Zeferino González, Conclusión y crítica general de la Filosofía escolástica durante este periodo (original) (raw)

Antes de pisar los umbrales de la Filosofía escolástica en su período de decadencia, echemos una rápida ojeada sobre el período tan notable de la misma que acabamos de recorrer. Que por rápida que sea esta ojeada retrospectiva, bastará para que reconozcamos que la Filosofía escolástica en este período, a medida que se iba desenvolviendo y completando, iba también llenando las exigencias doctrinales y las aspiraciones progresivas que se presentaban o se presentían. En pos de los traductores, los eruditos, los filólogos y polemistas, como Moerbek, Arnaldo de Villanova, Raymundo Martín, Vicente de Beauvais, Roger Bacon, viene Santo Tomás, y utilizando esos elementos, y combinándolos con otros más importantes tomados de [360] la Filosofía pagana y de la Filosofía patrística, y desenvolviéndolos y fecundizándolos por medio de concepciones profundas, originales y altamente armónicas y sintéticas, levanta y embellece el majestuoso edificio de la Filosofía cristiana.

Fuera de esto, y aparte de esto, Santo Tomás, después de combatir con vigor contra el ontologismo, contra las ideas innatas, contra la teoría tradicionalista, contra el principio panteísta y contra el averroísmo, da entrada en el cuadro de la Filosofía a las ciencias político-sociales. San Buenaventura se distingue por sus tendencias ontológicas y por sus aficiones místicas. Alberto Magno y Roger Bacon hacen esfuerzos para que la observación de los fenómenos y el método experimental ocupen el lugar que les corresponde al lado de la especulación pura y del método deductivo. El autor de la Divina Comedia comunica a las concepciones metafísicas del Doctor Angélico la belleza y majestad de la forma poética. Enrique de Gante lucha con energía contra el escepticismo, como si presintiera sus próximos ataques y sus peligros futuros, y procura a la vez llamar la atención sobre la importancia del pensamiento platónico. El criticismo de Escoto sirve de correctivo a las exageraciones del dogmatismo, planteando o iniciando de paso el problema escéptico y la teoría tradicionalista. Egidio Romano cultiva y desenvuelve las ciencias ético-sociales, presentando ideas y teorías que coinciden con muchas de las ideas y teorías políticas de la ciencia moderna en lo que tienen de sólido y verdadero. Raymundo Lulio introduce en la Filosofía el elemento cabalístico, esfuérzase a realizar en la ciencia la aspiración unitaria, y, [361] preludiando en cierto modo a Hegel, quiere que el proceso ontológico de la realidad objetiva responda al proceso lógico de los conceptos. Durando, por fin, reduce a justos límites la autoridad humana en el orden científico, y con su palabra y con su ejemplo señala al espíritu humano el camino que debe seguir, recorriendo con toda libertad el campo extenso y los grandes horizontes de la ciencia, sin rebelarse por eso contra la razón divina, contra la palabra de Dios.

Ya que la ocasión se brinda, haremos una observación antes de concluir. Durando es sin disputa el filósofo escolástico más independiente, más libre, más partidario de la autonomía racional y posible de la razón, si cabe hablar así. Ningún filósofo de la Edad Media ofrece número tan grande de teorías opuestas a las generalmente recibidas, tanta libertad de ideas y opiniones, ya filosóficas, ya teológicas, tanta independencia de pensamiento; ninguno, entre los filósofos escolásticos, concibió la ciencia humana, las exigencias de su movimiento y los derechos de la razón con sentido tan amplio como el Obispo de Meaux. Y, sin embargo, los críticos racionalistas y ciertos historiadores de la Filosofía suelen pasar de largo, o poco menos, cuando se trata de Durando, mientras que se detienen con fruición ante los nombres de Abelardo y de Ockham, a los cuales ensalzan a porfía, presentándolos como los únicos representantes y defensores de los derechos de la razón humana durante la Edad Media. ¿Por qué así? ¿Por qué esta preferencia exclusivista en favor de Abelardo y de Ockham, siendo así que Durando trabajó más que éstos con el ejemplo y por escrito en el terreno práctico y en el de la teoría, y con sentido más [362] amplio en favor de la independencia de la razón y de la libertad de la ciencia? Cur tam varie?

La razón es muy sencilla. Durando dice y enseña que cuando se trata de ciencias naturales, es decir, de ciencias o conocimientos que no pertenecen al orden sobrenatural, la autoridad de Aristóteles y de cualesquiera otros filósofos debe subordinarse a la verdad conocida y a los fundamentos racionales: Durando dice y enseña que cuando se trata de esta clase de ciencias, la razón y la experiencia son las que deben servir de guía y norma para reconocer la verdad, y no la autoridad de éste o aquel doctor, por célebre y autorizado que sea, y que obrar de otra manera es hacer violencia a la razón humana, y cerrar el camino al desenvolvimiento de ésta y a los progresos de las ciencias: Durando dice y enseña que en las cosas que no tocan a la fe, cualquiera autoridad humana debe tenerse en poco cuando brilla (parvipendatur omnis humana auctoritas quando per rationem elucescit contraria veritas) o se presenta con claridad a la razón la verdad contraria. Empero si Durando dice y enseña todo lo dicho; si es cierto que Durando repite y protesta con enérgica y hasta elegante frase que está resuelto a no anteponer a la razón la autoridad de ningún hombre, teniendo presente que es justo y santo honrar ante todo a la verdad que es invocada por toda la tierra, y que recibe las bendiciones del cielo mismo (nullius hominis auctoritatem rationi praeferimus, attendentes, quod omnibus existentibus amicis, sanctum est praehonorare veritatem, quam omnis terra invocat, coelum etiam ipsum benedicit) o de Dios, también es cierto que el ilustre obispo de Meaux dice y enseña que en las cosas que tocan a [363] la fe, debemos atender y asentir a la autoridad de la Sagrada Escritura, antes que a cualquier razón humana (in his quae fidem tangunt, plus acquiescere debeamus auctoritati Sacrae Scripturae,quam quicumque rationi humanae); protesta que es su ánimo no escribir ni enseñar nada que se oponga a la Santa Escritura (hunc modum, Deo adjuvante, tenere volumus, ut nihil scribamus vel doceamus, Sacrae Scripturae dissonum), y concluye sujetando sus ideas y doctrina al juicio y decisión de la Iglesia{1} católica, a la que pertenece interpretar y decidir las cosas pertenecientes a la fe de Jesucristo.

En una palabra: Durando abogó por la libertad de la ciencia y por la independencia de la razón, pero sin traspasar los límites del principio católico; sin conceder a la razón humana independencia de la razón divina; sin rebelarse contra la autoridad de la Iglesia ni contra el Pontificado, mientras que el amante de Eloísa y el cortesano de Luis de Baviera no se cuidaron de mantenerse dentro de la esfera del catolicismo, quisieron sobreponer la razón humana a la revelación divina, se rebelaron contra la Iglesia y atacaron al Pontificado. Lo que el racionalismo busca y aplaude en Abelardo y Ockham, no es precisamente la libertad de [364] la ciencia o la independencia de la razón, sino que busca y aplaude al propagandista del error teológico, al que ataca y niega los dogmas católicos, al detractor de la Iglesia y de sus instituciones, y, sobre todo y más que todo, al enemigo del Pontificado; al amigo y fautor del poder civil, encarnado en el emperador germánico, que persigue a la Iglesia y se rebela contra el Vicario de Cristo.

——

{1} He aquí sus palabras, que son muy propias de un escritor católico, y que en medio y a pesar de sus alardes de independencia y libertad de pensamiento, le separaron siempre de los escritores heterodoxos: «Quod si per ignorantiam vel inadvertentiam aliquid dissonum (Scripturae Sacrae) scriberemus, ipso facto pro non scripto habeatur. Et quia interpretatio dubiorum Sacrae Scripturae ad sanctam Ecclesiam Romanam et Catholicam pertinet, omnia opera nostra hujus libri ac sequentium, ejus correctioni totaliter supponimus.» Prol. In Sentent., cuest. 1.ª