La prensa socialista (original) (raw)
Ignacio Gracia Noriega
En 1976 tuvo lugar el episodio seguramente más pintoresco de la discontinua trayectoria de las publicaciones en esta época: la aparición de un «Avance» propiciado por el PSP
Sobre la prensa socialista en Asturias he dado algunas noticias dispersas en anteriores artículos de esta serie. Sobre este aspecto de la oposición antifranquista existen dos libros muy notables, el completísimo «La prensa clandestina en Asturias», de Gabriel Santullano, compuesto con la precisión, el rigor y el conocimiento que son habituales en su autor (capaz de demorarse una semana a la busca de un dato en apariencia insignificante, de parecida manera a Flaubert, que podía estar dos o tres días buscando el adjetivo preciso) y «La prensa sindical y política asturiana en la transición» (1975-1982)», de Carlos Gordon, publicado por la Fundación Juan Muñiz Zapico y KRK. No obstante, el material es muy extenso y en ocasiones poco conocido, totalmente desconocido o inencontrable. Por ejemplo, los panfletos que componía Jesús Zapico en su piso de la calle Fernando Vela de Oviedo con una vieja máquina de escribir y papel carbón. Metía cinco o seis folios en la máquina y se ponía a largar contra el régimen y en favor del socialismo y de la libertad cuanto se le antojaba. Naturalmente, los dos o tres últimos folios resultaban ilegibles, y el último ilegible del todo. Luego Jesús cosía las copias con una grapa y las distribuía o las dejaba en los mostradores de los bares, sin que le importara poco ni mucho la vecindad del cuartel de la Guardia Civil.
¿Cuántos panfletos de cuatro o cinco folios habrá escrito Jesús Zapico en los años a caballo entre los estertores del viejo régimen y los vagidos del nuevo? Ni él se acuerda. En aquellos panfletos, por llamarlos de algún modo, no sólo había doctrina, sino noticias de cómo iban las cosas, de manera especial por la cuenca del Nalón, por lo que, aunque de manera muy primaria, podemos considerarlos como unos sustitutos de la prensa libre. Así se estuvo expresando Zapico hasta que la política fue a buscarle a su casa; él se encerró y encastilló dentro de ella amenazando con prender fuego a los colchones y exigiendo como condición indispensable para entregarse que fuera a buscarle el juez en persona. Cuando al fin el juez estuvo a la puerta de su casa, Zapico le dijo, entregándole la máquina de escribir:
–Ya que se trata del cuerpo del delito, la máquina debe custodiarla el señor juez.
Y sin más trámites, salió Zapico en dirección a la Comisaría, escoltado por dos policías vestidos de paisano y el juez detrás, llevando la máquina de escribir.
Sobre la prensa clandestina debiera escribir el artículo definitivo, porque será «científico», mi querido y viejo amigo Girón Garrote; aunque de lo que verdaderamente sabe Girón es de lo que nosotros llamábamos el «Avance del PSP», asunto en el que no sale muy bien parado.
A comienzos del otoño de 1976 empezaron a llegar a Asturias sin disimulos diferentes personalidades socialistas que regresaban del exilio, bien para quedarse, bien en simples viajes de observación. Tengo anotado que el 30 de septiembre de 1976 cenamos en la «pizzeria» de la plaza de Riego el poderoso letrado José María Fernández y don Agustín Tomé con Avelino Cadavieco, que traía como invitados a Puri Tomás, la hija de Belarmino Tomás, y a Rafael Fernández, que en aquella ocasión se mostró silencioso, casi tímido. Pocos días después, el veterano político sustituía a Suso Sanjurjo, que marchaba a hacer la «mili», como secretario político del comité regional del PSOE (entonces no se decía Federación Socialista ni cosas por el estilo), con motivo de lo cual se dio una cena en el Niza el 3 de octubre que ya he referido, y cuyo menú se componía de sopa de pescado, carne asada con puré de patatas y helado.
Con esto se daba un paso más, y muy importante, en la normalización del PSOE, pero al día siguiente, 4 de octubre, lunes, el terrorismo volvía a ponernos en vilo. Ese día, a las dos y media de la tarde, fue ametrallado en San Sebastián el presidente de la Diputación de Guipúzcoa y consejero del Reino, Araluce Villar, que murió en el acto, lo mismo que los dos policías de escolta. El personaje era de tanto peso político (entonces el Consejo de Estado tenía mucho más prestigio que ahora, que se reduce a una institución más bien folclórica, a juzgar por algunos de sus miembros), que aquella misma tarde se reunió el Consejo de Ministros con carácter extraordinario. Por la noche se anunció la muerte del chófer. Al día siguiente, el Gobierno hizo público un comunicado en el que afirmaba haber encajado el golpe «con serenidad».
Coincidiendo con estas jornadas dramáticas tuvo lugar el episodio seguramente más pintoresco de la discontinua trayectoria de la prensa socialista en esta época: la aparición de un «Avance» propiciado por el PSP, escrito a medias en castellano y a medias en esa jerga que por entonces se llamaba «bable unificado» y de la que los secuaces del Viejo Profesor se mostraban entusiastas o al menos defensores por aquello del «hecho diferencial», en tanto que en el partido socialista obrero en general se seguía la razonable recomendación de Emilio Barbón de no hacer pasquines en esa «llingua» porque costaría mayor trabajo redactarlos y llegarían a mucho menos público. La última página de aquel «Avance» estaba ocupada por un artículo del veterano socialista exiliado Alberto Fernández, en la que pedía la unidad de los socialistas.
Este «Avance» procedía del que Alberto Fernández, socialista de la tendencia de Negrín y muy próximo a Julio Álvarez del Vayo, mantenía en París. Alberto Fernández era el propietario de esa cabecera, según parece, aunque en Asturias también se tiraban «Avance» y «Adelante», órgano de UGT, que tenían como redacción improvisada la cabaña de Adenso, en Peñamayor; muy cerca del terrorífico Pozo Funeres. Allí se almacenaban los periódicos hasta su distribución por el Valle. Paulino García se encargaba de la confección de «Avance», desde escribirlo en casi su totalidad hasta multicopiarlo y graparlo, mientras que la continuidad de «Adelante» corría a cargo de Emilio Barbón.
Con motivo de la aparición del «Avance» del PSP, Vigil, Manuel Mondelo y yo fuimos a las redacciones de «La Voz de Asturias» y La Nueva España para mostrar los números de «Avance» que el PSOE llevaba tirados, propiedad de Mondelo.
El día 6 de octubre estaba yo en el restaurante Niza con Ludi García Arias y Marcelo García cuando entró Girón Garrote acompañado de un señor de unos sesenta y tantos años, con muy buena planta, vestido de gris y el pelo peinado hacia atrás. Se apresuró a presentárnoslo como Alberto Fernández, el legendario «Eliseo», que había sido uno de los primeros luchadores de la resistencia francesa contra los nazis, asunto sobre el que escribió un libro muy informativo e importante, «Españoles en la Resistencia», aunque de prosa tosca. Era hermano de José M.ª Fernández Pajares, buen amigo mío, que me había dado clases de Semántica en la Universidad, y autor de una obra teatral sobre Blancanieves y el príncipe, que se estrenó en el teatro Benavente de mi pueblo y en la que yo, siendo un niño de 9 o 10 años, intervine por única vez en mi vida como actor, interpretando a un trovador junto con Julio Gavito, yo como extra sin frase y Julio con frase, ya que decía al príncipe: «Señor, aquí estamos los trovadores».
Yo tenía ganas de conocer a Alberto Fernández, porque la Resistencia francesa, por influencia de Paco Fierro, me interesaba mucho: unos hombres en las montañas y en los matorrales (de ahí viene el nombre de «maquis»: monte bajo) daban jaque a un ejército, y ahora lo tenía en mi presencia y en persona. Se conoce que Girón Garrote pretendía mostrarle el santuario del socialismo en Oviedo, y ahí se pasó, porque aunque Girón y Masip, que también había participado en la maniobra, tenían muy callada su presencia en Asturias, Ludi, Marcelo y yo nos quedamos a comer con ellos.
Seguro que en aquel momento Girón hubiera preferido que la tierra le tragara. Ludi hablando rápidamente y Marcelo con la cachaza que le caracterizaba, le explicaron a Alberto que ni el PSP ni la DSA querían integrarse en el PSOE por considerarlo partido centralista y a causa de la «o» de obrero. Se conoce que estas cosas no se las había explicado Girón Garrote, seguramente por considerarlas poco «científicas».
De manera que le decía Ludi, pidiendo la unidad de los socialistas desde un periódico que no tenía que ver con el PSOE, no se contribuía ni mucho menos a la unidad de los socialistas que él predicaba y deseaba. El veterano periodista escuchaba con atención y comía con apetito. Nos contó también que había tenido un accidente cardiaco del que estaba recuperado y se sentía muy bien. Al final nos confesó que había aprendido más en aquella comida que en todos los días que llevaba de estancia en Asturias.
La Nueva España · 16 marzo 2010