La Huelga Nacional Pacífica / Historia del Partido Comunista de España (original) (raw)

Historia del Partido Comunista de España1960


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Capítulo cuarto ☭ La dictadura franquista

A comienzos de 1959 nuevamente salieron a la superficie síntomas delatores de la gravedad alcanzada por la crisis política de la dictadura. La situación de las masas empeoró como consecuencia del aumento de la carestía, la inestabilidad económica minó la confianza en el régimen incluso de ciertos sectores de la oligarquía. Un escandaloso asunto de exportación de divisas, en el que estaban implicados directamente altas personalidades del régimen, puso de relieve la corrupción e insolvencia del Estado franquista.

Si todas estas pruebas de la corrupción y la incurría del régimen soliviantaban a la opinión, no la indignaba menos su inhumana actitud hacia los presos y exiliados políticos. La campaña en pro de la amnistía cobraba cada vez mayor amplitud.

A la tragedia de hombres que llevaban 10, 15 y hasta 20 [270] años en los presidios por delitos de opinión derivados de la guerra civil; al drama de los millares y millares de exiliados forzosos, se unían los casos de trabajadores, estudiantes intelectuales encarcelados, en fechas recientes, por su participación en el movimiento oposicionista.

Las esposas y familiares de los encarcelados consiguieron en un plazo breve recoger millares y millares de firmas de españoles de todas las clases sociales e ideas políticas solicitando la libertad de los presos antifranquistas; entre esos españoles figuraban no pocos párrocos, alcaldes, industriales, &c.

A las reiteradas declaraciones de Franco negando la existencia de presos políticos en España, replicaban valerosamente las esposas de éstos organizando delegaciones que visitaban a las jerarquías eclesiásticas y civiles, llegando hasta los ministros y el Presidente de las Cortes para recabar la amnistía.

En ayuda de los presos y de sus familiares reverdecían las viejas tradiciones solidarias de la clase obrera española. En las fábricas y en las barriadas populares tomaba cuerpo y extensión un emocionante movimiento de asistencia fraternal; en muchos casos, los obreros dedicaban una parte de sus menguados ingresos para asegurar a la familia del compañero encarcelado el pago del salario.

También comenzó a avivarse el disgusto y la protesta de la abogacía española contra los procedimientos arbitrarios y antijurídicos aplicados por la dictadura a sus adversarios políticos. No pocos Colegios de Abogados se pronunciaron por la supresión de las jurisdicciones especiales y por la anulación de las leyes terroristas promulgadas por el franquismo.

La manifestación más elocuente de la amplitud nacional que alcanzaba el movimiento en pro de la amnistía era la actitud adoptada por las más altas personalidades de la cultura española. En diversas y significativas ocasiones, elevaron su voz en defensa de las víctimas de la represión fascista. En el verano de 1959, reiteraron su petición al ministro de Justicia en una carta de la que son las siguientes palabras: [271]

«Los obstáculos que impiden la reconciliación de los españoles deben ser eliminados. Nosotros pensamos que un paso muy necesario y eficaz en este camino, sería la amnistía general para todos los presos políticos y exiliados».

En los primeros meses de 1959 hizo su aparición pública Unión Española, partido político de signo monárquico. Ello mostraba que ciertos grupos de la oligarquía financiera empezaban a distanciarse del régimen franquista.

Unión Española lanzó un llamamiento a las fuerzas de la oposición burguesa y al Partido Socialista, invitándoles a apoyar la fórmula monárquica. Surgía el peligro de que se creara un bloque para negociar con Franco una salida antipopular, antidemocrática, que diera paso a una dictadura monárquica de los banqueros y de los latifundistas, del alto clero y de los generales.

El Partido Comunista estimaba que, frente a esa falsa solución al problema español, era preciso ofrecer a las masas otra en consonancia con sus intereses, una solución democrática, realista y que permitiese, al mismo tiempo, concentrar todas las energías en la lucha contra el enemigo principal: la dictadura franquista.

El Partido apeló nuevamente a las masas en las que ya germinaba, bajo los efectos de las dificultades económicas y de la corrupción reinante, la idea de ir a una gran acción nacional en la primavera de 1959. Teniendo en cuenta la opinión de las organizaciones comunistas en varias ciudades, la Dirección del Partido resolvió llamar a una Huelga Nacional Pacífica. No se le ocultaban las dificultades que una empresa de esta talla entrañaba bajo una dictadura fascista, pero consideraba que la huelga era posible en centros importantes del país, dada la favorable atmósfera reinante entre las masas.

El período de preparación de la huelga, que se extendió de febrero a junio de 1959, no fue sólo un período de lucha por movilizar y organizar a las masas en torno a la bandera de la Huelga Nacional Pacífica; fue además, una batalla por los aliados, que el Partido libró sin un minuto de reposo y plenamente consciente de que el problema de la unidad no podía resolverse desligado del problema de la lucha. La simpatía con [272] que las masas acogieron la iniciativa del Partido, el enorme ambiente de huelga que se creó en el país, colocó a los distintos grupos de la oposición ante la disyuntiva de sumarse a la acción o quedar al margen de un movimiento en el que cl PCE aparecía como único iniciador y organizador.

A la huelga del 18 de junio llamaron, junto con el PCE y con el PSUC, la Acción Democrática, Frente de Liberación Popular, organizaciones del interior del Partido Socialista. Agrupación Socialista Universitaria, Comités de Coordinación Universitaria de Madrid y Barcelona, Movimiento Socialista Catalán, Partido Demócrata Cristiano de Cataluña, Movimiento Obrero Católico Catalán, Comité Regional de la CNT de Cataluña en el Exilio, Nueva República, Esquerra de Cataluña, Front Nacional Catalá, Unión Democrática Montañesa (democristianos, comunistas y F.L.P.) y Frente Revolucionario Canario (comunistas, socialistas, democristianos, republicanos, obreros católicos y «Libertad para España»).

Era la primera vez que diversas fuerzas de la oposición llegaban a una coincidencia para convocar una acción de masas contra la dictadura franquista. Sin embargo, esa coincidencia no se plasmó ni en un documento conjunto ni en la creación de un órgano unitario entre las fuerzas citadas, lo que restó eficacia a la convergencia de objetivos.

El esfuerzo del Partido en la difusión de la propaganda de la huelga, fue enorme. Tan sólo en Madrid difundió un millón de octavillas. En Barcelona el PSUC repartió en un mes 600.000 hojas volantes. Con los comunistas colaboraron, demostrando particular entusiasmo, el Frente de Liberación Popular y los estudiantes socialistas. Durante varias semanas, tuvo lugar una campaña política impresionante por su amplitud e intensidad.

La Huelga Nacional Pacífica fue una importante acción de masas contra la dictadura, si bien no tuvo la extensión que las simpatías que suscitó hacía presumible.

El hecho más resonante fue el paro en masa de los trabajadores del campo en Andalucia y Extremadura, y muy particularmente en Córdoba, Sevilla, Jaén y Badajoz. Era la primera vez que los obreros agrícolas participaban tan ampliamente en una huelga política; que ella se produjese, además, [273] bajo la dictadura fascista del general Franco revelaba el alto nivel de conciencia adquirido por las masas del campo.

En la preparación de la huelga, la policía practicó numerosas detenciones: en Madrid, unas quinientas personas, entre las que figuraban el dirigente comunista Simón Sánchez Montero, miembro del Buró Político, Luis Lobato y otros camaradas, así como el dirigente del F.L.P., Julio Cerón Ayuso; en Cataluña más de un centenar de demócratas; en Valencia fue detenido un grupo de antifranquistas.

El Buró Político del Partido hizo una declaración sobre la huelga, exponiendo el enorme alcance político de ésta y explicando por qué no había adquirido mayores proporciones.

A juicio del Partido, los sectores de vanguardia de la clase obrera industrial y agrícola estaban decididos a ir a la huelga, como demostró la participación en masa de los jornaleros. Lo que faltó para un mayor éxito de la huelga no fue conciencia, sino organización.

El Partido subrayaba que lo decisivo es que:

«la unidad se organice en cada lugar concreto, en la acción diaria en defensa de las reivindicaciones económicas y políticas, bajo las formas y con los nombres más asequibles».

Otra de las razones que frenó la extensión de la huelga fue cierta concepción defensiva, muy extendida entre los obreros, consistente en acudir a los lugares de trabajo y, una vez allí, ver cómo concertarse y decidir la huelga.

Influyeron de manera negativa en el desarrollo de la huelga los predicadores de la pasividad, especialmente la Comisión Ejecutiva del PSOE, residente en Toulouse, que aconsejó a los trabajadores, en declaraciones ampliamente difundidas por las radios de los países capitalistas, abstenerse de ir a la Huelga Nacional.

Uno de los resultados más notables de esta acción fue la popularización de la consigna de Huelga Nacional Pacífica, frente a las consignas monárquicas de restauración o de complots militares de espaldas a las masas. Muchos españoles se convencieron de que la Huelga Nacional Pacifica podría [274] abrir una salida pacífica y democrática en la presente coyuntura.

No obstante sus fallos, la movilización del 18 de junio y de los meses que le precedieron fue un gran paso adelante estableció un clima de mayor confianza entre las fuerzas de la oposición. La clase obrera, los sectores más activos y conscientes de la oposición, pese a las detenciones, salieron fortalecidos y enriquecidos con una gran experiencia.

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Historia del Partido Comunista de España, París 1960, páginas 269-274.