El RIDEA, historia de una apropiación (original) (raw)
Ignacio Gracia Noriega
Con la llegada de la democracia, la dirección del Real Instituto de Estudios Asturianos comenzó a ser electiva
Durante los primeros tiempos de la transición se intentó presentar al Instituto de Estudios Asturianos o IDEA como una cueva de cavernícolas y reducto de la «cultura franquista». No me opongo a la primera consideración, pero sí a la segunda por la sencilla razón de que no hubo jamás cultura franquista, como tampoco hay «cultura socialista», del mismo modo que hay cultura cristiana o cultura renacentista, porque los regímenes políticos no dan para tanto. Bien es verdad que el socialismo siempre sintió mayor curiosidad hacia la cultura que el franquismo, pero esa curiosidad no pasó nunca de la pretensión de utilizarla como publicidad. Sentada la base de que el socialismo es «científico», no se puede anunciar de la misma manera que un detergente, pero sí utilizando los mismos procedimientos. La diferencia entre una señora guapa anunciando unas medias de seda y Pablo Neruda escribiendo la oda a Stalin se quiere presentar como una cuestión de calidad, pero digo yo que por qué ha de tener más calidad un verso de Neruda que unas medias de seda.
Las diferencias de calidad entre un publicitario y otro sólo pueden establecerse cuando ambos publicitarios manipulan el mismo material. Está fuera de dudas que Pablo Neruda es mejor poeta que José María Pemán. Pero, ¿son moralmente superiores los versos de Neruda en favor del stalinismo a «El ángel y la bestia» de Pemán? En mi opinión, si rechazamos unos versos, hemos de rechazar también los otros. O sea, ni unos ni otros.
De otra parte, se mantiene desde tiempo inmemorial un principio que es clamorosamente falso. Ni todo el franquismo fue fascista ni todo el socialismo es demócrata. Me estoy refiriendo, claro es, a la democracia parlamentaria, que ellos llaman «formal» o «burguesa», porque democracias del tipo de las «populares» ya hemos visto a qué conducen: a regímenes mucho peores que el franquismo, porque del franquismo se salió con los supermercados llenos y del «socialismo real», los que tuvieron la suerte de salir, lo hicieron a dos velas. Y lo que sí es incuestionable es que el franquismo no miraba hacia el mundo de la cultura salvo cuando alguno de sus miembros manifestaba su oposición al régimen: entonces intervenía el Tribunal de Orden Público. Así que un instituto cuyos miembros se dedicaban al estudio del arte parietal paleolítico, los templos de la monarquía asturiana o la fonética bable, bien poco podrían tener de franquistas, al menos en lo que a sus actividades se refiere. Que lo fueran en otros aspectos es otro cantar. Sin duda, la mayoría de sus miembros en 1975 eran personas conservadoras, y algunos no tanto. Otros no lo eran en absoluto, y hasta figuraba entre los miembros correspondientes un cierto historiador monográfico de la revolución asturiana, que por aquellas fechas navegaba bajo bandera stalinista.
Seamos, pues, serios. El IDEA, transformado en RIDEA, o Real Instituto de Estudios Asturianos (que suena un poco a chiste: rid... es el inicio de la palabra «ridículo»), no era ninguna manifestación de la «cultura franquista», como no lo son las pinturas de las cuevas, las piedras talladas, los vetustos reyes o la «llingua llariega», que por entonces, es verdad, todavía no era de extrema izquierda: pero, ¡ojo!, tampoco era franquista, salvo si se la considera franquista por no haber sido reprimida por el franquismo. En pleno régimen del general se publicaron en el boletín del IDEA toda clase de trabajos sobre bable, tal vez porque se consideran inocuos. Durante el «régimen anterior (¡qué confundido estaba!) se prefería la lingüística a la sociología, pongo por caso. Hoy, la lingüística, un conocimiento casi abstracto, se ha convertido en la madre de los nacionalismos separatistas, mientras que a la sociología casi nadie la toma en serio. ¡Vivir para ver!
El RIDEA, antes IDEA, en realidad es una institución muy española de bombos mutuos con barniz más o menos cultural, del tipo de los premios «Príncipe de Asturias», que son un calco de los premios Nobel, o de los «Goya», remedo bastante bochornoso de los «Oscar» de Hollywood. El RIDEA es una especie de Academia para los que no pueden ser académicos de verdad: de no ser por este benemérito y eruditísimo instituto, ¿de dónde hubieran soñado con ser académicos José Luis Pérez de Castro, Gómez Tabanera o Julio Fonseca? El viejo IDEA y el nuevo RIDEA colmaban estas aspiraciones frustradas, y además, como disponían de calefacción, algunos ilustres miembros (ser miembro del Instituto acarrea el tratamiento de «ilustre», aunque ahora, en plena democracia, esas anteposiciones importan poco, salvo cuando les corresponden a los que las criticaban, resignándose a ellas por la dignidad de su cargo) lo frecuentaban para hacer tertulias sin necesidad de encenderla en sus casas y, de paso, despellejaban a todo bicho viviente. Estos «conspicuos miembros», según el más caracterizado y típico de todos ellos, el mencionado Tabanera, eran una rémora, no ya en un real instituto con pretensiones, sino en cualquier casino de provincias.
El IDEA se funda en 1945, siendo presidente de la Diputación provincial Ignacio Chacón: en consecuencia, y a partir de entonces hasta 1978, fueron sus presidentes con carácter nato los presidentes de la Diputación Provincial y sus directores, con carácter igualmente nato, los rectores de la Universidad de Oviedo. Pero como estos ilustrísimos señores tenían ocupaciones más directas, se encargaban del IDEA algunos «conspicuos miembros» con tiempo libre. Durante esta época, lo más destacado del IDEA era la publicación de un boletín, lleno de ciencia vetusta expuesta de manera florida o mostrenca, según los autores, pero en general decimonónica. Para quienes aventuran que el bable estuvo «reprimíu» por el «franquismu» les aconsejo que le echen un vistazo al boletín. Si el RIDEA no publicó más cosas sobre el bable fue, sencillamente, porque no había gente que se ocupara del asunto.
El IDEA (prefiero la vieja denominación) era una institución simpática y entrañable por anacrónica. Pertenecían a ella personalidades eminentes en diferentes campos de la cultura y de la técnica. No todos estaban vinculados a la Universidad, y es extraña la fascinación que grandes profesionales en esa circunstancia sienten hacia los centros de enseñanza superior, los afectaban. En consecuencia, el IDEA, en lugar de ir a su aire, un tanto informal, pretendió ser sucursal de la Universidad, cuyo servicio de publicaciones daba a la imprenta mamotretos ilegibles e impublicables, pero compuestos con «rigor científico». A fin de cuentas, como opina uno de sus directores, Pérez de Castro, los libros no se publican para venderlos ni para leerlos, sino para sacarles la correspondiente ficha y tenerlos alineados en estanterías. ¡Qué grosería leer un libro! Y comprarlo sería mercantilismo puro. ¿Conocen ustedes, amigos lectores, a alguien que haya comprado alguna vez en su vida un boletín del IDEA? Con el tiempo, tal fiebre académica llegó incluso al boletín, y se dejaron de publicar artículos de agradable retórica decimonónica, como los de don Constantino Cabal, sustituidos por trabajos «científicos», es decir, con muchas notas a pie de página. Lo de las notas a pie de página volvía loca de entusiasmo a esta buena gente.
A la llegada de la democracia se determinó que la dirección del IDEA dejara de ser cargo nato para ser electivo. Los designios ciegos de las urnas lo otorgaron en 1978 a alguien que no era entusiasta de la democracia, el formidable y sin par Jesús Evaristo Casariego, reelegido en 1982. Pero cuando el Gobierno regional tuvo la certeza de que había ganado con los votos lo que no había ganado con la dinamita en 1934, decidió torpedear al IDEA (ya por entonces RIDEA) bajo la línea de flotación. En primer lugar, siendo presidente Pedro de Silva y Manuel de la Cera brazo ejecutor, nombraron una secretaria-comisaria política para que los miembros se enteraran de quién mandaba, seguidamente impusieron la jubilación de los miembros numerarios a los 70 años: arbitrariedad nunca vista ni prevista en las reales academias al uso, como la de la Lengua, de la que don Ramón Menéndez Pidal continuaba siendo presidente a punto de cumplir los 100 años. Según se dedujo, este era un pretexto para expulsar del cargo a Casariego. El tonante Hidalgo de la Barcellina era un personaje del antiguo régimen: pero no del de Franco, a quien él, como carlista, no reconocía, sino del «ancien régime» prerrevolucionario. Le sucedió Francisco Tuero Bertrand, un liberal irreprochable, autor de excelentes trabajos históricos y, sin lugar a dudas, el mejor director pasado y futuro de la institución. Los que le sucedieron son de índole inferior. El bibliófilo Pérez de Castro no quería ser director, pero si no le echan por los años, no se va. Como persona de derechas, resultó sumamente útil al Gobierno regional socialista, plegándose a todo lo que le mandaban. Los «compañeros de viaje» sin los papeles democráticos en regla son los mejores, porque no pían. Otro caos era el de Tuero Bertrand, que hasta podría permitirse dar un puñetazo en la mesa, si no fuera persona bien educada.
El actual director, un medievalista discípulo de don Juan Uría, es ya persona plenamente del sistema: según uno de sus colegas, se trata de un conservador como tantos otros, pero que cuando pisa la Universidad, de la que es catedrático, se vuelve por arte de birlibirloque de extrema izquierda.
El proyecto de reforma del RIDEA de 1987 era, según el profesor Santiago Melón, «imparable e implacable». Pero en el RIDEA, los socialistas se comportaron con astucia. En lugar de convertirlo en la Academia de la Llingua llariega, como se insinuó en algún momento, no forzaron la situación, permitieron que los viejos cromagnones se siguieran haciendo la ilusión de que eran académicos y, de manera suave pero segura, fueron introduciendo sus peones.
Hoy, por ejemplo, Juan Luis Rodríguez-Vigil, miembro de número, está encantado de serlo y cuando viene a Oviedo la compañera Carmen Romero lo lleva al palacio del Conde de Toreno y se saca una fotografía con ella a la puerta para que todos comprobemos lo importante que es y lo bien relacionado que está.
La Nueva España · 19 abril 2010