Dialelo según el materialismo filosófico (original) (raw)

Cuestiones preambulares

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El dialelo es un círculo que se produce en una argumentación y, según el cual, se comienza admitiendo lo que se va a demostrar. Los escépticos antiguos, Agripa concretamente, consideraron al dialelo como un círculo vicioso, uno de los tropos sobre los que se apoyaban sus tesis de la necesidad de suspender el juicio. [Para el materialismo filosófico] dialelo no tiene la connotación de círculo vicioso, procedente de los escépticos griegos, puesto que reconoce que muchas veces el dialelo es imprescindible para una construcción científica (dialelo gnoseológico) [como se constata, por ejemplo, en las racionalizaciones holizadoras [825] practicadas en las ciencias modernas], tales como la Teoría cinética de los gases, el Cálculo diferencial o la Teoría celular.

Ejemplos:

1. Los ejes del “espacio antropológico” [244] no son principios, axiomas o fuentes de las cuales dimanen los materiales [248] o partes del espacio antropológico. Hay que suponer ya dados estos materiales, en una suerte de petición de principio (“dialelo antropológico”). Solo podemos disponernos a reconstruir el origen del hombre cuando tenemos en cuenta que está dado su final (relativo). Y si olvidásemos esto, fingiéndonos situados en una “quinta dimensión”, desde la que presenciásemos lo que ocurrió in illo tempore, incurriríamos en ingenuidad culpable y acrítica. Una ingenuidad que nos llevaría a un puro reduccionismo, a creer que podemos construir “geométricamente” al hombre a partir de rasgos aislados analíticamente. Pero el progressus sólo en dialéctica con un regressus incesante puede llevarse a efecto. Los ejes son, ellos mismos, parte del espacio antropológico. En Antropología es necesario presuponer que el hombre ya está conformado en el momento de tratar de explicar su génesis y su historia: sería totalmente ingenuo pensar que podemos construir la figura del hombre histórico a partir directamente de los primates. Si, por ejemplo, podemos reconstruir la “invención del fuego”, o del lenguaje, o del Estado, etc., es porque presuponemos que el fuego, el lenguaje o el Estado están ya dados. El postulado del “dialelo” considera una ficción la presentación de la aparición o emergencia del hombre, o del fuego, o del lenguaje, o del Estado a partir exclusivamente de la consideración de la evolución de los primates prehumanos (dryopitecos, póngidos, etc.).

2. El Estado constituido como Nación política [731], presupone ya al Estado constituido en el Antiguo Régimen (dialelo político) [735]: es imposible construir la Nación política a partir directamente de la Nación étnica o de la Nación biológica [727]. Un tratado sobre España, en el sentido histórico, debe partir ya de España como realidad dada en el presente. De otro modo, es imposible “deducir” a España, por ejemplo, desde las premisas jurídicas dadas en una Constitución, como la de 1978, que necesariamente supone ya el dialelo de España [739]. En general, las naciones canónicas se apoyan siempre sobre un dialelo antropológico-histórico; y es imposible “deducir” de unas supuestas premisas abstractas o voluntaristas la realidad de una nación canónica cuya existencia histórica no esté suficientemente acreditada, salvo en una historia ficción que confunde el concepto étnico de nación con el concepto canónico de la nación política.

3. Desde un punto de vista ontológico, aunque regresemos a una perspectiva global desde la cual los cuerpos se nos den como una mera subclase de realidades (y ello, tanto si esta perspectiva global es la de la Ontoteología neoplatónica, como si es la perspectiva del “vacío cuántico”, o de la Doctrina de los Tres Géneros de Materialidad) [72], no cabe fingir que podamos situarnos en algún tipo de realidad incorpórea, aunque se postulase como material, para deducir o derivar de ella a los cuerpos, como pretenden algunos físicos contemporáneos (pongamos por caso Gunzig o Nordon cuando postulan un “vacío cuántico” y unas “fluctuaciones cuánticas” dadas en ese vacío y capaces de “desgarrar” el espacio-tiempo de Minkowski para dar lugar al mundo de los cuerpos sin necesidad de pasar por una singularidad correspondiente a un Big-Bang). Es imposible, por tanto, evitar el “dialelo corporeísta”: para “deducir” a los cuerpos hay que partir ya de los cuerpos: es preciso partir de los cuerpos y regresar desde ellos, a lo sumo, a la materia incorpórea, pero sabiendo que el progressus desde esta materia a los cuerpos, no es originario, sino, en virtud del “dialelo corpóreo”, dialéctico [68].

4. La visión apotética no puede explicarse como un acto que nos pone inmediatamente en presencia de un mundo de objetos. La visión apotética solo puede explicarse, cuando, asumiendo una suerte de “dialelo”, presuponemos ya un Mundo conformado (si bien no necesariamente del mismo modo a como está conformado nuestro mundo óptico). Lo que equivale a decir que las apariencias apotéticas a las que nos dan acceso los teleceptores, y en especial el órgano de la visión, no son directamente reveladas por el ojo, sino que presuponen una realidad estructurada preópticamente, y acaso no apotéticamente, sobre la cual podrá ejercerse la propia visión natural [679]. En el caso de la televisión [694]: las imágenes que percibo en la pantalla me llevan a un Mundo determinado de apariencias apotéticas, porque el sujeto televidente tenía ya conformadas las líneas generales de las cosas que se revelan en la pantalla (sin que esa conformación haya de entenderse como si estuviera dada a priori).

{MI 303, 106-116 / BS42 22 / SV 90 / EFE 461 / Tv:AyV 250, 257 / EC43a}

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