Zeferino González, Crítica (original) (raw)
Si se exceptúa la teoría de la creación, comprendiendo en ella la conservación, la doctrina sobre las ideas divinas y la naturaleza de las verdades necesarias, teoría calcada sobre las enseñanzas de la Filosofía escolástica de Santo Tomás, la doctrina de Malebranche entraña defectos, errores y tendencias peligrosas. Como concepción filosófica, tiene el gravísimo defecto de carecer de organismo lógico y sistemático, siendo frecuentes, no ya sólo las dudas y la oscuridad, sino las contradicciones más chocantes. Sin contar las que arriba quedan apuntadas y concretándonos a la teoría del conocimiento, unas veces dice que vemos a Dios de una manera inmediata, directa y en sí mismo, al paso que otras nos dice que si vemos la substancia divina, es solamente en cuanto relativa a las criaturas o participable por ellas; si en una parte nos dice que vemos en Dios los cuerpos pero no las almas, en otra afirma que vemos en Dios todas las cosas.
Aplicando y desenvolviendo la dirección racionalista de Descartes, Malebranche hace alarde, ya de separar completamente la Filosofía de la Teología, ya de marchar por sí solo y sin tener en cuenta las tradiciones de la Filosofía cristiana. Como no podía menos de suceder, y como sucede generalmente en estos casos, este espíritu racionalista arrastró más de una vez y por más de un camino a Malebranche al borde del abismo, bien que su fe católica le impidió caer de lleno [259] en su fondo. Para convencerse de ello, basta recordar:
1.º Que la libertad humana, en el sentido propio de la palabra y en su concepto filosófico, es incompatible con su teoría del ocasionalismo rígido, el cual apenas dista un paso del fatalismo y del determinismo.
2.º Que la confusión del entendimiento con los sentidos, con la imaginación y las pasiones, sin contar la de la voluntad con el juicio, así como la teoría de la visión de los objetos en Dios y del conocimiento por conjetura, el dualismo absoluto en psicología, junto con el ocasionalismo, abren la puerta y preparan el advenimiento del sensualismo y del escepticismo.
3.º Que Malebranche, además de poner en peligro el principio de causalidad con respecto a las substancias creadas, negando a éstas toda causalidad eficiente, se coloca al borde del panteísmo; porque quien afirma que no hay más que una causa verdadera, está muy cerca de afirmar que no hay más que una substancia verdadera, dada la íntima relación que existe entre la noción de causa y la de substancia. Así no es de extrañar que el filósofo francés se viera tentado, según hemos visto arriba, a considerarse a sí mismo como una parte del Ser Divino (et que je fais partie de l'être divin) y a ver en sus pensamientos otras tantas modificaciones de la razón de Dios. Esta tentación transfórmase, en cierto modo, en realidad, cuando escribe en otra parte: «Todas nuestras ideas particulares no son más que la substancia de Dios mismo en cuanto que es relativa a las criaturas».
Estos defectos, errores y peligros, que no son los únicos que se notan en la doctrina de Malebranche, sin contar sus ideas más o menos inexactas y [260] peligrosas acerca de la oración, la gracia, la providencia, la Encarnación del Verbo, los astros, y otros puntos que se rozan con la teología cristiana, explican y justifican los ataques provocados por la doctrina de Malebranche y las refutaciones de que fue objeto, no ya sólo por parte de los jansenistas, entre los que se distinguió Arnauld, si que también por parte de los católicos, contándose entre éstos Bossuet y Fénelon. Este último escribió una obra con el objeto de refutar la doctrina de Malebranche, especialmente la contenida en su Tratado de la Naturaleza y de la Gracia. Bossuet se expresó con desusada energía y hasta con dureza respecto de la doctrina de Malebranche, reprobando a la vez la conducta de los que «solamente tenían adoraciones para las bellas palabras de este patriarca de herejía». A pesar de esta severidad con que fue juzgada la doctrina de Malebranche, tuvo éste sus admiradores y secuaces, entre los que se distinguieron Tomasin y Lami.
La verdad es que el autor de la Investigación de la verdad es un genio eminentemente metafísico, pero un genio que tiene más de brillante que de sólido, así como tiene más de fecundo que de lógico y racional. La movilidad natural de su genio, unida al virus racionalista que bebió en la Filosofía cartesiana, dio origen a sus grandes errores e ilusiones, y le condujo más de una vez al borde del precipicio, del cual le salvó su sentido cristiano, o, mejor dicho, la profesión de la fe católica. En este concepto, hasta puede decirse que el nombre de Malebranche se convierte en apología del principio católico. Por un lado, vemos que la fe le impide caer de lleno en los grandes errores a que le arrastraba la dirección racionalista cartesiana, y, por [261] otro, vemos que esa misma fe católica le permite moverse en una esfera tan vasta y en direcciones tan especiales como las que entraña su doctrina.
Notemos, para concluir, que la doctrina de Malebranche acerca de la infinidad de la naturaleza y del espíritu, y acerca de su unión, no solamente en la tierra, sino en los planetas, ofrece bastante afinidad con la concepción krausista sobre este punto.