Sobre Graciano Antuña y Teodomiro Menéndez/ 14 octubre 1981/ José Ignacio Gracia Noriega (original) (raw)

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Ignacio Gracia Noriega

Un socialista veterano me ha reprendido cariñosamente por el artículo que sobre José Mata Castro he publicado en La Nueva España (6-10-81). Me reprocha que mencione a Teodomiro Menéndez y que olvide a Graciano Antuña. El olvido de Graciano Antuña no es culpa mía, sino de la propia estructura del artículo, en el que yo hablaba de socialistas que sobrevivieron a la dictadura de Franco, como Teodomiro, como Andrés Saborit, como José Barreiro, y a quienes el PSOE de Asturias prestó muy poca atención, aun cuando Saborit haya. escrito un libro: Asturias y sus hombres», que reúne numerosos datos sobre el socialismo asturiano, y Barreiro haya sido el alma del PSOE y la UGT en el exilio francés; con motivo de su muerte, en 1976 o 1976, un grupo de asturianos fletaron un autobús para asistir a su entierro en Francia. Y ahí se acabó Barreiro.

Trabajador infatigable y notable organizador, Barreiro y el comandante Mata fueron los mantenedores del Partido Socialista asturiano en el exterior, del mismo modo que dentro lo fueron Pepe Llanos, Emilio Llaneza, Emilio Barbón, Paulino García, Leonardo Velasco, Marcelo y Cayo García, Jesús Zapico y pocos más. El charanguero socialismo español actual, acaso por haberse improvisado sobre la marcha, y con más voluntarismo que sensatez, carece de memoria; por ello, no es raro que no se recuerde a Graciano Antuña: tampoco se recuerda a Eduardo Varela o a Manuel Vigil.

Graciano Antuña ocupó la vicesecretaría segunda del Sindicato Minero Asturiano y fue concejal en San Martín del Rey Aurelio; miembro del comité revolucionario en octubre de 1934, sería elegido diputado en las elecciones que dieron el triunfo al frente popular, en febrero de 1936: Nadie, es cierto, se ha acordado de Graciano Antuña en las filas del PSOE, como tampoco se acordaron de recopilar la extensa obra literaria de Manuel Llaneza, en tanto que las personas designadas por ese partido para cuestiones relativas a la cultura se ocupan de, cartularios, genealogías, piedras y prados. Purificación Tomás me confesó un día que la política cultural del PSOE le resultaba ajena y le parecía elitista. Bueno, elitista tampoco. Es una política cultural aldeana, porque se puso en manos de aldeanos }muy incompetentes pero que se creen técnicos.

El viejo socialista al que me refiero al comienzo de este artículo alegaba como un mérito incontestable de Graciano Antuña que hubiera sido fusilado. No creo que ser fusilado sea mérito de quien lo padece, a no ser que se tenga un concepto del sacrificio personal que linda con el cristianismo; Graciano Antuña fue fusilado porque estaba en Oviedo al producirse el levantamiento de Aranda; de haber estado en San Martín del Rey Aurelio aquellos días de julio, no le hubiera pasado nada, del mismo modo que Federico García Lorca no hubiera muerto de haberse quedado en Madrid por aquellas fechas. Graciano Antuña estaba de pensión en casa de Angelín Fierro y allá fueron a buscarle; le condujeron al Gobierno Militar y cuando por la noche fueron a llevarle la cena (una hermana de Charo, la del Niza, que trabajaba en casa Fierro), un policía le dijo que no pasara, porque ya le habían matado. La «Gran Enciclopedia Asturiana» publica en el tomo primero un breve artículo dedicado a Gracián Antuña, con la firma de David Ruiz, en el que ambiguamente se dice que el diputado socialista murió en el curse de la guerra civil de 1936-39. Pudo haber muerto de pleuresía o en combate, mas murió, sin embargo, asesinado, en julio de 1936. Se comprenden las cautelas del profesor Ruiz al hablar de la muerte de Antuña, dado que en la época en que se publicó el primer tomo de la «Gran Enciclopedia Asturiana» no estaba el horno para hablar de fusilamientos. No obstante, se está publicando el apéndice de la misma y el PSOE cuenta en su elenco con jovencitos sabios que encima cobran y que no se han preocupado de aclarar (en el fascículo 217, al que correspondería la entrada «Antuña») la forma en que murió este diputado.

Respecto a Teodomiro Menéndez, no se le perdona que hubiera delatado que Ramón González Peña se refugiaba era Ablafía después de los luctuosos e insensatos sucesos, pseudorrevolucionarios de octubre de 1934. La explicación más verosímil de esta debilidad es que Teodomiro contaba, al hacer su declaración sobre González Peña, que éste se hallaba a salvo fuera de Asturias. No es ninguna novedad en la práctica revolucionarle que quienes han caldo carguen las culpas sobre los que aún están fuera, suponiendo que han alcanzado la salvación. En cualquier caso, Teodomiro Menéndez no era de los que pensaron que se puede hacer la revolución por la fuerza de las armas, y si colaboró (más la cinta del sombrero que él) en la insurrección de Octubre de 1934 fue más por disciplina de manta socialista que por convicción. Tres insurrecciones armadas hubo contra la República: la sanjurjada, la revolución o como se la quiera llamar (pues una revolución que fracasó como ésta es todo lo contrario de una revolución) de 1934, y el levantamiento del Ejército de África del 17 de julio de 1936. Ni la reacción ni la izquierda irredenta querían aquella República progresiva y burguesa, eso está claro. Entre todos la mataron y ella sola se murió. Teodomiro Menéndez, al contrario que muchos redentores de las masas ahítos de demagogia, era sinceramente republicano, y sinceramente socialista. Desde luego, el partido le hizo el vacío, un vacío ruin e injustificado. Al final de sus días no se reconocía en el PSOE. resucitado con cataplasmas y jalea real por don Felipe González, don Alfonso Guerra, doña Carmen G. Bloise; sin embargo, no se hubieran excedido los socialistas asturianos haciéndole un pequeño homenaje en vida. Pues cuando los «viejos socialistas» se hallaban de vacaciones, en la época más negra de la dictadura, cuando eran muy pocos los que se decidían a trabajar en la clandestinidad, Teodomiro Menéndez, el socialdemócrata, el prietista, el causante de la detención de González Peña (hecho que con gallardía intentó lavar arrojándose desde la tercera galería al patio de la cárcel), continuó trabajando para su partido. Así lo reconoce el comandante Mata en una carta que me envió el 29 de enero de 1980: «Los contactos con las Embajadas (principalmente con la de Inglaterra) los hacíamos a través del compañero Teodomiro Menéndez». A su entierro, cuando falleció casi centenario, acudió una breve delegación asturiana «para salvar el honor», en la que se hallaba un viejo socialista de los de verdad, Emilio Llaneza Prieto.

La Nueva España · 14 octubre 1981