Los «sidros» y las «comedias» (original) (raw)
Ignacio Gracia Noriega
El origen de las «mascaradas de invierno», centro de una polémica histórica entre Fausto Vigil y Juan Uría
Se identifica a los «sidros» con el Carnaval, aunque su ciclo es más amplio, en la medida en que, al igual que los «zamarrones» de Lena, los «zaparrastros» de Aller, los «bardancos» de Caso y el «guirria» de Ponga, son «mascaradas de invierno» que se extienden, en el calendario festivo, desde la navidad (una de las posibles etimologías de «guirria», según Fausto Vigil, es la palabra vasca «oguerria», con significado de «Navidad»), hasta la Semana Santa, donde un extraño episodio de la Pasión ofrece aspectos carnavalescos y es posible que tenga el mismo origen y sentido que el del Carnaval posterior. Marcos relata en su Evangelio (15,16:20) que los soldados (romanos) condujeron a Jesús al pretorio y allí «le vistieron de púrpura y poniéndole una corona de espinas le saludaban: ¡Salve, rey de los judíos!». El aspecto de la broma es folclórico, pero no procede del adusto folclore judío, sino del romano. Wedland, y posteriormente Gaignebet, rastrean este escarnio en las «Saturnalia», que son «el primer molde», según Caro Baroja, de las fiestas invernales cuya representación sobreviviente es el Carnaval. De hecho, no son judíos, sino romanos, quienes coronan a Jesús. Por otra parte, hay en esa coronación un paralelismo inquietantes, ya que no sólo se trata de una simulación del «rey de las Saturnales», cuya figura, con más o menos variaciones cómicas, se ha mantenido hasta el presente (el «Obispillo», el «Rey de la Faba», etcétera), sino que Tácito refiere en los «Anales», XIII, 15) la coronación de un rey, en este caso emperador, de verdad: «Fue el caso que en los días de la fiesta de Saturno, entre otros juegos en los que se recreaban los de aquella edad, sacando por suerte el oficio de rey y tocándole Nerón a Nerón, mandó a los otros diversas cosas capaces de poder ser hacer sin vergüenza».
Otro aspecto de los carnavales vinculado a las iglesias es el de las representaciones teatrales, en el sentido que afirma Gaignebet: «La liturgia y la dramaturgia están tan próximas que a menudo difícilmente se distinguen». En efecto, el teatro medieval nace en el siglo IX como un episodio de la tendencia dramática de la liturgia, derivando en dos direcciones: la profana, que se representaba en el atrio, y la religiosa, en el interior del tiempo, de la que todavía se conservan algunas muestras antiquísimas, como la representación del nacimiento, el Sermón de las Siete Palabras, el Descendimiento de la Cruz, etcétera. FaustoVigil, en el célebre artículo sobre «los sidros de Siero», publicado en el Boletín del Centro de Estudios Asturianos, julio-septiembre de 1924, que dio origen a la polémica con Juan Uría Ríu, supone que los sidros son supervivencia del antiguo teatro religiosa y de los autos sacramentales, lo que fue categóricamente desmentido por Uría, quien afirma, en el artículo «sobre el origen de sidros, zamarrones, etcétera», que «las raíces de esa costumbre penetran más allá de la Edad Media, llevándonos muy lejos en el tiempo, hasta la época prehistórica» y añade, citando un artículo de Juan Menéndez Pidal sobre los «zamarrones» de Lena, que «esta singular costumbre corresponde con exactitud a la fiesta del ciervo que aún se celebró a mediados del siglo pasado en el mediodía de Francia y es casi una derivación del culto a la Luna, simbolizada por el ciervo». En cualquier caso, Vigil no niega que tales festejos fueran de ascendencia pagana. Comentando la polémica, Caro Baroja resuelve que Uría tenía mejor formación etnográfica pero que Vigil aportaba noticias de primera mano.
Entre estas noticias está una descripción muy detallada de la indumentaria de los «sidros», señalando que «era en Valdesoto, de este concejo de Siero, a donde el día de Reyes acudían todas o casi todas las compañías de ‘sidros’, con preferencia al antiguo solar de Carreño, en el que actualmente habita el señor marqués viudo de Canillejas, a representar sus respectivas comedias». De lo que parece deducirse que eran los propios «sidros» quienes representaban las «comedias», lo que no es exacto, ya que como escriben Iglesias Cuesta y Ricardo Hevia en el prólogo a la edición de «Comedias de Sidros» de José Noval «Siero», «los‘sidros’ suelen ser dos y van delante, saludando a las mozas, dando grandes saltos y anunciando con sus cencerros o esquilones la proximidad de la ‘comedia’. Una vez que el público acude a presenciar la ‘comedia’, los‘sidros’ velan por el orden en el corro y, posteriormente, recogen el dinero que les dan y realizan concurso de saltos». Es decir, los sidros son los animadores del festejo y, al hacerse cargo del dinero entregado por los asistentes para asistir a la representación ejercen la función de «aguinalderos». Su papel recuerda al del «guirria» de Beleño, con la diferencia de que éste no es «aguinaldero», sino que sale a la vez que los aguinalderos, aunque uno y otro suelen transitar por diferentes caminos, habida cuenta de que en Beleño hay dos calles paralelas.
Los «sidros», por su parte, acompañan a los comediantes sin intervenir en la comedia. Tanto el «guirria» como los «sidros» van disfrazados, siendo notable el enmascaramiento, que en los «sidros» consiste en un cucurucho cubierto por pieles de oveja blanca rematado por un rabo de zorro y cubren la cara con un paño rojo con aberturas para los ojos, boca y nariz. Tanto el «guirria» como los «sidros», dado que una de sus funciones es saltar, llevan largas pértigas de avellano y hacen sonar cencerros.
«¿Cuándo se juntan ‘sidros’ y ‘comedia’?», se preguntan Iglesias Cueva y Vicente Hevia. Y llegan a la conclusión de que no están en condiciones de contestarlo, aunque «lo que sí podemos afirmar es que, en tiempos modernos, ‘sidros’ y ‘comedias’ aparecen juntos como mascaradas de invierno». La antigüedad de estas mascaradas es incalculable. Dumézil se remonta a las bandas de jóvenes demoníacos que a finales de año se reunían disfrazados de caballos, y secundariamente de ciervos y osos. Una línea de esa oscura tradición se prolonga hasta nuestros días: tanto los aguinalderos, como los «sidros», como el «guirria», son jóvenes solteros (en el caso de los aguinalderos incluso son niños) que se integran en cofradías de hombres a las que está vedada la entrada a mujeres, en recuerdo de la preservación de antiguos ritos iniciáticos. La explicación de las comedias parece menos problemática. Son unas formas de teatro rural muy primario, en el que intervienen una serie de personajes fijos, de estirpe carnavalesca: dos viejos, dos damas, dos o cuatro galanes, los tontos también llamados «casinos», el ciego y su criado y el diablo.
En una de las comedias de Noval de 1895, titulada «La insurrección de Cuba», aparecen personajes históricos, como el cubano Maceo (aquí llamado «Macedo») y el general Martínez Campos. Están escritas en versos octosílabos en lengua española con algunas incrustaciones bables («suaña», «facer»,oyíos», «vieja») y tanto la trama como el movimiento escénico son muy elementales. Los argumentos son cuestiones de actualidad; no proceden del folclore, sino de los periódicos: las guerras carlistas y de Cuba, el socialismo, el divorcio, los inconvenientes de la emigración a América, etcétera. Su autor más destacado, José Noval, más conocido por «Siero», era natural de Castiello, en Valdesoto (1856-1937): hombre de ingenio y curandero de personas y ganados, se hacía propaganda en sus obras («vete a consultar con Siero», «pero eso cúrame Siero», etcétera). Vivió siempre enCastiello, dedicado a las labores del campo. Era pariente del cabo Noval, muerto en la guerra de África, y sus descendientes mantuvieron la tradición, según Enrique Medina, tanto por la vía de las «comedias» como del curanderismo.
La Nueva España · 8 marzo 2014