De filosofía, literatura y música / 27 enero 2012 (original) (raw)

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Ignacio Gracia Noriega

Vidal Peña cumple el mandamiento de ser claro y dominar la lengua

Vidal Peña, que no porque haya publicado poco escribió poco ni lo hace mal en un sentido literario (su prosa, muy cuidada, es excelente; y llegó hasta a escribir un par de cuentos o tres, en los tiempos que ya empiezan a resultar lejanos de la juventud), se decide a reunir, al fin, una selección de sus escritos, dispersos muchos de ellos en revistas de difícil consulta y otras publicaciones como programas de ópera, etcétera, en un nutrido volumen de KRK de más de ochocientas páginas; «por culpa de David Alvargonzález», según él se disculpa, pues, como hombre discreto, rechaza las vanidades, las más de las veces tan fatigosas, del filósofo mundano y del maniaco de la publicación. Publicó, repetimos, poco, pero todo lo que conserva y juzga que merece ser conservado es bueno, de calidad tanto conceptual como por su clara prosa. Hay quien dice que no entiende a Vidal, al Vidal oral, porque habla bajo y para sí: pero cuando escribe no incumple el mandamiento primordial del filósofo: ser claro y dominar la lengua, precisando el significado de las palabras. Lo de los «filósofos oscuros» no pasa de ser un contrasentido no menos absurdo que elogiar como exquisitos a los gusanos del queso. Decía Montaigne que quien escribe bien, piensa bien: es natural, porque tiene las ideas claras, que es lo menos que se le puede pedir a un filósofo.

«La razón siempre a salvo», título de esta recopilación, tomado del «Parménides», 135 bc, constituye un libro a la vez antológico y misceláneo; antológico, porque implica una selección de los mejores textos, aunque hayan quedado afuera algunos muy significativos, como la respuesta al falso dilema entre «Filosofía y poesía», publicado en la revista «Estaciones», en 1981, o su lección magistral, en este caso verdaderamente magistral, con motivo de su reciente jubilación como catedrático de la Universidad de Oviedo; y misceláneo porque sus diversos apartados revelan la variada actividad y curiosidad del filósofo, que aquí se concreta bajo los siguientes rótulos que resumen su personalidad intelectual: Espinoza, Historia de la Filosofía, Polémica filosófica, Literatura y Filosofía, Música y Filosofía y Ópera (también escribió sobre otros asuntos, como hockey sobre patines, que cabrían en una selección más amplia). No es preciso insistir en que Vidal Peña es el espinozista más destacado de nuestra lengua. Menos divulgada en su indesmayable afición a la ópera, de sobra conocida por sus amigos. La ópera representa mucho para Vidal: de una parte es la música como espectáculo y de otra una expresión más de su ovetensismo radical y de buena ley. Y entre las magias de «La flauta mágica» y su aguda lectura de «Bouvard y Pechuchet», la antología preserva uno de sus textos más hermosos, sobre la metafísica de la «Ode on a Grecian Urn», de Keats.

Sócrates intentó definir lo Bello, lo Justo, el Bien y «todas las ideas, una por una». Vidal nunca quiso abarcarlo todo. Se quedó con algunas y encontró lo Bello, como la música o el aire.

La Nueva España · 27 enero 2012