El cine lírico de Julio de la Fuente (original) (raw)
Ignacio Gracia Noriega
Ante el premio al cineasta asturiano en el Festival de la India
Desde la lejana India nos llega la noticia de que un cortometraje de Julio de la Fuente ha sido premiado en el Festival Internacional de Tamil Nadu. Como yo tengo a Julio de la Fuente casi a tiro de piedra de mi casa, en Llames de Parres (a cuya subida se encuentra una de las más hermosas iglesias románicas de Asturias, que se ve desde la carretera general a Arriondas, y sin embargo desconocida), me alegro muy de veras. Julio de la Fuente es un hombre entusiasta por su profesión, buena persona, con una gran virtud totalmente insólita en un director de cine: la modestia. En el bar de la mujer de Julio (en cuya parte de atrás hay un teatro al que sólo faltan los actores representando), fotografías de gente del cine cuelgan de las paredes. En una aparece Julio, de gala, al lado de Gonzalo Suárez. Por fortuna, la pedantería y la pretenciosidad no son contagiosas, porque el inventor de «Ditirambo» (¿dónde han quedado aquellas polvorientas novedades de hace medio siglo?) no le ha pegado al bueno de Julio ninguno de sus vicios artísticos.
Julio de la Fuente es un director de vocación tardía. Conozco suyos cuatro cortometrajes: «Crónicas de una voluntad», «Almas perdidas», «Cielo rojo al amanecer», «Septiembre», que ha sido el premiado. Cuatro películas rodadas todas ellas en Asturias, en los que, encarando asuntos de cierta potencia argumental (la superación de una mujer que llega a ser una personalidad en el campo de la investigación médica en «Crónica de una voluntad»; un tema tan «fuerte» como lo es la homosexualidad en «Almas perdidas», tratado con discreción; o las víctimas de los matrimonios rotos es «Septiembre»), no es sin embargo De la Fuente un director tan realista como lírico. No importa tanto el gran tema como las miradas de los personajes (y en este aspecto la mirada de la niña Carlota García cuando contempla a su abuelo por última vez desde el coche en septiembre es tal vez el momento más elevado de su cine) y la vida que late en ellos. Es un cine de «tema» (que es lo más flojo del cineasta), pero sobre todo de vibraciones humanas. Debido a ello, estamos ante un excelente director de actores, que busca y encuentra lo que el actor puede dar de sí interiorizando el personaje: y sabe también integrar al personaje en el escenario, trátese de Cangas del Narcea, Cudillero (donde he visto a mí guapa amiga Nelly Mariño) o el mercado de Grado, o bien los numerosos y maravillosos paisajes que Asturias le ofrece. Asimismo es un buen técnico que domina el arte mecánico de hacer cine, imprescindible en un director en sus circunstancias, que de momento está obligado a trabajar con reducidos medios, aunque esto sea muy instructivo, pues le permite valorar cada encuadre, cada movimiento de los intérpretes, cada euro del presupuesto. A pesar de cierta tendencia a la verborrea en algunos momentos, su cine es austero. Acaso haya muy pocos en España capaces de narrar cosas sencillas con sencillez.
La Nueva España · 24 marzo 2012