David Stoll | Lingüística y alfabetización (original) (raw)

David Stoll · ¿Pescadores de hombres o fundadores de Imperio? El Instituto Lingüístico de Verano en América Latina

¿Qué es lo que hay detrás de las imponentes bibliografías del Instituto Lingüístico? Han sido calificadas “quizá nuestro más importante instrumento de publicidad para fines académicos y gubernamentales”, y hasta 1975 van catalogando 5.924 títulos{51}. En América Latina, sin embargo, las bibliografías inspiran ahora incredulidad. La reacción contra la influencia del ILV sobre las políticas lingüísticas nacionales ha incluido la ridiculización de su competencia técnica, no necesariamente por parte de aquéllos en posición de juzgar. Aun así, una misión de fe cuya prioridad es la traducción Bíblica ha asumido pesados compromisos en lingüística y alfabetización, sin mencionar otras responsabilidades, a tal ritmo que los estándares de admisión y capacitación han sido mantenidos al mínimo. Las credenciales de universidades han asegurado contratos estatales: la lingüística ha sido utilizada para disimular la implantación de iglesias; y la necesidad de etnolingüistas por parte de países latinoamericanos ha sido la primera línea de defensa para esta misión de fe. Todo se combina para dar un aire de fraude a sus pretensiones.

El monopolio lingüístico del ILV es un descubrimiento reciente, producto de una operación cuya versatilidad, confiabilidad y bajo costo desanimó a los gobiernos, y hasta hace poco a las universidades, de molestarse en quebrarlo. En país tras país, el ILV fue el primer grupo de especialistas descriptivos en idiomas nativos. A través de la educación bilingüe abogó por la legitimidad, aunque no la plena igualdad legal, de estos idiomas cuando pocos lo hacían. Pero mucho del trabajo académico del ILV se mantuvo inaccesible en América Latina hasta que su existencia fue cuestionada públicamente. Las más de las veces, el prometido entrenamiento de lingüistas nacionales no se materializó. Cuando los profesionales nacionales empezaron a surgir, era generalmente sin mucha ayuda del ILV y pronto en expresa oposición a sus planes. Pero la emoción patriótica no significaba que los lingüistas nacionales hubieran adquirido mucha experiencia en idiomas nativos: cuando finalmente apareció el apoyo político a la nacionalización de las funciones del ILV, el país todavía podría carecer de los expertos necesarios. La solución obvia, la cooperación y la largamente prometida transferencia operacional, no era sólo difícil, como es generalmente el caso con proyectos extranjeros: era probablemente imposible debido a los requisitos de una misión de fe y a sus amigos en altas [363] posiciones. Estuvieran los atacantes listos o no para ocupar aquellos bastiones que el ILV estimaba necesarios para su labor, éste planeaba defenderlos hasta que hubiera completado la Gran Comisión de aquel país.

El Instituto Lingüístico deja pues bastante que desear como una organización de transferencia técnica. Tampoco es éste el cuerpo profesional retratado en las relaciones públicas. Pero como misión de fe y brazo de gobierno, ha sido un notable experimentador en el uso de los idiomas nativos para propósitos ulteriores, y lo está haciendo así a una escala inigualada por ninguna otra agencia en Latinoamérica. El potencial para manipular idiomas y conciencias nativas ha sido objeto de mucha aprensión en los círculos académicos. Ahora las organizaciones indígenas han empezado a rechazar la premisa básica de un programa lingüístico para cada nación y pueblo: que los de afuera tienen derecho a usar idiomas para llevar adelante un programa ideológico del que, las más de las veces, los presuntos beneficiarios no sienten ninguna necesidad. “El uso del idioma”, concluyeron los representantes indígenas en la reunión de Barbados de 1977 al repudiar al ILV, “…debe ser gobernado por el mismo pueblo indígena dentro de sus propios cauces de creatividad”{52}. Como admiten los voceros del ILV con creciente regularidad, el mundo ha cambiado bastante desde que ellos enunciaron por primera vez la meta de dos mil lenguas por delante.

Para los primeros Campamentos Wycliffe en la década de los treinta, Guillermo Townsend promocionó su método lingüístico como si fuera un arma mágica. Después de un verano o dos en el Campamento Wycliffe, declaró, el misionero promedio podía traducir todo el Nuevo Testamento y enseñar a grupos grandes a leerlo en diez años{53}. Pero para los estándares actuales de Wycliffe, el Nuevo Testamento Cakchiquel era burdo. No había en la traducción nada de preparación profesional, y Townsend puede haberse dado créditos de lo que fue mayormente el trabajo de sus 'ayudantes' Maya. Uno de ellos, José Chicol, reclama haber rescatado al fundador de un impase y ser el verdadero autor{54}. Tampoco era la traducción tan comprensible para los Cakchiquel como Townsend creía. Después de una [364] revisión por parte de Chicol, un equipo de treinta miembros y hablantes nativos está reemplazándola con seis versiones dialectales.

Ya que el misionero fue glorificado a costa de los intelectuales nativos que hicieron posible su obra, se convirtió en un dogma de fe el que virtualmente cualquier elegido por el Señor podría traducir la Biblia a cualquier idioma sobre la faz de la tierra, sin importar el contacto previo de los hablantes con la civilización occidental, su interés en la religión evangélica y la penetración del idioma dominante. En todos estos sentidos, los Cakchiquel habían sido un caso extraordinariamente favorable. Al reclutar a los miembros según aptitudes de fe mucho más que académicas, Wycliffe adquirió algunos traductores Bíblicos a quienes se les hacía creer que habían sido traídos al mundo con un propósito que resultaba no ser del caso. “No todo el mundo hace un buen lingüista y algunos equipos simplemente no están haciendo un buen trabajo”, me dijo un profesional del ILV. Aunque los estándares académicos para la admisión supuestamente han sido elevados otra vez, el ILV tendrá que vivir con los resultados previos de su rápida expansión por algún tiempo más.

Basándose en la bibliografía de la filial peruana de 1964, Marcel D'Ans calculó que sus investigadores requerían un promedio de catorce años para publicar algo en lingüística{55}. Tampoco en Colombia la producción era impresionante: mientras la filial había publicado veinticinco fonologías para 1976, según Jon Landabaru, había publicado sólo tres gramáticas, lo que sugería que más de un equipo había pasado buena parte de su tiempo en un pantano analítico{56}. Según un miembro del ILV, setenta y cinco a ochenta por ciento del material producido en México antes de la década del setenta podía ser inservible porque el entrenamiento, la capacidad y la técnica habían sido inadecuados.

Ya que la lingüística es para el ILV relaciones públicas –en palabras de Kenneth Pike “ha sido nuestro paraguas, nuestro medio de entrada y de permanencia en áreas” ningún indicio de las limitaciones de ésta misión de fe aparecía en sus presentaciones{57}. Por décadas, sólo a un puñado de traductores se les privó del campo para sacar títulos académicos. De éstos, algunos fueron obligados a irse debido a diferencias teológicas, [365] divorcios y otras afrentas a la sensibilidad fundamentalista. Con todo, bajo la guía de Kenneth Pike, ahora presidente emérito del ILV, los profesionales que se quedaron hicieron del Instituto Lingüístico un nombre respetado en la lingüística norteamericana y europea. Entre los testimonios que Townsend presentó para defender su pretensión no-misionera en el Perú, estaba uno de la Sociedad Lingüística de América{58}. En 1961, Pike sirvió como presidente de ese cuerpo.

La técnica que satisfacía las necesidades del ILV, ha explicado Pike, también sirvió a la profesión lingüística en la metrópolis. A principios de su carrera, Townsend se había tropezado con la lingüística descriptiva de Edward Sapir, un estudio de formas y cómo funcionan juntas como un sistema behaviorista. Prendados de la misma escuela de pensamiento, los lingüistas querían datos de tantos idiomas exóticos como fuera posible. Un instituto lingüístico vagamente religioso se convirtió en su mayor proveedor. Entonces también, en la medida que las escuelas de verano traían grandes cantidades de misioneros a la disciplina, el ILV refinó métodos de enseñanza que otros lingüistas encontraban útiles para sus propios estudiantes. Forzado a manejar los problemas enfrentados por más y más miembros en un círculo creciente de idiomas, y no menos en sofisticar sus esfuerzos para la publicación profesional, Pike amplió su teoría de la lingüística descriptiva para abarcar cualquier idioma ágrafo del mundo, a través de lo que el llamó su teoría tagmémica. Dado que escuadrones de técnicos estaban apoyándose en uno que otro profesional guiado por un famoso constructor de sistemas, una uniformidad tagmémica de método se convirtió en el sello de la organización.

Pero durante los años sesenta, cuando los horizontes del ILV parecían extenderse realmente lejos, la reputación profesional del grupo disminuyó. Con la armazón transformacional-generativa de Noam Chomsky, un enfoque más exigente, el estudio de la cognición y el significado eclipsó a la escuela behaviorista.

Según Pike, el ILV encontraba la nueva moda inadecuada porque presuponía un considerable conocimiento sobre un idioma{59}. Es decir, muchos investigadores del ILV no podrían pasar de los preliminares descriptivos a un nivel más sofisticado. Los avances en la disciplina hicieron al ILV vulnerable en términos de orientación teórica y competencia [366] global. Aunque muchos lingüistas continuaron respetando al grupo como una fuente de datos, y sus profesionales estaban apartándose del sistema de Pike, los rivales podían usar la brecha entre la mística científica del ILV y sus logros reales para cuestionar su supuesta indispensabilidad y su uso de los idiomas nativos.

Uno de estos críticos fue Jon Landabaru, un lingüista francés que trabajaba con las escuelas bilingües del Instituto de Antropología y el USEMI en la Sierra Nevada de Colombia. “La visión [del ILV] de la lengua es hoy considerada por la mayoría de los lingüistas del mundo, como una visión superada”, dijo Landabaru a Alternativa. “Es una visión superada porque es una visión demasiado formalista de la lengua. No tiene en cuenta la interpretación de las categorías gramaticales, no tiene en cuenta la semántica en general (que es el estudio de los significados) y reduce la sintaxis de un idioma a una máquina puramente formal, un sistema de reglas de colocaciones. Pike puede tener una visión algo más compleja, [pero] las publicaciones no presentan otra cosa”.

“De esta institución, un aspecto que es bastante antipático para un científico, es la forma como todos sus exponentes siguen la misma teoría, la misma metodología, las mismas técnicas. Pareciera que en Oklahoma o en otra parte de Estados Unidos, Pike y sus epígonos han llegado a una visión completa de cómo funcionan las lenguas… Por lo menos, prácticamente todas las publicaciones mundiales del ILV siguen las mismas pautas… ¿Le parece atrevido pensar que esta actitud tiene que ver con patrones religiosos?… ¿Por qué no se hacen investigaciones encaminadas a un entendimiento más profundo de la mentalidad indígena? ¿Por qué el modelo subyacente es siempre una visión formal del lenguaje? ¿Por qué no hay trabajos de semántica?… ¿Por qué se ve la lengua como una disposición de formas y no como una conceptualización de la experiencia?

“Para mí la contestación es clara. La teoría del ILV es la que mejor se adapta a su práctica misionera. La situación de [la] misión para el ILV es la siguiente: el indígena tiene la forma, el misionero tiene el contenido. El misionero tiene la verdad, el indígena le presta la forma de expresión. Lo que suele expresar el indígena en esa forma, lo que la lengua revela, lo que piensa el indígena no tiene importancia, es ignorancia y tinieblas. El misionero le dice al indígena: 'Déjanos la forma que nosotros nos ocupamos del contenido”. Es un poco caricaturesco si quiere, [pero] en el fondo es eso”{60}. [367]

Los profesionales del ILV estaban agudamente conscientes de las deficiencias técnicas del grupo, mucho antes de que fueran publicitadas. Aunque algunos miembros siempre se han tomado a sí mismos en serio como lingüistas, tal vez más que como fundadores de iglesias, la exhortación de Pike a la conferencia bienal de 1971 –“nuestro rol lingüístico no es sólo una cobertura, o un subterfugio; no es siquiera sólo un instrumento”– indica contra qué estaban ellos{61}. Él y sus colegas hicieron lo que podían para hacer profesional al ILV, pero las prioridades grupales dictaban estándares bajos. Townsend, por ejemplo, sostuvo que la calidad era menos importante que acabar el trabajo y pasar a nuevos idiomas{62}. Los traductores podrían rechazar la teoría, en razón de que era “inútil”, o negarse a ocuparse de 'defectos' supuestamente sin importancia que podrían arruinar décadas de trabajo{63}. Los miembros que ya estaban pasándola difícil traduciendo la Biblia y enseñando a la gente a leer alegaban que ellos no estaban supuestos a ser académicos; desde su punto de vista, las cartillas cumplirían con las obligaciones oficiales. En una misión de fe, aquellos que reclamaban mayor atención a la erudición y los contratos eran un sector de interés particular.

A diferencia de Townsend, los profesionales apreciaban los increíbles desafíos de producir un Nuevo Testamento inteligible en un idioma desconocido. Y, a diferencia de Townsend, ellos eran los responsables de ver que los técnicos del ILV cumplieran el creciente monto de responsabilidades a las que su visionario fundador los había conducido. Por eso los profesionales lucharon para elevar los estándares de entrenamiento que han contribuido tanto a la regimentación teórica. Un conjunto de presiones obligó a elevar los estándares. Una fue la frustración en las filiales, en la medida en que los traductores se daban cuenta de que estaban en un impase o que profesionales del ILV les decían que su trabajo era malo. El fracaso en producir Nuevos Testamentos se convirtió en una vergüenza entre las misiones de fe: para 1960 Wycliffe había publicado siete. Diez años más tarde la cifra ascendía a veinte{64}. Mucho antes que Marcel D'Ans planteara la pregunta, otros misioneros evangélicos se interrogaban: ¿qué es lo que el Instituto Lingüístico hace realmente? Por último, los profesionales del ILV temían que sus pupilos fueran emboscados por académicos visitantes. En [368] 1971, Pike advirtió a la conferencia bienal acerca de una “situación donde otros lingüistas entran, aseveran que nuestro trabajo no es científico, y nosotros no tendríamos pruebas de que está, de hecho, basado en un adecuado fundamento lingüístico. Cosas de este tipo han sucedido recientemente… Puede haber –y ha habido– una seria amenaza a nuestra capacidad de quedarnos en un país si ellos descubren (a) que no hemos cumplido nuestros contratos en términos lingüísticos, o (b) si ven –incluso sin contrato específico– que no somos un aporte a ellos en el área académica (y si ellos consideran que nuestros esfuerzos de traducción son en el mejor de los casos sin valor y en el peor divisionistas… [Si nos confináramos a la alfabetización], un Ph. D. visitante lo desecharía como no teniendo nada que ver con la investigación, y al Instituto como un fraude, si pretende ser una organización de investigación”{65}.

A fines de los años cincuenta, el ILV formalizó la asesoría en sus 'talleres'. Aquí un miembro más preparado pasa semanas o meses con un círculo de traductores, los informantes a su lado, desmenuzando problemas y elaborando material publicable de la lingüística a las Escrituras. Durante los primeros veinte años del ILV, la tarea del traductor era mejor descrita como una lucha solitaria. Desde entonces, el traductor ha pasado más y más tiempo en la base bajo la dirección de especialistas y coordinadores en lingüística, traducción y, más recientemente, alfabetización. La reglamentación que esto conlleva es sugerida por una circular del Departamento de Estudios Técnicos del ILV-Perú.

“La ortografía para el idioma debe ser aprobada por la Sección Lingüística Técnica y el Comité Ejecutivo antes de que nada más allá de traducciones de prueba sea reproducido. El primer traductor de cada equipo debe haber satisfecho los requisitos básicos de gramática del Comité de Lingüística Técnica, y haber comenzado el trabajo del nivel 5 de la escala de producción para evaluar su pericia lingüística; es decir, debe haber logrado este nivel de fluidez, antes de ser recomendado para la traducción oficial con vistas a publicar.

“Los lingüistas son alentados, sin embargo, a empezar a hacer historias Bíblicas simples (no para publicación) para ayudar a su aprendizaje del idioma y, a sus primeros intentos de comunicar el Evangelio, cuando ya están bien en el nivel tres de la escala de producción. [369]

“Un consultor de traducción debe ser asignado normalmente a estas alturas para dar orientación y ayudar a establecer buenas técnicas desde el principio. Los trabajadores tribales que planean traducir material de cualquier clase deben tener orientación y técnicas para traducir.

“El nivel 3 es también el punto en el que debería comenzar el estudio intensivo de aspectos culturales y la semántica. Tal estudio es, por supuesto, necesario para la comunicación efectiva del mensaje del Evangelio. El consultor de traducción asignado para dar orientación, esperará del lingüista haber recogido información más bien amplia sobre las creencias de la tribu, especialmente en referencia al mundo de los espíritus.”{66}

Kenneth Pike describe varios niveles en la estructura de asesoría: el miembro, no siempre equipado con un título, que está familiarizado con los problemas donde sus colegas necesitan ayuda: el “explorador”, a menudo un 'bombero' itinerante como Pike mismo, quien elabora teoría para resolver nuevos, problemas; y el 'ingeniero”, quien vuelca el nuevo material en ejercicios pedagógicos para las escuelas de verano{67}.

La retroalimentación entre el campo, los consultores y las escuelas de verano mantuvo viva no sólo la reputación académica del ILV, sino la esperanza de que pudiera cumplir sus compromisos con un cuerpo de técnicos en vez de profesionales. Nunca hubo suficientes profesionales, sin embargo: en 1961 mil cien miembros incluían apenas a dieciséis Ph. Ds.{68} Los miembros con grados doctorales o de maestría eran obligados a descuidar sus propias tareas, tal vez a saltar de filial en filial. A veces, era difícil cumplir con los requisitos universitarios para el personal Ph. D. en las escuelas de verano. Cuando el ILV presionaba a las filiales a liberar a más de sus miembros para hacer estudios de post-grado, algunas respondían que ya estaban demasiado atrasadas como para permitir licencias de capacitación, y que los miembros enviados a los post-grados nunca regresaban. Pero aparentemente una creciente proporción de los post-graduados ha regresado, tal vez porque los límites de los permisibles se han ampliado y el ILV [370] conserva la mayor parte bajo sus alas en el Centro Internacional de Lingüística.

La continua escasez de profesionales –en 1973 sesenta y pico Ph. Ds. entre 2.800 miembros y para 1980 tal vez cien entre 4.000– alimentó la campaña para extender la capacitación previa al campo de dos a tres cursos de verano{69}. El ILV también se había hecho más selectivo en reclutar, recicló a miembros más antiguos a través del CIL para entrenamiento adicional, y esperaba dotar a más de los nuevos equipos de traducción con títulos de maestría. Será difícil para una misión de fe no quedar siempre más atrás de las crecientes expectativas profesionales, pero obviamente el ILV está intentándolo: el catálogo de 1980 para las cuatro sesiones en las Universidades de Oklahoma, Dakota del Norte, Washington y Tejas registraba cuarenta y tres cursos por encima del primer nivel.

Aparte de proteger los flancos del Instituto Lingüístico, un mayor entrenamiento está supuesto a mejorar su habilidad para introducir mensajes en las sociedades indígenas e influenciar su comportamiento. Las cartillas y material de lectura del grupo han sido rotundamente condenados por algunos especialistas y hablantes nativos: se dice que el material está lleno de errores, pobremente estructurado, y repleto de contenidos incomprensibles, descorazonantes, culturalmente alienantes y antinacionales. Como en un caso que vamos a ver a continuación evidentemente algunos críticos han culpado al ILV por aspiraciones, historias y rasgos indígenas que contradicen sus propias concepciones. Aun así, en una revisión de la producción de la filial mexicana entre la década del cincuenta y la del setenta, Gloria Bravo Ahuja corrobora algunas de las críticas. Un problema, por ejemplo, es que ciertos autores del ILV aparentemente transfirieron sus ejercicios de aprendizaje del idioma y análisis lingüístico a cartillas para hablantes nativos{70}.

El contenido del material del ILV para pueblos nativos ha causado una ansiedad particular. Basándose en un extenso estudio de creencias [371] tradicionales, el ILV (como algunas otras agencias) se reserva el derecho de apropiarse de términos para sus propios propósitos e introducir nuevos conceptos al idioma. Pocos, si acaso alguno, de los de afuera pueden descifrar el cuerpo global de mensajes impresos de siquiera un solo equipo. Ninguna otra agencia tiene la capacidad multilingüe de revisar todos los mensajes producidos por una filial en un conjunto de idiomas. Las publicaciones bilingües, el investigador que aprende un idioma y encuentra algo fuera de sitio y los comentarios de hablantes nativos, son las únicas ventanas al asunto.

No debe sorprender, pues, que se haya atribuido al ILV poderes casi mágicos de manipulación. En Colombia, un intelectual universitario anónimo atacó al ILV por adulterar supuestamente cuentos populares de los Inga. Ya que una historia Inga traducida al español incluía elementos tomados del cristianismo, sin mencionar cuentos europeos como “Hansel y Gretel”, tenía pues que ser fraudulenta. Peor aún, cuando un Inga lee el material extranjero disfrazado como propio, cae “en un estado de confusión que permit[e] manipularlo fácilmente”. Desgraciadamente, los Inga están tan lejos de permanecer en un estado puro que, desde su primer contacto con cuentos populares europeos en el siglo XVI, algunos han cumplido condenas en Venezuela por asalto de bancos. Sin embargo, como curanderos populares altamente comerciales, sí cultivan una imagen romántica. Profundizando en la conspiración Hansel y Gretel, Uno más Uno describió cómo los talleres de escritores nativos del ILV permiten “adentrarse en la subconciencia de los indígenas, conocer sus tradiciones orales y, en forma progresiva, [irlas] cambiando hasta desvalorizar lo que antes había sido importante”{72}.

Bernard Arcand ilustra el problema con más precisión en otro caso colombiano. Fuera de la vista de nadie salvo un entrometido antropólogo, un equipo del ILV ha proporcionado a los Cuiva versiones mimeografiadas de sus mitos que incorporan lecciones cristianas. Así el héroe cultural y creador Namoun (o Nacom) se convierte en Dios, y en la siguiente historia se introduce a Satanás como antítesis de Namoun. Aunque las cartillas oficiales sean más públicas y puedan parecer muy culturales, también están cargadas de mensajes extraordinarios; en el caso siguiente para influenciar a los Cuiva a abandonar su modo nómade de vida a cambio de uno sedentario: [372]

“Un hombre limpia la tierra alrededor de su casa con un rastrillo. Decide irse y plantar maíz en su chacra. Pronto regresa a su hogar porque ha olvidado su sombrero. Esa noche, escucha a una peluda zarigüeya que ha venido a comerse sus pollos. Se levanta de su hamaca y tira un palo al animal para correrlo. Un pollo está muerto y el hombre propone comerlo en la mañana”.

Hacer limpieza alrededor de una casa, llevar sombrero para protegerse del sol en un campo abierto, proteger a los pollos de una zarigüeya, y comerse un pollo (los Cuiva sólo comen los huevos), reflejan el nuevo modo de vida que los misioneros quisiera inculcar{73}.

¿Por qué, pregunta Carlos Lenkersdorf, el diccionario Tzotzil-español del ILV con 10.000 entradas no incluye ninguna palabra que se refiera a la explotación, la experiencia central de este pueblo desde la Conquista Española, o de rebelión, que ellos han llevado a cabo en repetidas ocasiones? ¿Por qué los dibujos del diccionario retratan un mundo placentero y próspero, lejos de la experiencia Tzotzil? Consciente o inconscientemente, sugiere Lenkersdorf, el ILV no sólo quiero que los Tzotzil abracen una ética de sumisión, trabajo duro y recompensa, sino que olviden su historia de lucha{74}.

“Ha habido muchas cartillas publicadas y emitir un juicio sobre todas es un poco temerario”, dijo Jon Landabaru a Alternativa. “Sé de algunas pocas que, vistas de aquí pueden aparecer como interesantes. Por ejemplo, existe una cartilla guahibo sobre defensa de la tierra o unas cartillas guambianas y paez sobre cuidado de los cultivos, uso de fertilizantes, &c… Sin embargo, la inmensa mayoría de las cartillas son unos textos ridículos, de contenido sumamente pobre… No me refiero aquí a cartillas de alfabetización sino a material de lectura para alfabetizados. Lo que me ha tocado ver en varias partes ha sido una actitud de burla de los indígenas hacia textos considerados como muy poco representativos de lo que ellos piensan y conocen. Y realmente, si uno compara la sofisticación de los sistemas intelectuales indígenas con lo que se presenta en estos textos, se da cuenta que hay un abismo. El abismo de la incomprensión y de la ignorancia… Para hacer trabajo profundo en literatura hay que tomar en serio las tradiciones científicas, estéticas, religiosas. Es muy difícil que alguien [373] que pretende substituir en buena parte estos valores pueda ser muy sensibles a ellos”{75}.

Durante las primeras décadas, cuando el ILV estaba solo en el campo, educadores mexicanos y peruanos saludaron el método psicofonémico que Townsend había ideado para enseñar a los Cakchiquel a leer. El ILV consideraba la alfabetización como una de las tareas más simples del traductor. Asumía que la gente podía aprender a leer en unas pocas semanas. Pero para mediados de los años cuarenta, los traductores se dieron cuenta de que el método psicofonémico no estaba solucionando todos sus problemas. Una serie de mujeres, algunas ex-maestras de lectura en inglés, fueron asignadas a varios idiomas para elaborar algo mejor. Por medio de experimentos, luego cursos de capacitación en las filiales y finalmente talleres, surgió un cuerpo de especialistas en alfabetización hechos en casa. En 1965, Sarah Gudschinsky se convirtió en la primera coordinadora de alfabetización. Aparte de un nuevo curso de entrenamiento para las escuelas de verano, ella diseñó un método de alfabetización “fuertemente dependiente” de la lingüística tagmémica de Kenneth Pike.

El refinamiento del método puso en evidencia que muchos indígenas no estaban interesados en leer lo que el ILV les ofrecía –generalmente algunas cartillas y luego las Escrituras. Por eso los traductores publicaron un cuerpo considerable de… historias locales, cuentos populares traducidos de otros idiomas, libros de salud, folletos de agricultura, historias de héroes nacionales y otros por el estilo según Gudschinsky. “Desgraciadamente, buena parte de este material traducido era de poco interés para la audiencia a la que estaba dirigido, y parte de ello era francamente difícil de leer. Es difícil entender ahora por qué demoró tanto en llegar la solución a este problema”. La solución fue el taller de escritores nativos. El ILV descubrió que la gente que acababa de aprender a leer, incluso los analfabetos, podía producir su propia literatura en papel o a través de grabaciones. Gudschinsky remite este nuevo rumbo a 1970 en México, e informa que más traductores están acudiendo a los autores nativos para escribir historias para cartillas{76}.

Ya que los profesionales del ILV habían anticipado muchas de las críticas latinoamericanas, estas vindicaban su campaña en favor de estándares más altos. Datos recogidos por décadas fueron sacados de armarios, se organizó taller tras taller, se multiplicaron las publicaciones y una mayor [374] cantidad de ellas fue traducida al español (la no publicación en español de buena parte de su obra fue una de las dos críticas que Efrain Morote Best se permitió, siendo la otra el hecho de no incorporar a peruanos){77}. Estaban además todas aquellas cartillas, las únicas en muchos idiomas. Con todo, si el ILV continuaba teniendo un buen nombre en la lingüística norteamericana y europea, a cuyas bibliotecas había contribuido hacía tiempo generosamente, para muchos lingüistas latinoamericanos era ahora un anatema sin importar lo que lograba.

Como los arquitectos nominales de la política idiomática estatal, los latinoamericanos fueron obligados a ocuparse de una gama de problemas planteados o complicados por un instituto omnipresente. Si el idioma era un instrumento para romper barreras políticas y culturales para el evangelismo exitoso, como el ILV lo había decidido, tarde o temprano el grupo terminaría por causar ofensas sin fin. El campo potencial para la investigación lingüística era ilimitado, pero las oportunidades políticas para influir sobre los planteamientos oficiales y las comunidades nativas no lo eran, y a lo largo de décadas de luchas clientelistas el ILV había hecho todo lo que podía para construirse una posición sin par. No sólo estaba utilizando la investigación y educación auspiciadas por el Estado para sembrar iglesias evangélicas; decisiones lingüísticas de largo alcance estaban siendo hechas, no por grupos representativos de hablantes nativos o siquiera ciudadanos, sino por sectarios extranjeros y tal vez miembros de sus clientelas religiosas.

Algunas disputas giran en torno a la delimitación de dialectos y al establecimiento de los alfabetos, el esqueleto mismo de la creciente literatura en idiomas indígenas. Dado que el ILV distingue los dialectos mutuamente inteligibles para traducciones Bíblicas adaptadas a cada localidad, ha sido acusado de, no sólo racionalizar los aumentos de personal en ciertas áreas, sino de fomentar la fragmentación de grupos lingüísticos{78}. Las sociedades Bíblicas y los administradores del ILV han tendido también a hispanizar sus alfabetos, lo que facilita la transición al alfabetismo en español y gusta a los gobiernos. Pero en Guatemala han circulado sistemas autóctonos diseñados por el Proyecto Lingüístico Francisco Marroquín, iniciado por lingüistas norteamericanos para revivir la literatura Maya y ahora en manos Maya. ¿Debe ser la literatura principalmente un instrumento para enseñar español o un reservorio cultural de la identidad Maya? Según los últimos informes, el ILV estaba más adelantado porque sus alfabetos [375] habían estado en producción por más tiempo, contaba con recursos superiores y gozaba de mejores relaciones con el gobierno.

Siendo el tiempo un factor crítico, las computadoras podrían aliviar la escasez de personal causada por pérdida de visas y ayudar a los traductores a cumplir con la programación de quince años por Nuevo Testamento, plazo que la mayoría sobrepasa por cinco a quince años. Desde la década de los sesenta, el ILV ha computarizado textos en concordancias, un servicio de la Universidad de Oklahoma puesto a disposición de otros lingüistas con fondos de la Fundación Científica Nacional del gobierno estadounidense. Junto con las Universidades de Oklahoma y Cornell, el ILV también ha computarizado listas de palabras, de setecientos idiomas hacia 1974. Ahora las computadoras están emigrando de unos pocos centros a las bases, quizá en el futuro a las aldeas, y realizando maravillas para traductores sobrecargados. En 1981, según la nueva división de computación del SSAR, los traductores estaban usando casi cien aparatos a un costo de 5 a 8.000 dólares cada uno{79}. En el nuevo centro Quechua de la filial peruana en Huanuco, el equipo para cada dialecto traducirá una sección distinta del Nuevo Testamento: luego una computadora deberá redactar cada sección en los otros dialectos{80}. En experimentos de simulación gramatical, la computadora compara una regla propuesta a las reglas previas y la materia que hay que explicar, identificando así donde la hipótesis se resquebraja{81}. Actualmente la función más importante parece ser editorial, sin embargo: como la publicación de Nuevos Testamentos con alfabetos exóticos puede prolongarse tediosamente por años, la revisión y composición computarizadas han acelerado la reciente avalancha de Nuevos Testamentos. En 1981 Wycliffe bendijo su Nuevo Testamento número 150, y durante la próxima década tiene la esperanza de terminar uno cada semana.

Todas esas traducciones podrían concebiblemente afectar la visión del mundo de la organización. Gracias a una mayor cantidad de profesionales, el ILV no es el monolito teórico que solía ser: en 1974 se informó que “casi todas” sus gramáticas reflejaban la lingüística tagmémica de [376] Kenneth Pike{82}. Para fines de la década, se evidenciaba trabajos en la lingüística transformacional-generativa. Aparte de restaurar su reputación académica, el ILV espera manejar problemas que se han escapado a su tradición descriptiva. A través de análisis del discurso, por ejemplo, algunos miembros están estudiando el significado en unidades rnayores que una oración. Hace tiempo el grupo rechazaba la traducción literal ('correspondencia formal') en favor de la idiomática ('equivalencia dinámica'). Pero los traductores aún se estrellaban con la estructura narrativa indígena: es decir, inconscientemente reproducían formas de expresión inglesas o indo-europeas. Ahora, con el análisis discursivo y otras nuevas herramientas, confían moldear su mensaje en formas más culturales que nunca.

En la medida en que el ILV enfoca el problema del significado en los idiomas indígenas, podría hacerse más difícil separar la forma del contenido, lo que Landabaru plantea como el fundamento de la práctica del grupo (“el misionero tiene la verdad, el indígena le presta la forma de expresión”). Siglos de experiencia enseñan que todo lo que se puede esperar es lo que Anthony F.C. Wallace llamó la “estructura parcial de equivalencia”, en la que ambas partes aportan su propia comprensión a un marco común{83}. Sin embargo, esto no es satisfactorio para los cristianos fundamentalistas, lo que motiva la campaña de reemplazar creencias indígenas con las, suyas propias.

Para el ILV el enfoque chomskyano transformacional-generativo podría solucionar el dilema de la “equivalencia parcial” porque postula conceptos universales en el lenguaje. Ofrece una salida al doloroso contraste epistemológico entre la religión evangélica y la lingüística behaviorista de Pike, cuya implicación es el relativismo. En Una anatomía de nociones del discurso (1976) otro teórico del ILV, Robert Longacre, utiliza la teoría chomskyana de los universales para argumentar que el lenguaje es una creación divina{84}. Si el ILV demostrara para su propia satisfacción que Dios existe, aliviando viejas ansiedades sobre este punto, ¿le ayudaría esto a aceptar la equivalencia parcial de sistemas de credo, o acaso la prueba de que Dios existe solamente endurecerá su vieja resolución aún más?

Notas

{51} SIL/WBT 1971: II. Para la bibliografía más reciente, ver Wares 1979.

{52} “La Política Colonialista del ILV”, en Bonfil Batalla 1979: 397-400

{53} p. 2 Camp Wycliffe Chronicle agosto 1936.

{54} Entrevista del autor, Patzún, 22 de agosto 1978.

{55} D'Ans 1981: 146-8.

{56} Landabaru 1979: 6

{57} SIL/WBT 1971: 5

{58} p. 7 Comercio 19 de agosto 1953. Townsend citó p. 5 Bulletin julio-septiembre 1948.

{59} SIL/WBT 1972: 18-28

{60} Landabaru 1979: 6-7

{61} SIL/WBT 1971: 5

{62} Ibid p. 1.

{63} Pike y Brend 1977: 8

{64} Calculado en base a p. 8 In Other Words septiembre 1979.

{65} SIL/WBT 1971: 5, 14

{66} “Minimum language proficiency goals”, TSD Adv. Com., 29 de octubre 1970, mimeo.

{67} SIL/WBT 1972: 26

{68} SIL/WBT 1961: 74

{69} Sesenta: Pike y Brend 1977: 60. Ciento: sumado de WBT 1979.

{70} Como inventora de un esquema para enseñar español a través de un método directo en vez de bilingüe, Bravo ataca los supuestos de la educación bilingüe tal como ha sido practicada por el ILV y, la Secretaría de Educación. Dado que el método pasa de la lectura del idioma nativo a la del español, ella argumenta que se viola una regla básica de la enseñanza de segundos idiomas, el que deben ser enseñados primero oralmente. Ella sostiene que el medio –alfabetización en el idioma nativo– ha sido consagrado como un fin en sí mismo, para producir lectores de traducciones Bíblicas en vez de hablantes de español{71}.

{71} Bravo Muja 1977: 100, 118, 141, 251

{72} Anónimo 1976: 111-21. Uno Más Uno 8 y 10 de enero 1979.

{73} Arcand 1981: 79-80

{74} Lenkersdorf 1981

{75} Landabaru 1979: 7

{76} Sarah Gudschinsky, en Pike y Brend 1977: 39-56

{77} Entrevista del autor, Ayacucho, 14 de febrero 1977

{78} Bonfil Batalla 1979: 399

{79} Beyond (Waxhaw, North Carolina: Jungle Aviation and Radio Service) noviembre/diciembre 1980 y julio/agosto 1981.

{80} p. 6 Annual Reports 1981, Wycliffe Associates

{81} Pike y Brend 1977: 139-40, donde Joseph Grimes reseña la experiencia del ILV con computadoras.

{82} Calvin Rensch (en Pike y Brend 1977: 92}, quien (ibid pp. 85-128} reseña las contribuciones del ILV a la lingüística.

{83} Citado por Daniel Hughes en Boutilier et al 1979: 204.

{84} Reseñado en pp. 40, 42 Christianity Today 6 de mayo 1977.

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