Ideas aureolares / Ideas Utópicas (original) (raw)
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Una Idea aureolada es una Idea oblicua [790], cuya plataforma (desde la cual se interpreta el proceso recto) no puede considerarse establecida previamente al proceso recto que solo aparece como tal desde la plataforma instituida por su supuesto cumplimiento. En toda idea aureolada actúa una petición de principio.
La Idea ucrónica puede definirse como una Idea cuyos referenciales propios figuran ya como inexistentes (“en ningún punto del pasado o del futuro”). Una idea ucrónica no tiene por qué ser, por ello, una creación de la fantasía pura, supuesto que tales creaciones sean posibles; una idea ucrónica habrá de estar apoyada en referencias reales (por ejemplo, la sociedad política inglesa, italiana o española del siglo XVI), pero desbordadas y rectificadas de tal modo, que tales ideas se construyan precisamente desde la formalidad de su inexistencia, o “existencia en ningún tiempo de la sociedad rectificada” (cuya referencia ya no podrá ser ni real, ni virtual, sino ucrónica, y por tanto, utópica, como la isla de Tomás Moro, o la isla de Campanella). Las ideas ucrónicas no son en cuanto tales proyectos β-operatorios, puesto que precisamente se conciben como inaccesibles, de otro modo no serían ucrónicos; otra cosa es que estas ideas puedan servir de modelos o guías a proyectos positivos. Quien defiende, en política, la necesidad de la utopía, acaso lo que quiere decir es que la política necesita de Ideas aureoladas.
Una Idea aureolada es una Idea que solo puede considerarse referida a un proceso real (“realmente existente”) cuando lo envuelve con una “aureola” tal que sea capaz de incorporar las referencias positivas (“realmente existentes”) a unas referencias aún no existentes, pero tales que solo cuando son concebidas como realizadas en un futuro virtual, las referencias positivas pueden pasar a ser interpretadas como referencias de la Idea aureolar. Sin duda, se trata de ideas o conceptos β-operatorios (“en marcha”), es decir, ideas prácticas, operatorias, cuyo contenido intensional, planes o programas [238], pide la realización sucesiva, pero plena, que no tiene por qué cumplirse instantáneamente.
De este modo, habrá que decir que la parte de la extensión interna “aún no realizada” o visible de la Idea se presenta como constitutiva de la parte realizada o visible, en tanto que esta solo cobra sentido como un momento del desarrollo del proceso global, en cuanto proceso “en marcha”. En este sentido puede decirse que la parte no cumplida ha de considerarse como virtualmente dada, para que la parte cumplida pueda alcanzar significado de parte del proceso total, que comprende a la parte cumplida y a la que aún no lo está. Ocurre como con los retratos aureolados de héroes o santos. Ellos tienen una referencia real, el personaje de carne y hueso figurado: pero las figuras no pueden ser circunscritas a los límites precisos del retrato positivo, porque éste perdería el significado propio, al perder la aureola o halo que lo desborda (“nadie es grande para su ayuda de cámara”). Una estatua “infecta” a medio hacer, en devenir (pero aquí el devenir es cíclico, por tanto, enclasado), un edificio “infecto” a medio construir, un tiempo sinfónico en plena ejecución, solo mantienen su sentido cuando se perciban como partes de un todo procesual final. Un torso escultórico (aunque acaso no pueda ser considerado “infecto” si es que fue esculpido como tal torso), solo con la aureola de la estatua completa puede llamarse “torso”.
En el caso de las Ideas aureoladas la “parte virtual” se supone irrealizable, al menos como fase de un ciclo; en este sentido se parece a la Idea utópica. Pero se diferencia de ella en la forma de su intención. Mientras que en la Idea utópica la “parte virtual” ha de figurar como irrealizable, en la idea aureolada la “parte virtual” es constitutiva, supuesta su realidad, del sentido de la parte real. Este suele ser el caso de las ideas políticas en las cuales figura el concepto de “destino” como constitutivo formal del proyecto presente. Así, Idea de Nación propuesta por Otto Bauer, en 1907, se definía como “una comunidad de carácter producida por una comunidad de destino”. Sesenta años antes, hacia 1845, John L. Sullivan propuso, para Estados Unidos, la doctrina del “destino manifiesto”: Estados Unidos tiene la misión de llevar la libertad a nuevos territorios. Doctrina invocada una y otra vez por Estados Unidos en documentos políticos básicos, por ejemplo, en el momento de la proclamación de Puerto Rico como un Estado libre asociado.
En la “familia” de las Ideas aureoladas figuran también aquellas que suelen admitir el complemento expresado en la indicación “realmente existente”: Imperio universal (realmente existente), Iglesia católica (realmente existente), Comunismo (realmente existente), Democracia (realmente existente), Globalización (realmente existente), Dios (realmente existente). Se trata de Ideas aureoladas, porque ni el Imperio universal [716-726], ni la Iglesia católica (universal), ni el comunismo soviético, ni la democracia, ni la globalización, ni Dios, han existido nunca, ni pueden existir (y no basta decir que existen realmente, pero con déficits). Pero no son Ideas utópicas. Un Imperio universal, realmente existente, no hubiera desarrollado su política si no hubiera tenido a la vista el horizonte universal; ni la Iglesia católica hubiera existido como tal si en sus planos y programas no figurasen todos los hombres, etc. Son ideas oblicuas que se apoyan en sí mismas como si fuesen plataformas: la “democracia realmente existente” está contemplada desde la plataforma de una Idea de democracia arquetípica; el comunismo realmente existente está contemplado desde la plataforma del comunismo canónico, etc. Las Ideas aureolares se suponen que están ya existiendo (que son realmente existentes), pero siempre que se presuponga que están ya dadas las condiciones futuras de su propia existencia actual. Y de este supuesto sacan los imperialistas, los demócratas, los globalizadores, los comunistas, los católicos, los teístas la justificación de los avatares que suelen experimentar en el curso del proceso de realización de su Idea aureolada, incluso, en muchos casos, la tranquilidad psicológica necesaria para mantener su firmeza en la desgracia experimentada en los momentos de depresión o caída del curso de la Idea.
El carácter aureolar de estas ideas se manifiesta en expresiones como “Revolución comunista inacabada” o “Globalización inacabada”; expresiones contradictorias, porque si una revolución fuese inacabada no sería revolución. Cabe hablar de revoluciones planetarias inacabadas, porque son cíclicas, y la trayectoria de un planeta en un punto dado que todavía no ha cumplido su órbita puede considerarse como una revolución inacabada por analogía con las revoluciones previas y sucesivas que a él le corresponden. Pero una revolución histórica, dotada de unicidad, no admite semejante complemento, porque lo que ahí está en devenir es la propia Idea.
{LVC 257-260 / LFA 367 /
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