Prohibido hablar de Europa / Lo de París y Bruselas (original) (raw)
Actualidad
Se ha inventado una nueva modalidad de “cenas políticas”. El invento ha tenido lugar en Barcelona con ocasión de la conmemoración del XXV aniversario del Consejo de Europa. Las tres organizaciones europeístas españolas, el Instituto de Estudios Europeos, la Asociación Española de Cooperación Europea y la Liga Europea de Cooperación Económica, habían organizado una cena en Barcelona para celebrar, dentro de un orden, el feliz aniversario.
Se había elaborado una declaración conjunta a la que seguirían los tradicionales discursos, también dentro de un orden, propio de estos actos. Pero el Gobierno Civil de Barcelona estimó que con cenar era suficiente. ¿Para qué, debería preguntarse el Gobierno Civil, iban a perder su tiempo los doscientos comensales o dificultar su digestión con los discursos al uso? Y en uso de sus atribuciones prohibió cualquier tipo de intervención oral en el acto.
Se ha inventado, pues, un nuevo derecho, no reconocido en ninguna declaración: el derecho de reunirse para cenar. El presidente del Instituto de Estudios Europeos, Salvador Millet, al terminar el acto gastronómico manifestó a los asistentes la prohibición gubernativa que había que acatar, y propuso, en consecuencia, iniciar una amistosa tertulia de sobremesa, tradición, por otra parte, muy hispánica, en la que se dialogaría sobre los temas de interés de los comensales. Sin embargo, los dos delegados gubernativos presentes en la cena interpretaron que la prohibición también se extendía a esta tertulia. En la declaración conjunta, las entidades europeístas subrayan la importancia de los derechos de reunión, expresión, asociación política y sindical… Si bien los asistentes de Barcelona no pudieron hacer uso del derecho de expresión, al menos tuvieron el consuelo de haber ejercitado un derecho mucho más elemental: el de comer reunidos. Y así debió entenderlo también Televisión Española (comensales que cenan unidos permanecen unidos), porque acudió puntualmente a filmar a todos comiendo.
El Consejo de Europa –a quien los dirigentes europeístas enviaron un telegrama dando cuenta de lo sucedido– comprenderá que sí es cierto que nos separan muchas leguas de la Europa democrática, se sentirán satisfechos de ver que, al menos, a los españoles se les ha permitido comer juntos para celebrar la conmemoración del Consejo de Europa.
Entre las personalidades a las que se permitió cenar se encontraban el marqués de Valle-Inclán, Joaquín Satrústegui, Fernando Álvarez de Miranda, José María San Martín, Dionisio Ridruejo, Joaquín Ruiz-Giménez, conde de Montseny, Sebastián Auger, Eduardo Tarragona, Félix Valls Taberner, Francisco Llach, Jorge Prat, Antoni Senillosa, Prat Ballester…
En nombre de los asistentes, los señores Ruiz-Giménez, marqués de la Vega Inclán, Dionisio Ridruejo, Salvador Millet y Joaquín Satrústegui enviaron al presidente del Gobierno el siguiente telegrama:
“En nombre de las asociaciones europeístas legalmente constituidas del Instituto de Estudios Europeos, Liga Europea de Cooperación Económica y Asociación Española de Cooperación Europea, manifestamos a Vuestra Excelencia nuestro estupor por incomprensible prohibición de discursos y lectura documento durante acto conmemorativo del XXV aniversario de la fundación Consejo de Europa.”
La declaración
La declaración hecha pública en Barcelona consta de tres puntos, en los que los organismos europeístas españoles expresan su agradecimiento a la labor realizada por el Consejo de Europa “con la promulgación y defensa de los derechos de la persona y de sus libertades fundamentales” y hacen votos “por una rápida y pacífica transformación de las condiciones políticas de nuestro país que permita suscribir los tratados de Derechos del Hombre y reconocer el Tribunal europeo de Derechos del Hombre, propiciando de esta forma nuestra incorporación a la Comunidad Económica Europea”.
Por otra parte, las organizaciones firmantes piden un mandato urgente para la elaboración del estatuto de una comunidad política democrática e ideológicamente pluralista de carácter supranacional.
“Lamentando que España se halle ausente de los organismos impulsores de la nueva Europa unida –termina la declaración–, deseamos reiterar al Consejo de Europa y a su Asamblea consultiva nuestra más firme convicción de que sólo el reconocimiento de la interdependencia de los Estados europeos, plasmada en su federación política, puede asegurar a los pueblos de Europa y de España la prosperidad y las libertades que constituyen nuestra meta histórica común.”
Lo de París y Bruselas
El Consejo de Ministros del pasado viernes no se ocupó, según declaró el portavoz del Gobierno Pío Cabanillas, de las declaraciones en París del secretario general del Partido Comunista de España, Santiago Carrillo. “La información que tengo –en palabras del ministro– es exactamente la misma que puedan tener ustedes y desconozco los deseos del señor Carrillo de volver a España.” Es decir, que todo se quedó en comentarios de pasillo del Consejo.
Pero lo cierto es que parece que ya circulan ejemplares, reducidos y ampliados, de las declaraciones del dirigente comunista en el exilio y que la prensa, en pequeñas proporciones, se ha ido ocupando de unas declaraciones que han sido uno de los principales comentarios de la semana. Por la prensa se sabe que Carrillo habló de las fuerzas armadas españolas, de los políticos del poder y de la “oposición”, de la Iglesia Católica y de su papel en el país, de Don Juan de Borbón, de quien dijo que preparaba una “rentrée política” y de su hijo el Príncipe Juan Carlos…
Habló bien de Rafael Calvo Serer, miembro del antiguo Consejo Privado de Don Juan; de Manuel Cantarero del Castillo, presidente de la Agrupación de Antiguos Miembros del Frente de Juventudes…, y mal, como casi todos los políticos del poder y de la “oposición”, de Emilio Romero, director del diario Pueblo.
El mismo día, 14 de mayo, en Bruselas, la princesa carlista María Teresa de Borbón Parma, el poeta comunista Marcos Ana y el sacerdote obrero Agustín Puig, exponían sus puntos de vista sobre el futuro de España a la luz de los acontecimientos portugueses, como hacía el señor Carrillo en París.
Se tienen noticias de que en Bruselas se elaboró un programa común de actuación para el que los reunidos habrían pedido la colaboración de las distintas fuerzas políticas del país.
Tanto en París como en Bruselas, el Ejército fue uno de los “leit motiv” de los comentarios en comparación con Portugal.