Zeferino González, La Kábala (original) (raw)

No es posible hablar de la Filosofía judaica sin hacer mención de la Kábala, que constituye uno de sus elementos, una de sus formas características, o, si se quiere, una de sus fases en siglos anteriores. Al analizar los sistemas gnósticos, hicimos ya notar que algunos de ellos, y con especialidad los de Basílides y Valentín, presentaban vestigios evidentes de principios y elementos cabalísticos.

No ha faltado quien busque los primeros vestigios de la Kábala en la versión de los Setenta, y hasta en las sentencias de Sirach y en el libro de la Sabiduría. Algo más se aproximan a la verdad los que relacionan el origen y manifestaciones de la Kábala con el zoroastrismo, bien que transformado en emanatismo panteísta y también con el neoplatonismo teosófico. No carece de fundamento y verosimilitud la opinión de [481] los que sospechan que el sistema, medio místico y medio filosófico de los esenios, influyó en el origen y desarrollo de la Kábala. Cualquiera que sea la opinión que se adopte acerca del origen de la Kábala, cuestión en que sólo caben conjeturas, como observa Ueberweg (nur Vermuthungen sind mäglich), poseemos noticias más exactas acerca de la misma, considerada en su proceso y desarrollo.

Dos son los libros principales en que se halla contenida y desarrollada la doctrina o digamos la Filosofía cabalística. Uno de ellos, o sea el Yecira, se supone escrito en la época talmúdica, y en el siglo X de la era cristiana pasaba ya por libro muy antiguo. Es probable que la antigüedad del segundo, llamado Zohar, es inferior a la del Yecira, por más que gran parte de las ideas y teorías en él contenidas traigan su origen de la época gnóstica o de los tiempos anteriores. La opinión de los críticos que afirman que el Zohar no fue compilado hasta el siglo XIII, es muy fundada, aun prescindiendo de los ataques y argumentos de Morin, Tholuck y algunos otros{1} en contra de su autenticidad, o al menos de la grande antigüedad que algunos le atribuyeron.

He aquí, en resumen, el sistema cabalístico, según lo expone Münk, escritor judío de nuestros días: [482] «Ninguna substancia salió de la nada absoluta: todo cuanto existe trae su origen de una fuente de luz eterna, de Dios. Dios sólo es comprensible en sus manifestaciones: Dios no manifestado es para nosotros una abstracción. Este Dios existe desde la eternidad, y es, según las opiniones de los cabalistas, el anciano de los días,el oculto de los ocultos. Bajo este punto de vista, se le llama también la Nada, y en este sentido se dice que el mundo creado por él salió_de la nada_. Esta nada es única, es la unidad indivisible e infinita; por esta razón recibe el nombre de En-sí´ph (sin fin). Este En-sí´ph no está limitado ni determinado por cosa alguna, porque lo es todo, y nada hay fuera de él; se manifiesta libremente y por su sabiduría, y es así la causa primera, la causa de las causas.

La luz primitiva del Dios-Nada llenaba todo el espacio, es el mismo espacio. Todo estaba allí virtualmente, pero para manifestarse debía crear, es decir, desenvolverse por la emanación. Se concentró, pues, en sí misma para formar un vacío, que llenó en seguida gradualmente por medio de una luz templada y cada vez más imperfecta... Después de esta concentración, se manifestó primeramente en un primer principio, prototipo de la creación o macrocosmos, que se llamó el hijo de Dios o el hombre primitivo (Adam Kadmí´n)... De este Adam Kadmí´n emanó la creación en cuatro grados o mundos, que los cabalistas llaman: Acîlí¢, Berií¢, Yecirí¢, Asiyyí¢.

El mundo Acîlí¢ representa las cualidades operadoras del Adam Kadmí´n, y estas no son otra cosa más que las potencias o inteligencias que emanan de él, y que forman al propio tiempo sus cualidades esenciales [483] y los instrumentos con que obra. Estas cualidades se reducen a diez, y forman la santa década de los Séphirí´th, la cual se compone de dos números sagrados, el tres y el siete; porque los tres primeros Séphirí´th son esencialmente inteligencias, mientras que los otros siete son atributos solamente...

De este primer mundo de emanación (Acîlí¢) emanaron sucesivamente los otros tres, el último de los cuales (Asiyyí¢) es en cierto modo el derecho de la creación y el sitio del mal. El hombre participa de los tres mundos creados, y por esto es llamado microcosmos, porque todo lo que el Adam Kadmí´n contiene virtualmente, lo contiene el hombre en realidad o actualmente. Por razón del alma, como principio vital, pertenece el hombre al mundo Asyyí¢; por razón del espíritu o alma racional, pertenece al mundo Yecîrí¢, y por el alma inteligente, pertenece al mundo Berií¢: esta última es una parte de la divinidad, y preexiste al hombre.{2}»

Como se ve por este pasaje, y se desprende de lo que expusimos al tratar del gnosticismo, la Kábala o Kabbala, como sistema filosófico, es una concepción esencialmente panteísta, y el concepto bíblico y filosófico de la creación libre ex nihilo, es reemplazado en ella por el concepto panteístico de la emanación fatalista de la substancia divina.

La tricotomía constituye otro de los puntos cardinales de la Filosofía cabalística, en su parte antropológica.

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{1} La autenticidad del Zohar fue impugnada, no sólo por Juan Morin en sus Exercitationes biblicae y por Tholuck en su Commentatio de vi quam graeca philosophia in theologiam tum Muhammedanorum, tum Judaeorum exercuerit, sino también hasta por un escritor judío llamado León de Módena en el siglo XVII, y por el rabino Jacob Emden en el siglo pasado.

{2} Mélanges de Philos, juive et arabe, páginas 492-93.