Los proyectos de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, 1936 (original) (raw)
Informaciones teatrales
Una biblioteca donde no leía nadie
Muebles severos, panoplias con armas, recias armaduras… El casón antiguo –con una antigüedad que huele más a vejez que a arqueología– está poblado, hoy, de monos azules, que van y vienen acuciados por mil ocupaciones apremiantes diversas, de teclear continuo de máquinas de escribir, del agrio tintineo de los aparatos telefónicos. ¿Cuartel de guerra…? Cuartel de intelectuales en pie de guerra, mejor. La residencia de los fastuosos Heredia Spínola se ha convertido –y purificado, por ello– en albergue de la Alianza de Intelectuales Antifascistas para defensa de la Cultura.
A través del dédalo de pasillos y escaleras, Rafael Alberti me va guiando, en funciones de dueño de la casa. (Antes, me explicó: «Vivo ahora aquí por las necesidades del momento. Pero ¡si vieras cómo echo de menos mi azotea alegre, llena de flores y aire de Madrid! Este palacio es de un gusto horrendo. Da la impresión de una casa de huéspedes con pretensiones.») Y, abriendo puertas y encendiendo llaves de luz eléctrica, llegamos ante una habitación que, exteriormente, apenas se diferencia en nada de las otras.
—Es la biblioteca –advierte–. Estaba cerrada desde hace treinta años, según confesión del administrador. En cambio, en las habitaciones particulares de los últimos habitantes del edificio se han encontrado los libros más recientes de «El Caballero Audaz», Ramón Martínez de la Riva y otros escritores monarquizantes…
Carteles y cinema
La peregrinación emprendida concluye en un gabinete del último piso, donde radica la sección Teatral. Sentados frente a frente, Rafael empieza a hablar:
—Poco a poco, todo esto se va organizando. ¡Tú no sabes lo difícil que es disciplinar a los que nos llamamos «intelectuales»! Pero las diferentes secciones empiezan ya a ir actuando, y, de acuerdo con el ministerio de Instrucción pública, la Alianza realizará la labor de agitación que a la hora presente corresponde y, luego, la seria y perseverante de renovación artística que la paz exigirá.
De momento, en las que fueron cuadras del palacio se inaugurará, muy pronto, una sala para proyecciones cinematográficas, donde se darán las primicias de cuantas películas patrocinemos. En la función de inauguración –dedicada al embajador soviético– estrenaremos el reportaje de los frentes que están realizando Ruíz Castillo y Díez Carredo (hijos). Al mismo tiempo se abrirá la Exposición de veinte carteles que la sección de Artes plásticas confecciona por encargo del Gobierno.
Camiones de Arte
También se preparan –prosigue– seis camiones con equipos perfectos de cinematografía, radio y una pequeña imprenta. Saldrán, apenas concluidos, cuestión de días, para los distintos frentes de combate, e irán provistos de una embocadura que permita ofrecer representaciones teatrales en la propia línea de combate, a más de en las plazas y pueblos de la retaguardia.
Añade a esto que llevamos publicados cuatro números de El Mono Azul, el semanario que tan formidable acogida ha merecido, y comprenderás que no se puede hacer más en menos tiempo.
«Si nos dieran el Español…»
Mientras hablamos han ido llegando María Teresa León, Manuel Altolaguirre, Santiago Ontañón… Como la sección Teatral está reunida, en pleno, creo llegado el momento de lanzar la pregunta que hasta aquí me trajo:
—Bueno, ¿y si os dieran el teatro Español…?
Se miran. Hay una sonrisa, amplia y satisfecha, en todos los rostros. Al cabo, uno de los reunidos –cualquiera; ¿qué más da, si el anhelo es común y el propósito idéntico?– responde:
—Mentiríamos si no declarásemos que lo del Español nos tiene ilusionadísimos. Planes, ideas, proyectos, no faltan. Para atenernos a la realidad presente, preferimos limitar las aspiraciones. Preferimos hacer un buen teatrillo de agitación a llenarnos la cabeza de enormes propósitos irrealizables.
—Pero, ¿qué haríais…? –insisto.
—Contamos, en firme, con dos obras en un acto: Al amanecer, de Rafael Dieste, y La llave, de Ramón J. Sender; Entre dos públicos, dos actos, de Manuel Altolaguirre, y De un momento a otro, de Rafael Alberti, en tres actos. Además, D. Carlos Arniches, en El Escorial, nos está escribiendo un sainete, cuya acción se desarrolla entre milicianas y milicianos. También contamos con El mono peludo, de O'Neill.
Lista de compañía
—Y estas obras se representarían…
—Inmediatamente. Las dos primeras están ya en ensayo para interpretarlas en los camiones de que te hemos hablado. Contamos con un cuadro de actores, al que se añadirían cuantos nombres requieran los repartos. Los que forman actualmente en nuestro cuadro artístico son: Helena Cortesina, Honorina Fernández, María Brú, Herminia Peñaranda, Rosa Luisa Gorostegui, Carmen Alonso de los Ríos, Natividad Casanova, Concha Ramos, Pilar Ruste, Paco Fuentes, Manuel Arbó, Paco López Silva, José Armet, Tejada, Menéndez, Ruste, Figueras y Soto.
Los clásicos y el teatro extranjero
—¿Fondo de repertorio…?
—Federico García Lorca –en cuya muerte no queremos ni podemos creer–, los clásicos españoles y los autores modernos nacionales y extranjeros, dignos de ello. Como todos los autores extranjeros figuran en las filas de la Asociación, sus más recientes producciones nos serán facilitadas apenas se estrenen. Romain Rolland, O'Neill, Bernard Shaw, &., serán traducidos por nuestro cuerpo de traductores, bajo la supervisión de nuestras secciones Literaria y Teatral.
—Decías que de los clásicos españoles…
—No nos limitaríamos a La vida es sueño y Fuenteovejuna, aunque también se representarían; pero no creemos que la suma novedad sea presentarlas con unas puertas torcidas, que hacen salir a los actores de medio lado. Una de las primeras obras, que tenemos en cartera es La venganza de Thamar, de Tirso de Molina, asunto de gran, valentía y crudeza –un incesto– que nadie se ha atrevido a hacer. Y pensamos, asimismo, dar a conocer los deliciosos entremeses de Quevedo, empezando por Los orinales, que es de una gracia imponderable.
Decoración y música
—Decorados para todo esto…
—De los pintores y dibujantes que se amolden a las necesidades de cada obra. Contamos, para empezar, con Fontanals, Ontañón, Prieto y Sancha. Pero todo aquel que haga un boceto, si el no es escenógrafo y está bien para los fines perseguidos, se le realizará por los nuestros sobre el proyecto que remita.
Y tampoco se debe olvidar la cooperación que, en todo momento, nos prestará la sección de Música, en cuyas listas están encuadrados nombres tan prestigiosos como Halfter, Esplá, Casal, Chapí, Salazar…
Traerán directores de escena mundiales
—La dirección escénica, ¿á cargo de quién…?
—De nosotros, por ahora. Pero es nuestro propósito hacer venir a España a los grandes directores del teatro ruso, del norteamericano, del francés y a algún alemán expulsado de su patria. Tairof y el profesor Jesner serían, acaso, los primeros que viniesen.
También se publicará una pequeña revista semanal, que tienda a despertar el sentido crítico del pueblo y a plantear y tratar de resolver cuantos problemas se relacionen con la escena española.
Los actores serán profesionales
Van entrando los actores para ensayar. La reducida habitación adquiere aire de escenario –ennoblecido por el arte auténtico– ante los rostros de actrices y actores conocidos. Hay que dejarles trabajar. Y Alberti –que vuelve a acompañarme hasta el vestíbulo de las panoplias y las armaduras– aún sigue explicando:
—Cuantos formen la compañía serán artistas profesionales, sindicados forzosamente. Y nuestro deseo sería que el régimen por el que se rigiera fuese el de cooperativa. Si ello no es posible, estudiaríamos otro.
SAM