El pleno de agosto / Historia del Partido Comunista de España (original) (raw)
Historia del Partido Comunista de España1960
Capítulo cuarto ☭ La dictadura franquista
En agosto de 1956, el C.C. del PCE celebró una reunión plenaria de singular importancia, en la que dedicó mucha atención al problema del sectarismo y de la vulneración de los métodos leninistas de dirección y funcionamiento del Partido. Sobre este punto presentó un informe el camarada Santiago Carrillo.
No era casual que este problema tuviese que ser colocado, una vez más, sobre el tapete.
Si el sectarismo había sido un obstáculo que el Partido hubo de combatir de manera casi permanente a lo largo de su historia, en momentos en que necesitaba movilizar y unir la más amplia gama de fuerzas políticas y sociales para lograr la desaparición de la dictadura su eliminación era una imperiosa necesidad.
Nuestro Partido hizo un esfuerzo para descubrir las causas de la vivacidad del sectarismo en su seno. A su juicio, éstas dimanaban tanto de las características de la estructura económico-socíal del país, como de ciertas particularidades del desarrollo histórico del Partido.
El hecho de que en España no se hubiera llevado a cabo la revolución democrático-burguesa dio por resultado una extraordinaria tensión en la lucha de clases y en el área de la acción política que las castas dominantes marcaron con el hierro del fanatismo y de la intransigencia. Ello impregnó de sectarismo la vida política y social, fenómeno éste al que el Partido no podía ser impermeable.
De otro lado, facilitó la floración del sectarismo en el [262] PCE el pobre desarrollo teórico del movimiento obrero español, que los comunistas heredaron y han ido venciendo a través de un proceso complejo y difícil.
El Partido había logrado serios éxitos en la lucha contra el sectarismo y su línea venía caracterizándose por la amplitud y la flexibilidad; ejemplos de ello habían sido su política de unidad obrera y Frente Popular, su lucha por la Unión Nacional y, finalmente, su política de Reconciliación Nacional. El viraje de 1948 había significado, asimismo, un golpe al sectarismo en el dominio de la táctica.
Sin embargo, en el funcionamiento interno del Partido persistían concepciones y métodos sectarios que entorpecían la aplicación audaz y consecuente de la amplia línea política del Partido y el propio desarrollo de éste. El origen de tales concepciones y métodos debía buscarse en algunas particularidades históricas del desarrollo del PCE. Las tres cuartas partes de su existencia habían transcurrido en la ilegalidad. La lucha clandestina le impuso serias restricciones de la democracia interna, que fácilmente derivaban en excesos de centralismo y prácticas autoritarias. El período de la guerra civil tampoco fue favorable al desarrollo de métodos más democráticos: la propia naturaleza de las tareas con que hubo de enfrentarse el Partido y su dedicación total a la lucha armada contra el fascismo, dejaron su sello en el estilo de trabajo y hasta en ciertas formas de dirección.
La necesidad de acabar con estas concepciones y métodos sectarios se hizo sentir con particular fuerza a partir de 1951, cuando en la lucha antifranquista se abrió una nueva etapa que presentaba grandes exigencias al Partido. Ese año Dolores Ibárruri abordó esta cuestión en su «Informe ante un grupo de militantes y de cuadros del Partido». En 1952, el Comité Central, en su «Carta a las organizaciones y militantes», insistió en la necesidad de poner fin a los métodos de «ordeno y mando». Un paso muy importante hacia la corrección de los defectos señalados fue dado en el V Congreso, que aprobó los nuevos Estatutos del Partido.
Sin embargo, tampoco después del Congreso logró el Partido restablecer plenamente en su vida interna los principios del centralismo democrático de crítica y de autocrítica, [263] de dirección colectiva, &c. Se hizo evidente la contradicción entre los acuerdos del Congreso y los métodos antileninistas que continuaban aplicándose. La profunda autocrítica del XX Congreso del PCUS sobre el culto a la personalidad de Stalin y sus perniciosas consecuencias ayudó de manera decisiva a los comunistas españoles a corregir los errores señalados. El PCE comprobó que el culto a la personalidad había tenido también repercusiones negativas en su seno, dificultando la extirpación de los métodos sectarios de dirección; que sin eliminar el culto a la personalidad no era posible restablecer plenamente los principios leninistas de organización del Partido. En efecto, el culto a la personalidad, la exageración del papel de los dirigentes se traducía en la exageración de sus atribuciones; ello conducía a suplantar la dirección colectiva por la unipersonal, lo que originaba a menudo serias deficiencias en el trabajo e innecesarias limitaciones de la democracia interna, coartaba la crítica vivificadora de los militantes e introducía elementos de dogmatismo en el Partido precisamente en un período de grandes cambios, que exigía de él un esfuerzo teórico creador para no quedar a la cola de los acontecimientos.
El Pleno de agosto adoptó una resolución aprobando el informe de Dolores Ibárruri sobre los cambios en la táctica del Partido y la política de Reconciliación Nacional; restableció en la plenitud de sus funciones al Comité Central y reforzó la Dirección del Partido. Después del Pleno la dirección colectiva fue erigida en principio inamovible, se reavivó la crítica y la discusión en los organismos de dirección y de base, se reforzó la democracia interna en la medida que lo permiten las condiciones limitativas de la clandestinidad y se abrió cauce propicio a la aplicación de métodos más acordes con los principios leninistas.
La reunión plenaria del Comité Central fue la culminación, en lo fundamental, de un largo y serio esfuerzo para vencer el sectarismo en el dominio de la táctica y de los métodos de trabajo y restablecer los principios leninistas de dirección.
Historia del Partido Comunista de España, París 1960, páginas 261-263.