principios, generalmente partiendo de una clarificación de conceptos sin la cual la crítica corre el riesgo de basarse en realidad en una serie de confusiones. En efecto, para la discusión del papel que el determinismo y la causalidad juegan en la ciencia, es conveniente distinguir dos cuestiones: primera la del estatuto teórico de tales principios y su posible justificación; en segundo lugar la del significado preciso que tales principios tienen. Empezaremos por esta última.
1. Determinismo y causalidad
Siguiendo a M. Bunge postularemos que la producción causal no constituye sino un caso particular de la determinación. Aclaremos, pues, en primer lugar qué significa determinación.
En el determinismo clásico se consideraba que cualquier cosa o acontecimiento o cambio estaba unívocamente determinado por otro u otros diferentes y exteriores al sistema en que se producía el primero. Es una concepción ligada en realidad a la ideología del mecanicismo. Con la aparición de la mecánica cuántica y la observación de que las fluctuaciones cuánticas no son uniformes, sino estocásticas se consideró que se venía abajo el principio de determinismo. En lugar de una determinación unívoca de tales formas de movimiento había que suponer que en ellos la única ley que imperaba es la del azar. Pero esta idea equivale a renunciar a la búsqueda de explicaciones para tales movimientos. De ahí que la concepción estrecha del determinismo –que no deja lugar a las fluctuaciones estocásticas– deba dejar paso a lo que hoy se llama «neodeterminismo». Según esta nueva concepción, la idea de determinación supone simplemente: 1) que cualquier cosa y cualquier acontecimiento emergen de condiciones previas (principio genético o de no-magia); 2) que toda propiedad mantiene conexiones legales (ley) con otras propiedades, ya sea de forma simple, unívoca, o ya de forma estocástica (principio de legalidad). Está claro, pues, que estas condiciones no son incompatibles con el llamado indeterminismo cuántico. A la luz de ellas, podemos distinguir diversos tipos de determinación.
a) Determinación del estado de un sistema S en el momento t', por el estado del mismo sistema S en un momento anterior t (determinación del presente al pasado).
b) Determinación de un acontecimiento o propiedad P de un sistema S por otro sistema S' que puede ser, por ejemplo, su entorno. Esta determinación puede ser en forma de acción unidireccional o de interacción, y en cada caso puede ser simple o estocástica.
Pues bien, la idea de causalidad se usa frecuentemente en la física para referirse simplemente a algún tipo de determinación y concretamente a la determinación del presente por el pasado. De acuerdo con la tradición filosófica cabe, sin embargo, tomar el concepto de causalidad en su sentido más restringido, como una forma de determinación muy peculiar que sólo se da en las siguientes condiciones: a) la relación se produce entre dos sistemas diferentes (el determinante y el determinado); b) las propiedades y acontecimientos considerados van legalmente unidos de forma regular (no estocástica); c) la relación no es interactiva, sino unidireccional; d) la acción del determinante sobre el determinado debe ser retardada (no hay causalidad del futuro sobre el presente); e) en el acontecimiento determinado no debe haber fluctuaciones espontáneas considerables.
2. El valor de los principios de determinismo y causalidad
Hemos visto cuál es el sentido estricto del determinismo y la causalidad. Pero no hemos contestado a la objeción de Hume. La única contestación posible es que el principio del determinismo es un presupuesto necesario de la investigación científica. No tendría sentido ésta si no supusiéramos que las cosas no se producen caprichosamente y que existe entre ellas una conexión (simple o estocástica). Negar estos principios es renunciar a la investigación. Así, pues, el determinismo es simplemente un presupuesto metafísico (metafísica) de la investigación científica. Es un principio, pues, irrefutable, pero no por ello es una ilusión. Como cualquier principio metafísico, no tiene garantía ninguna de ser verdadero, pero se justifica por su función en la ciencia. Mantenerlo nos permite continuar la investigación científica, rechazarlo supone la parálisis de la ciencia. En este sentido, si se quiere, es un principio pragmáticamente exigido por la ciencia.
Respecto a la causalidad en sentido estricto, no es imprescindible para la ciencia. De hecho, se trata de un principio precientífico. No se puede decir que cualquier propiedad esté causalmente determinada. Sin embargo, muchas veces, investigar una posible determinación causal puede ser el mejor camino para descubrir otras formas más sutiles de determinación. Y en cualquier caso no hay ninguna razón válida para negarse de antemano a investigar relaciones causales en cualquier tipo de realidad.
M. Bunge, Causalidad, Buenos Aires 1961; Id. (y otros), Les théories de la causalité, Paris 1971 (trad. castellana de próxima publicación); D. Bohm, Causalidad y azar en la física moderna, México 1959; J. Piaget-R. García, Las explicaciones causales, Barcelona 1973.