Congreso del Partido Socialista Portugués: “Estrella invitada”, Santiago Carrillo (original) (raw)
“Estrella invitada”, Santiago Carrillo
En el I Congreso del Partido Socialista portugués en la legalidad estuvieron presentes cuatro delegaciones de grupos españoles no autorizados en España
A la sombra de la discutida personalidad de Mario Soares –discusión que evidencia una vivificante salud política– se congregó en Lisboa gran parte del socialismo internacional. Después de ocho meses de vida pública, el Partido Socialista portugués cuenta, según se declaró en el propio Congreso, con más de cuarenta mil adheridos, lo que representa una destacada cifra proporcional de militantes activos, que apuntan diferentes posturas. Estas tendencias, que fueron interpretadas por algunos observadores como un signo de debilidad en el seno del propio partido, representan “un símbolo de verdadera democracia dentro del Partido Socialista portugués”, según comentó Soares en la sesión de clausura.
Un total de 86 delegados extranjeros integraban la presencia internacional, en la que estaba presente la mayoría del socialismo europeo y tercermundista.
Presencia española
La representación ilegal española era cuatripartita y abundante, posiblemente la más abultada de las delegaciones extranjeras. Solamente el P.S.O.E. ocupaba, junto con los bulliciosos delegados de las Juventudes Socialistas, gran parte de las butacas destinadas a los invitados. A prudente distancia se sentaban los llamados miembros del Partido Socialista, no reconocidos por la Internacional Socialista, y que al parecer fueron invitados por indicación personal de Soares a título individual. A pesar de estos delegados, la “estrella invitada” resultó ser Santiago Carrillo, secretario general del Partido Comunista español; “aquí se apoya más a la Junta Democrática que a la ortodoxia”, se oyó decir.
Las posturas españolas se agudizaron. Los “individuales del Partido Socialista” habían sido los primeros en abandonar el Congreso, forzados, según algunas opiniones, por la abrumadora presencia del P.S.O.E., que reclamaba su legitimidad. Tras movidas “minicumbres”, el P.S.O.E., que según algunos observadores contaba con la presencia del legendario “Isidoro”, y lógicamente las Juventudes Socialistas, se marcharon, evidenciando esto toda una fila de butacas vacías; se comentó que no llegaron a un acuerdo con Mario Soares, al negarse a explicar, éste, la preferencia hacia un dirigente comunista en detrimento del socialismo español. Finalmente, Carrillo, sobre el que Mario Soares hizo centrar la atención de la Asamblea durante más tiempo del que algunos –incluso del P.S.P.– deseaban, abandonó también el Congreso con su séquito. Ninguna delegación española estuvo presente en la sesión final.
Precisamente ésta resultó la más movida de todo el Congreso, ya que la amenazadora presencia de la lista B forzó a los oradores a definiciones que clarificasen su posición dentro del Partido. “Nadie puede atribuirse la recta interpretación del marxismo –dijo uno de los contestatarios–; conozco tantas formas de interpretar el marxismo como de preparar el bacalao.” No hay que olvidar que el bacalao es el plato nacional. Pese a todo, el Congreso resultó compacto en sus líneas políticas externas, se aprobó el apoyo incondicional al M.F.A. (Movimiento de Fuerzas Armadas), hasta las elecciones legislativas de la Asamblea Constituyente, y diferentes líneas de actuación con respecto a la futura política económica e industrial. Según algunos expertos, el P.S.P. ha visto incrementar sus posibilidades respecto a las próximas elecciones; algunos aventuran un resultado entre un 20 y un 25 por 100, concediéndole al Partido Comunista un 15 por 100.
La gran incógnita portuguesa sigue centrada en el problema económico, fundamentalmente la consecución de créditos para impulsar la nueva economía –el retorno de emigrantes, la desmovilización de parte del Ejército colonial y la vuelta a la metrópoli de los portugueses de las colonias, amenaza con aumentar alarmantemente el paro–. Se habla de un sustancioso crédito de Libia, gestionado por los grupos socialistas árabes, lo que evitaría la dependencia americana. De ser cierto –hay quien asegura que la cantidad sería la más importante de todos los préstamos árabes–, se reforzaría más aún la figura de Mario Soares, cuya carrera descolonizadora le ha confirmado como uno de los pocos políticos europeos capaces de ofrecer respuesta a la agresión impositiva norteamericana. Soares no ha perdido de vista, en ningún momento, al mundo árabe, en el que tiene numerosos amigos, y por supuesto África. El P.S.P. es ya un partido fuerte, “que debe presentar a Portugal un socialismo de rostro humano”, según Soares. La postura social-marxista de la base da dinamismo y variedad al P.S.P., lo cual no tiene nada que ver con el problema de la unidad; no confundamos, como de costumbre, unidad con uniformidad.
Fernando González