Zeferino González, Crítica (original) (raw)

La exposición sucinta que de la doctrina de Locke acabamos de presentar, confirma lo que al principio apuntamos acerca de las íntimas relaciones que existen entre esta doctrina y la de Bacón, cuyo empirismo palpita en el fondo de la concepción esencialmente sensualista de Locke.

Al lado de este sensualismo, que constituye su carácter dominante y representa su influencia o importancia histórico-filosófica, a través de los nombres de Condillac y de los enciclopedistas del pasado siglo, aparecen en el Ensayo del filósofo inglés las premisas lógicas e inmediatas del materialismo moderno. Aparte de que su teoría ideológica, como toda teoría sensualista, tiende al materialismo espontáneamente, sus dudas y vacilaciones sobre la espiritualidad del alma, su opinión acerca de la compatibilidad del pensamiento con la materia, su teoría esencialmente nominalista, y su modo de ver en la cuestión relativa a la fijación y conservación de la especie animal por medio de la generación, todo gravita y marcha fatalmente hacia el materialismo en todas sus fases, incluso el transformismo evolucionista de Darwin.

Considerada desde este punto de vista, la Filosofía de Locke representa la premisa, o, mejor dicho, la iniciación de esa psicología experimental y positiva que domina hoy en Inglaterra, y que sin ser ni francamente materialista, ni francamente espiritualista, se mantiene [357] en cierta especie de indecisión y vaguedad muy semejantes a la que observamos en Locke, pudiendo decirse que una y otra psicología, la de Locke y la de sus compatriotas de hoy, después de colocar con decisión un pie en el terreno sensualístico-materialista, no se atreven a levantar el otro del terreno espiritualista. La teoría de la asociación de ideas, que constituye, como es sabido, uno de los puntos centrales y como la idea madre de la psicología inglesa contemporánea, llamó con preferencia la atención del autor del Ensayo sobre el entendimiento humano, dedicando a su estudio un capítulo especial, y algunos otros a exponer los efectos y aplicaciones de la asociación de ideas y del hábito en sus relaciones con las mismas. Lo cual es una prueba más de que Locke merece ser considerado como el iniciador de la psicología que priva hoy entre sus compatriotas.

Lo que después del sensualismo, con su corolario natural el materialismo, caracteriza la doctrina de Locke, es el aspecto crítico de la misma. Aunque de una manera vaga e incompleta, el autor del Ensayo sobre el entendimiento humano plantea, o digamos que renueva el problema crítico, problema planteado más de una vez, no solamente por algunos representantes de la Filosofía griega, sino también por Escoto, Occam y algunos otros escolásticos. También desde este punto de vista Locke puede ser considerado, si no como el autor y representante»!; al menos como el precursor del criticismo filosófico de la época moderna. Examinar el alcance de nuestras facultades, discutir y fijarlas fuentes y condiciones de la certeza de nuestros conocimientos, y señalar la naturaleza de las relaciones que [358] existen entre el sujeto y el objeto, he aquí lo que se propuso Locke al comenzar su Ensayo, si bien después se olvida con frecuencia de este propósito, y si bien la solución que da al problema es muy incompleta y no corresponde en modo alguno a la importancia que entraña el problema crítico.

Sin embargo, incompleta y todo, la solución de Locke al problema crítico lleva en su seno el idealismo de Berkeley y también el escepticismo de Hume; puesto que, según veremos después, el idealismo del primero y el escepticismo del segundo representan evoluciones y transformaciones naturales de la teoría ideológica de Locke acerca de la substancia y de las cualidades primeras y segundas, en unión con los puntos de vista escépticos que contiene su doctrina.

En resumen: dos son los caracteres o aspectos fundamentales de la doctrina de Locke: el aspecto sensualista, y el aspecto crítico-ideológico. En su aspecto sensualista, representa una evolución complementaria del empirismo baconiano, y es la premisa histórica y natural de las teorías sensualistas y materialistas del siglo pasado y presente, en todas sus fases y matices, desde el sensualismo rígido de Condillac y el positivismo moderado de Comte, hasta el evolucionismo darwinista y el materialismo brutal de Büchner. En su aspecto crítico-ideológico, la doctrina de Locke es el antecedente racional, y entraña el fondo del criticismo kantiano por una parte, mientras que por otro lado gravita con todo su peso hacia el idealismo de Berkeley y el escepticismo de Hume.

La lectura de sus escritos, y con especialidad la de su Ensayo sobre el entendimiento humano, revela que [359] Locke no era un genio filosófico, ni siquiera un talento de primer orden o de gran penetración. Su fama como filósofo, especialmente durante el siglo pasado, débese a sus tendencias crítico-escépticas, pero más todavía a su ideología sensualista, que tan bien se adaptaba a las ideas anticristianas, deístas y materialistas de Voltaire, de Rousseau y de los filósofos de la Enciclopedia. Porque aparte de sus doctrinas propiamente filosóficas, ya dejamos apuntado que sus teorías político-sociales coinciden con las de Rousseau, especialmente en materia de educación y de origen de la sociedad, como coinciden también con las de Voltaire, cuyo deísmo tiene muchos puntos de contacto con la doctrina expuesta por Locke en su Cristianismo razonable.

El patriarca de la incredulidad moderna y de la Revolución francesa tenía sobrada razón cuando decía que Locke había sido y era su maestro, y cuando se gloriaba de haber dado a conocer su doctrina a la Francia; porque indudablemente fue Voltaire uno de los discípulos más genuinos y más completos de las ideas y tendencias lockianas en el orden filosófico, en el político-social y en el religioso.

Para concluir, diremos que Locke, no solamente no era un genio filosófico, según dejamos apuntado, sino que pertenece a aquella clase de escritores que se mueven siempre con indecisión; que avanzan y se retiran alternativamente, al resolver un problema; que no aciertan a precisar ni comunicar luz fija a sus ideas;{1} que [360] no se atreven a discutir y que no saben profundizar las grandes cuestiones. En este concepto es admisible el calificativo dado por Leibnitz a la Filosofía de Locke, cuando la llamaba paupertina Philosophia.

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{1} En este punto tenemos en nuestro favor la opinión no despreciable de Taine, quien, al tratar de Locke en su Histoire de la Litterature anglaise, escribe, entre otras cosas, lo siguiente: «Locke tí¢tonne, hesite, n'a guère que des conjectures, des doutes, des commencements d'opinion, que tour à tour il avance et retire, sans en voir les suites lointaines, et surtout sans rien pousser à bout.» Lib. III, cap. III.