Zeferino González, Alberto Magno (original) (raw)

En 1193, según algunos de sus biógrafos, y en 1205, según otros, nació en Lawingen de Suavia, Alberto de Bollstädt, apellidado después Magno y también Doctor universalis, por la extensión y universalidad de sus conocimientos. Después de frecuentar las aulas de París, pasó a la universidad de Padua, en donde recibió el hábito de Santo Domingo de manos de su compatriota Jordán de Sajonia, que había sucedido al fundador de la Orden en el gobierno supremo de la misma. De vuelta a su patria, enseñó Filosofía y Teología en algunas escuelas de Alemania, y después en las de París, con tan extraordinario aplauso y concurso, que se vio precisado a explicar en una plaza pública, [213] porque sus discípulos no cabían en ninguna de las aulas de la universidad.{1}

Mientras enseñaba en Colonia, tuvo la honra de contar entre sus discípulos a Santo Tomás de Aquino, cuya sabiduría y fama futura pronosticó. Nombrado Obispo de Ratisbona, renunció a los pocos años esta dignidad, deseoso de entregarse en la soledad del claustro al estudio de la ciencia y a las prácticas religiosas. Murió en olor de santidad en 1280.

Sus obras, que componen veintiún volúmenes en folio, revelan la extensión de sus conocimientos y su extraordinaria laboriosidad. Aparte de sus escritos teológicos, morales, místicos y exegéticos, explicó, por medio de largos comentarios, casi todas las obras de Aristóteles, utilizando al efecto los elementos suministrados por los filósofos árabes y hebreos, cuyas obras e ideas habíanse propagado rápidamente y pugnaban por sobreponerse a las ideas cristianas. Alberto Magno escribió además sobre física, geografía, mineralogía, botánica, zoología, química o alquimia, como entonces se decía, astronomía, meteorología, fisiología y hasta frenología; pues, como dice Blainville, [214] «contiene en germen la teoría de Gall y de su discípulo Spurzheim, excepción hecha de las exageraciones y principios materialistas de éstos.» La dirección científica y experimental que dio a la Filosofía con sus escritos y con su ejemplo, constituye acaso el mérito principal de Alberto Magno como hombre de ciencia, y le da derecho a ocupar preferente lugar en la historia de la Filosofía y también en la historia de las ciencias {2} físicas y naturales.

Como su Filosofía coincide con la de Santo Tomás, que expondremos después, bien que es menos completa y elevada que la de éste, nos limitaremos aquí a las siguientes indicaciones:

1.ª La Filosofía de Alberto Magno es la Filosofía aristotélica, incorporada y como encarnada en la Filosofía cristiana, en la parte en que aquélla no se opone a las verdades fundamentales de ésta, pero sin excluir, antes bien asimilándose elementos platónicos e ideas de las escuelas árabes, judaicas y neoplatónicas. Alberto Magno, lejos de seguir ciegamente a Aristóteles, [215] según piensan algunos, pone de manifiesto y combate sus errores cuando se presenta la ocasión; reprende y ridiculiza a los que hacen de él una especie de Dios, y recuerda oportunamente que, puesto que fue un hombre como nosotros, pudo errar como nosotros: Si autem creditipsum (Aristotelem) esse hominem, tunc proculdubio errare potuit, sicut et nos.

2.ª Aunque concede cierta preferencia a Aristóteles por la mayor universalidad y variedad de sus conocimientos, reconoce a la vez la importancia especial de Platón, a quien coloca al lado de Aristóteles, considerándole como complemento necesario y natural del Estagirita en el terreno filosófico, de manera que, en concepto de Alberto Magno, las Filosofías de Aristóteles y de Platón se completan la una a la otra: Scias, quod non perficitur homo in philosophia, nisi ex scientia duarum philosophiarum, Aristotelis, et Platonis.

Los que han escrito y repetido que Alberto Magno fue simplemente el simius de Aristóteles, pueden reflexionar sobre este pasaje y el anterior. Esto, haciendo caso omiso de sus frecuentes citas de filósofos árabes, neoplatónicos, hebreos, sin contar sus impugnaciones de determinadas teorías de Aristóteles, y sobre todo sin contar las muchas observaciones y experimentos originales que se hallan en sus escritos.

3.ª Con respecto a su teoría cosmológica, conviene tener presente que, lejos de admitirla emanación divina del mundo, como tan inexactamente y tan sin fundamento le atribuye Tennemann, enseña y afirma terminantemente que Dios creó el mundo de la nada: [216] Mundus a primo Creatore solo Deo incepit per creationem... Deus ex nihilo fecit mundum.

4.ª La metafísica o prima philosophia, es para Alberto Magno la ciencia del Ser y de sus propiedades trascendentales, entre las cuales son las más importantes la unidad, la verdad y la bondad (unum, verum, bonum), conceptos que este filósofo analiza y discute con notable profundidad, lo mismo que la idea de Dios, que constituye el objeto de la teología natural. Por cierto que, al desenvolver el concepto metafísico de Dios, se acerca a la concepción ontológica de San Anselmo, y hasta parece aceptarla, puesto que dice que es propio de Dios, no solamente existir, y no poder dejar de existir, sino no poder pensarse su no existir: Soli Deo proprium est esse, et non posse non esse, et non posse cogitari non esse.

5.ª Excusado parece decir que Alberto Magno resuelve el problema de los universales en el sentido del realismo moderado (universalia in re) o aristotélico, refutando a la vez el nominalismo y el realismo platónico. A pesar del carácter de sutileza excesiva que los autores contemporáneos solían dar a la lógica, en la que se trataba la cuestión de los universales, la definición que Alberto Magno da de esta ciencia se distingue por su carácter comprensivo, y, digámoslo así, práctico y positivo, apellidándola la sabiduría o ciencia que enseña de qué modo y por qué medios llega la razón a lo desconocido por medio de lo conocido: Docens qualiter et per quae devenitur per notum ad ignoti notitiam.

6.ª Su concepción psicológica es tan completa, filosófica y científica como permitía el estado de la [217] ciencia a la sazón, siendo muy numerosas y acertadas las observaciones de que echa mano al desenvolver el concepto del alma racional en sí misma, en sus facultades, en sus relaciones con el cuerpo y hasta por parte de la gradación o escala de la vida y de sus manifestaciones. Alberto Magno expresa gráficamente esta gradación cosmológica, o, digamos mejor, biológica, diciendo que la razón está creada o tiene su lugar propio en la sombra, como si dijéramos, en la penumbra, en la atmósfera, en los confines de la inteligencia, los sentidos en la sombra o penumbra de la razón, y la vida vegetativa en la sombra o confines de la sensibilidad: Ratio creatur in umbra intelligentiae; sensus in umbra rationis; vita vegetabilis in umbra sensus. Téngase presente que la inteligencia se toma aquí como facultad superior a la razón y como facultad propia de los ángeles y de Dios.

7.ª Por lo que hace a sus conocimientos en ciencias naturales y físicas, es indudable que eran muy superiores a los de sus contemporáneos, como lo comprueban a cada paso sus obras, en las que discurre acertadamente acerca de cuestiones difíciles de resolver en su tiempo, y rechaza preocupaciones muy arraigadas por entonces aún entre los sabios. Alberto Magno, no solo admite la existencia de antípodas, sino que alega razones y argumentos para probar que la zona tórrida es habitable, mientras que por otro lado rechaza las preocupaciones y temores del vulgo y de los sabios acerca de la fascinación y demás daños que se atribuían a las artes mágicas:Non approbo dictum Avicennae et Algazel de fascinatione, quia credo quod non nocet fascinatio nec nocere potest ars magica, [218] nec facit aliquid ex his quae timentur de talibus.

8.ª Los que le atribuyen la opinión de que es posible la piedra filosofal, se conoce que no han leído sus obras, en las cuales dice expresamente que no es posible la fabricación del oro, ya fundándose en que el arte no puede producir formas substanciales (non est probatum hoc quod educitur de plumbo, esse aurum, eo quod sola ars non potest dare formam substantialem), ya alegando otras razones {3} más o menos sólidas y científicas. En cambio, las fábulas referentes a su persona y a sus obras, acreditadas entre el vulgo de su tiempo y consignadas en leyendas,{4} y que le dieron renombre de mago entre sus conciudadanos, indican bien a las claras que el filósofo de Bollstadt poseía conocimientos extraordinarios y muy superiores a su siglo en lo que atañe a las ciencias físicas y naturales.

9.ª Es muy probable que Alberto Magno tenía ideas y teorías especiales, no ya sólo en orden a [219] ciencias determinadas, como geografía, química, astronomía, etc., sino con respecto a las ciencias propiamente físicas, o sea a la Filosofía natural, como entonces se la apellidaba; pero que no se decidió a manifestarlas, en atención a que los hombres de su época no se hallaban en disposición de recibirlas y comprenderlas. En más de una ocasión el maestro de Santo Tomás advierte que expone y presenta la doctrina de Aristóteles y de otros filósofos, y no la suya propia, insistiendo sobre esto de una manera más explícita y significativa cuando se trata de la física: Dicta Peripateticorum, prout melius potui, exposui; nec aliquis in eo potest deprehendere, quid ego ipse sentiam in philosophia naturali.

La idea contenida en estas palabras, con que termina el libro De Animalibus, se halla reproducida en otros pasajes de sus obras,{5} en los cuales se vislumbra claramente que el pensamiento de Alberto Magno, como investigador y observador original, no siempre coincidía con el pensamiento del libro interpretado o comentado.

10.ª También se equivocaría grandemente el que creyese que Alberto Magno, al desenvolver el concepto de Dios, presenta una concepción árida, descarnada, puramente dialéctica. Lejos de eso, su concepción sobre este punto capital de la metafísica es una concepción tan profunda y filosófica, como animada, espontánea, llena de sentimiento y de vida. Después de [220] sentar que la concentración y reflexión del alma sobre sí misma la prepara y dispone para elevarse al conocimiento de Dios, de manera que el alma nos sirva de escala para llegar a la contemplación (et se scalam erigit, per quam transeat ad contemplandum Deum) intelectual de Dios, el filósofo alemán nos habla en términos magníficos de esa esencia divina que contiene en sí desde la eternidad y en unidad simplicísima las perfecciones de todas las cosas (omnium in se continet perfectiones simplicissime ab aeterno); de ese Dios que puede y sabe crear con una simple señal de su voluntad (uno voluntatis nutu), seres y seres infinitamente más perfectos; de ese Dios en quien existen de una manera inmutable los principios, las razones y las esencias de las cosas mudables; en quien están y viven todas las cosas (in eo sempiterne vivunt), sin confundirse ni identificarse con su esencia; que da a todas las cosas el ser, el poder y el obrar, o sea la substancia, la virtud o facultad y la operación, y que extiende su providencia a todo, desde lo máximo hasta lo mínimo, desde los géneros más universales hasta los individuos: Qui omnibus dat esse, posse et operari, id est, substantiam, virtutem et operationem... Deus immediate omnibus providet et usque ad ultima singularia; nihil igitur a maximo usque ad minimum sempiternam Dei providentiam effugit.{6} [221]

Es también muy notable el análisis que hace de la idea del ser en su libro De Causis et processu universitatis, que es uno de los tratados más dignos de atención y más profundos de Alberto Magno. Al leer algunos de los pasajes de este libro, referentes al concepto del ente en común, parece que se lee y viene a la memoria lo que en nuestro siglo escribió Hegel acerca de este punto, en lo que tiene de verdadero y racional.

Alberto Magno, después de hacer constar que el concepto del ser puro, potencial y universal, es el último término del análisis (semper stabit resolutio in ente), lo mismo en el orden de la naturaleza que en el orden o proceso intelectual (si fiat resolutio in prius secundum naturam et intellectum), y después de recordar que lo que es último en el orden de resolución es lo primero en el orden o proceso de la composición (quod autem ultimum est in resolutione, est primum in via compositionis necessario), concluye e infiere que el concepto del ser es un concepto el más simple, informe e indeterminado de suyo: simplex conceptus mentis est, ad nihil formatus et determinatus.[222]

El filósofo alemán sigue analizando y discutiendo la idea del ente universalísimo en términos bastante análogos a los de su compatriota Hegel; pero tiene buen cuidado de advertir que el ente o ser, término de la resolución intelectual motivada y fundada en los seres finitos, nada tiene de común con el ser purísimo de la causa primera; es infinitamente inferior a la simplicidad propia de Dios, pues mientras el primero es de suyo mera potencialidad, y si tiene y cuando tiene realidad y actualidad, la recibe de la potencia o virtud del ser primero (non enim secundum seipsum est, sed a potentia et virtute Primi) o sea de Dios, el segundo, es decir, el ser divino, existe por sí, es actualísimo, y entraña el último grado de pureza y simplicidad: est purum in fine puritatis et simplicitatis.

Alberto Magno, que fue hombre de inmensa lectura, según se ve por sus obras,{7} aconseja con [223] insistencia que se conserven los libros y escritos de todo género en utilidad de la ciencia y sin perjuicio de la religión católica.

En vista de lo dicho hasta aquí, no es de extrañar que sabios de todos los siglos posteriores a Alberto Magno, sin excluir al nuestro, hayan reconocido el mérito y los servicios prestados a las ciencias por el filósofo de Bollstädt. Alejandro de Humboldt, cuyo testimonio en estas materias es de mucho peso, después de consignar que Alberto Magno fue uno de los tres hombres más ilustres entre los que prepararon la época de Colón y de Gama, y después de añadir que «todos tres (Alberto Magno, Rogerio Bacon y Vicente de Beauvais) se adelantaron a su siglo e influyeron poderosamente en sus contemporáneos,» se expresa en los siguientes términos con respecto al gran maestro de Santo Tomás de Aquino:

«Alberto Magno, descendiente de los condes de Bollstädt, merece ser citado también por sus observaciones personales relativas a la química analítica. Verdad es que llevaba puesta la mira en la transformación de los metales; mas para conseguir su objeto, no se [224] dedicaba únicamente a manipular sobre las substancias metálicas, sino que profundizaba también los procedimientos generales a que se atemperan en su ejercicio las fuerzas químicas de la Naturaleza. Sus escritos contienen algunas observaciones sobre la estructura orgánica y sobre la fisiología de los vegetales, que revelan su extremada penetración. Conocía el sueño de las plantas, la regularidad con que se abren y se cierran, la disminución de la savia por las emanaciones que exhala la superficie de las hojas, y la relación que existe entre las ramificaciones de las nervosidades de las mismas y las recortaduras del limbo. Comentó todas las obras físicas del filósofo de Estagira, si bien para la historia de los animales se hallaba reducido a una traducción latina hecha por Miguel Scott. El escrito de Alberto Magno, intitulado Liber cosmographicus de natura locorum, es una especie de Geografía física, en la cual he encontrado algunas consideraciones acerca de la doble dependencia en que se hallan los climas con relación a la latitud y a la altura del suelo y de las consecuencias que en el calentamiento de la tierra tienen los diversos ángulos de incidencia formados por los rayos luminosos.{8}» Estas palabras de Humboldt confirman lo que nosotros hemos afirmado; a saber: que Alberto Magno no se distinguió menos por la experimentación científica física, que por la especulación filosófica, y que fue a la vez un profundo filósofo y un gran naturalista, sobre todo si se tienen en cuenta la época en que vivió y las dificultades de todo género con que hubo de luchar.

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{1} Supone la tradición que esta plaza es la conocida, o que se conocía en Paris con el nombre de plaza Maubert, corrupción de Mag. Alberti. Otra tradición o leyenda refiere que Alberto Magno era en su juventud hombre de ingenio rudo, hasta el punto de haber formado la resolución de abandonar el hábito dominico antes de profesar, avergonzado de no poder competir con sus compañeros de estudio; pero la Virgen le alcanzó ingenio extraordinario y ciencia prodigiosa, anunciándole a la vez que perdería la ciencia y la memoria algún tiempo antes de su muerte. De aquí, sin duda, el dicho o adagio, no muy reverente: Albertus ex asino factus est philosophus, et ex philosopho asinus.

{2} He aquí los títulos de algunas, nada más que de algunas de sus obras, que dicen relación a las indicadas ciencias físicas y naturales: De physico auditu. –De generatione et corruptione. –De Meteoris. –De Mineralibus. –De memoria et reminiscentia. –De somno et vigilia.–De motibus animalium. –De juventute et senectute. –De spiritu et respiratione. –De morte et vita. –De natura locorum. –De causis proprietatis elementorum. –De passionibus (proprietatibus) aeris. –De vegetabilibus et plantis. –De principiis motus progressivi. –Speculum astronomicum. –De animalibus. –De alchimia. Esto sin contar las que se refieren a la psicología, Filosofía y cosmología, como las De Anima. –De sensu et sensato. –De nutrimento et nutribili. –De natura et origine animae. –De intellectu et intelligibili. –De processu universitatis (Universi, sive rerum omnium) a causa prima. –Metaphysicorum, lib. XIII. –De coelo et mundo.

{3} He aquí algunos pasajes acerca de la materia: «Sciant artifices Alchimiae, species permutari non posse, sed similia illis facere possunt, ut tingere donec sit multum simile argento vel auro... Caeterum, quod differentia specifica aliquo tollatur ingenio, non credo possibile... propter quod ego experiri feci, quod aurum alchimicum, quod ad me devenit, et similiter argentum, postquam sex vel septem ignes sustinuerit... perditur, et ad faecem quasi revertitur.»

«Alchiici, añade después, non dant formas substantiales, cujus signum est, quia in talibus operatis non inveniuntur proprietates consequentes speciem.» De Miner., lib. II, dist. 3.º

{4} Decíase, entre otras cosas, que en un convite dado al emperador de Alemania había hecho producir a las plantas toda clase de flores y frutos en el rigor del invierno. La famosa cabeza de metal que hablaba y respondía a las preguntas que se le dirigían sobre cosas ocultas, es otro de los inventos que se le atribuyeron.

{5} «Physica enim, escribe en otra parte, tantum suscepimus dicenda, plus secundum Peripateticorum sententiam prosequentes ea quae intendimus, quam ex nostra scientia.» De Somno et Vig., trat. I, cap. XII.

{6} Como muestra de la elevación de sus ideas y hasta de su estilo, cuando desenvuelve el concepto de Dios, transcribiremos uno solo de los muchos pasajes relativos a este punto: «Et quia omnia, citra Deum, sunt effectus et opus ipsius Creatoris, habentia posse et esse, et quidquid sunt et possunt, limitatum, et ut ex nihilo producta nihileitatibus circumdata, et ex se ad nihilum tendentia; necessario momentis singulis suum existere... ab ipso summo opifice Deo recipiunt... qui etiam uno voluntatis nutu posset et sciret in infinitum omnibus modo creatis perfectiora producere. Nulla ergo, sive secundum intellectum, sive secundum affectum, contemplatio utilior, perfectior, et felicior, quam in ipso Deo Creatore, summo et vero Bono, a quo, in quo, per quem, et ad quem omnia. Sibi et omnibus sufficiens est in infinitum, qui omnium in se continet perfectiones simplicissime ab aeterno... apud quem, et per quem omnium instabilium stant causae; in quo omnium mutabilium immutabiles manent origines, necnon omnium rationabilium, irrationabiliumque, atque temporalium in eo sempiternae vivunt rationes: qui omnia complet, universa singulaque se toto essentialiter implet. Cuique rei intimior est et praesentialior per essentiam, quam res sibi ipsi: in quo omnia simul sunt unita, et in eo sempiterne vivunt.» De adhaerendo Deo, cap. IX.

{7} Apenas hay libro antiguo o contemporáneo, relacionado con sus estudios, que el filósofo alemán no cite en sus obras, siendo de advertir que cita algunos que, o no han llegado hasta nosotros, o son poco conocidos. Solo en el Speculum astronomiae vemos que cita varios escritores y libros, principalmente españoles, poco conocidos, según se desprende de las siguientes palabras: «Apud Joannem Vigembum Hispalensem (habetur) motus Veneris et Mercurii in libro quem nominavit Flores suos...

»Sed qui perfectius hoc tractavit fuit Azarchel Hispanus in libro suo, qui sic incipit: Scito quod annus lunaris, cujus radices constitutae sunt super annos Arabum, qui dicuntur Machometi ad meridiem civitatis Toleti...

»Sunt praeterea libri necessarii de hac parte scientiae, qui per viam narrationis et demonstrationis planisphaerii imitantur, ut est ille quem transtulit Joannes Hispalensis, qui sic incipit: Astrologicae speculationis, etc. Et alius Hermanus, qui sic incipit: Hermanus Christi pauperum, etc. Et alius secundum Mesalach, qui sic incipit: Opus astrolabii, etc. Et iterum alius secundum Joannem Hispalensem de utilitatibus et opere astrolabii, qui sic incipit: Primum capitulum de immutationibus, etc.» Speculum astron., cap. II.

En este mismo pasaje, Alberto Magno se pronuncia con cierta energía contra los que trataban de inutilizar y destruir estos libros, y principalmente contra los que los censuraban y rechazaban sin conocerlos: Et isti sunt libri, qui si ab aspectibus virorum desiderantium scire astronomiam substracti fuerint, magna pars et valde utilis philosophiae, –téngase presente que la Filosofía entonces comprendía las ciencias físicas y matemáticas,– erit sepulta... «quia sicut dicit Tebith filius Chore, non est lumen geometriae, cum evacuata fuerit astronomia... neque fortasse justum est, quod hi qui eos (libros) nunquam attigerunt, ipsos judicare praesumant.»

{8} Cosmos, tomo II, cap. VI.