Zeferino González, Conclusión de la Filosofía escolástica (original) (raw)

Al hablar de conclusión de la Filosofía escolástica, no entendemos hablar de su muerte o desaparición, toda vez que no tardaremos en verla reaparecer con nuevo vigor, y marchar a través de los siglos con [420] mayor o menor fortuna, hasta llegar a nuestros días, en que la vemos restaurarse y dar señales de vida fecunda y vigorosa, al lado y al compás de otras instituciones cristianas. Porque de la Filosofía escolástica puede decirse lo que en otra parte{1} y en otro tiempo dijimos de su más ilustre representante: sus vicisitudes, su florecimiento, su decadencia y restauración se hallan en relación con las vicisitudes, florecimiento, decadencia y restauración del Catolicismo y de las instituciones cristianas.

Considerada en su fondo y en su esencia, la Filosofía escolástica no puede perecer; durará tanto como el mundo, porque es la repercusión lógica y científica de la idea cristiana, es una eflorescencia natural y espontánea de la religión de Jesucristo, que durará hasta la consumación de los siglos.

La escuela jónica y la itálica, la eleática y la platónica, la peripatética y la estoica, la pirrónica y la neoplatónica, todas desaparecieron como escuelas, sin poder resistir a las vicisitudes de los tiempos ni al rudo choque de otros sistemas, siendo digno de notarse que los únicos elementos parciales que de algunas de aquellas escuelas han llegado hasta nosotros, son precisamente aquellos que se asimiló la Filosofía escolástica. No sucedió ni sucede esto con la última, la cual, en medio del mudar continuo de los tiempos, en medio del choque de los sistemas filosóficos, en medio del flujo y reflujo perpetuo de opiniones, teorías e hipótesis que vienen sucediéndose en el campo de la ciencia, en medio, finalmente, y a pesar de las [421] grandes vicisitudes, no ya sólo filosóficas, sino morales, religiosas, científicas, políticas y sociales que llenan la historia desde su aparición hasta nuestros días, ha conservado siempre su doctrina, sus métodos y sus principios esenciales, ha tenido siempre escuelas, maestros y discípulos dedicados y consagrados a su enseñanza, conservación y propaganda. Y lo que ha sucedido hasta el presente, sucederá en adelante, porque la Filosofía cristiana durará tanto como el Cristianismo; y la Filosofía escolástica, como encarnación verdadera y genuina de la Filosofía cristiana, es la indagación racional y el conocimiento científico de las cosas por medio de la razón humana, ensanchada en sus horizontes, dirigida en su movimiento, y vigorizada en sus fuerzas por la fe cristiana, por la razón divina.

Cuando, al llegar al último tercio del siglo XV, hablamos de conclusión de la Filosofía escolástica, queremos significar que en aquella época concluyó el reinado casi exclusivo, general y público de la Filosofía escolástica en las escuelas y universidades. De entonces más, vióse precisada a luchar contra el renacimiento pagano y contra sus hijos legítimos el racionalismo religioso, representado por el protestantismo, y el racionalismo científico representado por la Filosofía moderna.

Por otra parte, es preciso reconocer que el vigor, la solidez, la fecundidad y el espíritu propio de la Filosofía escolástica padecieron grande eclipse durante los siglos XIV y XV, gracias a la escuela de Occam y al predominio que sus doctrinas, sus tendencias y sus doctores adquirieron en las escuelas, especialmente en [422] el siglo XV. Así es que desde este punto de vista, también puede decirse que la Filosofía escolástica concluyó en dicho siglo, viéndose atacada exteriormente por los partidarios y admiradores del Renacimiento, y minada a la vez sordamente en su interior por los representantes de la escuela escéptico-nominalista de Occam. El predominio que esta escuela adquirió por aquel tiempo fue por demás funesto a la religión y a la Filosofía. En religión, preparó el terreno al protestantismo, y fue el pedagogo de Lutero, el cual, como hemos visto arriba, se formó en la escuela de Occam y adoptó sus principios teológicos. En Filosofía, contribuyó eficazmente al descrédito de la antigua y fecunda Filosofía escolástica, y a su desaparición de las universidades y escuelas públicas, preparando el campo de esta suerte, y facilitando la entrada a la Filosofía pagana y racionalista, iniciada por el Renacimiento, la cual, si no llegó a apoderarse completamente de los espíritus y reinar sin obstáculos en los siguientes siglos, fue porque el cardenal Cayetano y los teólogos del siglo XVI se encargaron de restaurar la Filosofía escolástica, representada por los grandes filósofos y escritores del siglo XIII, y principalmente por Santo Tomás, antítesis la más perfecta de la escuela occamista.

La regeneración religiosa e intelectual llevada a cabo en el siglo XVI, y representada por el Concilio de Trento, procede de Santo Tomás, cuya Summa theologica fue colocada al lado de la Biblia, y en cuya doctrina se habían formado e inspirado los grandes teólogos y escritores de aquella asamblea. Enfrente del Concilio de Trento está el protestantismo, que procede de Occam por el intermedio de Lutero, formado e [423] inspirado en la escuela escéptico-nominalista. El Concilio de Trento representa la conclusión natural de la doctrina de Santo Tomás, que es su premisa lógica: el protestantismo representa la conclusión lógica y natural de la premisa occamista.

Ni se crea por eso que consideramos a la escuela occamista como causa única y exclusiva de la decadencia de la Filosofía escolástica por los tiempos a que aludimos. Las especulaciones cabalísticas y rabínicas de los filósofos judíos de la Edad Media, junto con las tendencias semiateistas y las tendencias naturalistas que encerraba él averroísmo, cooperaron también, y no poco, a la degeneración y extravíos de la escolástica. Y ya hemos indicado arriba que en estos extravíos y en aquella decadencia influyeron a la vez de una manera más o menos directa e inmediata la depravación de las costumbres públicas y privadas, el gran cisma de Occidente con sus naturales efectos, la ansiedad, la duda y la confusión de ideas producida en los espíritus, las invasiones o rebeliones del poder civil contra el Pontificado, y, finalmente, la resurrección del cesarismo antiguo, restaurado y preconizado por legistas aduladores de los reyes.

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{1} Estudios sobre la Filosofía de Santo Tomás, Introduc.